CAPÍTULO 73: Segunda parte

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—¿Tienes coche?—le pregunto cuando salimos de casa y los dejamos discutiendo solos.

—El de Leonardo, ¿por qué?

—Róbaselo.—contesto din pensar ganándome una mirada atónita de su parte.—Quiero decir, que se lo cojas prestado.—intento rectificar de inmediato, pero la sonrisa pícara de Angie no se la saca nadie.

—No, no. Tú querías robarlo.—niego con el dedo a la altura de su cara acercándose juguetonamente a mí.—¿Quién eres y qué has hecho con Violetta?—sacude la cabeza aún con la sonrisa, pero cuando voy a protestar y decirle que no es lo que piensa, se me adelanta.—¡Me encanta!—exclama dando saltitos hasta el coche.

Pensaba que iba a pedirme que despistara a Leon mientras ella le robaba las llaves o algo parecido. Sin embargo, se mete las manos en el bolsillo y saca un pequeño llavero dejándome momentáneamente pasmada.

—¡Vamos! Aprovecha ahora que está con la niña.—medio chilla cuando ya se ha subido, lista para ponerse en marcha.

Parpadeo repetidas veces obligándome a reaccionar y al final corro hacia el vehículo y me tiro en el asiento del copiloto sin delicadeza alguna.

—¿Es que lo tenías todo planeado?—cuestiono viéndola arrancar el lujoso coche con extrema facilidad. Se acaba de sacar las llaves de la manga y después me dice a mí ladrona.

—No se lo digas a Tiago que se lo cuenta a Leonardo y se pone como una cabra.—susurra inclinándose hacia mí.—Con la excusa de tener mi coche en el mecánico, aprovecho cualquier oportunidad para conducir esta preciosura.—confiesa casi babeando cuando acaricia el volante y no puedo evitar reír. Angie siempre consigue sacarme una sonrisa sin importar la situación.

Siendo sincera, no me fío mucho de Angie en este coche y tengo un poco de miedo que tengamos un accidente y tengamos que pagar por la reparación. No es un Porche, pero se nota que vale su dinero y hasta tengo miedo de respirar demasiado fuerte.

—Y bueno, ¿dónde quieres ir?—pregunta poniendo el asiento a su altura y moviendo los brazos, extasiada por poder conducirlo. Ay Dios, en qué me he metido.—Al mercado, de compras, a una librería...

—Al hotel.—la corto con convicción y como esperaba, Angie pega un exagerado bote y se me queda mirando como si hubiera perdido el juicio.

—De todos los lugares en Washington, de todos, ¿tienes que elegir el del loquero?—alucina pegando un agudo chillido que me deja momentáneamente atontada.

—El hecho que el hotel sea de Christopher, no significa que sea un loquero.—lo defiendo sin saber por que.—Además, me siento a gusto estando ahí.—confieso algo tímida encogiéndome en el asiento.—No le digas nada a Tiago, no le va a gustar la idea.—me apresuro a añadir girándome en el asiento con ojos suplicantes. No quiero que Tiago se altere más de lo que ya está y tampoco quiero pelear.

—No, de eso estoy segura. Ni a mi me gusta.—refunfuña de malas y le golpeo el hombro.—Que sí, que sí. No le voy a decir nada.—y tras soltar un suspiro discreto, enciende el motor y arrancamos hacia la carretera antes que esos dos simios se den cuenta.

***
Lo primero que percibo al llegar es el ambiente algo lúgubre y más pésimo que de normal. No todo el personal contratado está trabajando y los que aún quedan no tienen buenas caras.

Eso es algo que me preocupa más de lo que debería. Sin una secretaria que filtre la información, sin el socio encargado de hablar y poner al día a los demás y sin director ni subdirectora controlando las entradas y salidas, ya nadie tiene claro qué hacer.

Además, hay que añadir que la mayoría, por no decir todos, ya habrán escuchado las noticias y eso hace que la incertidumbre aumente todavía más. Bueno, al menos no todos han desistido aún.

DOBLE MENTIRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora