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Me desperté abruptamente por culpa del despertador. Ya eran las siete de la mañana y tenía que empezar a prepararme para ir al hospital si no quería llegar tarde.

Me habían contratado en un hospital privado después de haber hecho las prácticas y no podía estar más feliz por ello. Mi horario era un poco extraño y estresante, pero ya estaba acostumbrada y me alegraba cada vez que veía a un paciente salir de la sala de operaciones sabiendo que la intervención había sido un éxito.

Me di una ducha rápida, cepillé mis dientes y recogí mi cabello en una trenza que posteriormente pasó a ser un moño. Salí de la habitación y fui a la cocina para desayunar algo antes de irme.

Masie estaba apoyada en la encimera comiéndose un cupcake de chocolate mientras revisaba algo en su teléfono móvil.

-¿Ya estás despierta? -pregunté sirviéndome un café.

Ella desvió la mirada y me observó con la boca llena de comida para después asentir con la cabeza. Masticó rápido y habló:

-Sí, hoy tengo que entrar a las ocho.

Masie y yo decidimos vivir juntas tras terminar la universidad. No hacía mucho tiempo que nos mudamos a esta casa, poco más de un mes, pero la convivencia era increíble. Mi amiga y yo nos pasábamos la noche en vela viendo películas románticas cuando ninguna de las dos tenía que madrugar al día siguiente. Nos complementábamos tan bien que parecíamos hermanas, aunque me ponía de los nervios cuando se traía a algún hombre a casa y yo tenía que encerrarme en mi habitación para evitar ver a chicos en calzoncillos por los pasillos.

-¿Llegarás para la hora de comer? -le pregunté tras darle un sorbo al café-. Es por si te dejo comida preparada.

-No lo sé, pero guardame un plato por si acaso.

Asentí y bebí el resto de mi café, dejé la taza en el fregadero y me encaminé a la entrada donde tanto Masie como yo dejábamos las llaves colgadas en una cajita de madera. Guardé las llaves en mi bolso y salí de casa para meterme en mi coche. No era un vehículo último modelo ni caro, pero me traía y llevaba que era lo importante, además de que me costó bastante barato.

Como cada mañana, tardé veinte minutos en llegar al hospital. Me adentré en el edificio y caminé hasta los vestidores para ponerme el uniforme verde apagado que tanto me había costado conseguir, y me refiero al esfuerzo que tuve que hacer para poder trabajar en un hospital. Pese a todo, había logrado mi sueño. Era enfermera y era feliz.

Me reuní con mis compañeros y empezamos a conversar sobre una operación un tanto delicada que teníamos que hacer en un par de horas.

Jason, el cirujano encargado de operar, bebía de su taza mientras los demás discutían sobre cuál era la mejor manera de hacerlo. Yo no quise opinar mucho porque todos los allí presentes tenían más experiencia que yo, pero escuchaba cada una de sus propuestas con atención.

-¿Es tu primer bypass? -me preguntó Jason en voz baja, a lo que asentí-. ¿Cómo crees que se hace?

-Injertando una porción de vena por arriba y debajo de la arteria obstruida, así se permitirá que la sangre fluya alrededor.

-Chica lista -alegó con una pequeña sonrisa-. ¿De dónde sacarías la vena para el injerto?

-Por lo general se toman de la pierna, pero también se pueden utilizar las arterias del pecho. Aunque eso complicaría la intervención un poco más.

Él volvió a sonreír.

-Guapa y aplicada. Lo tienes todo, ¿eh? -murmuró con una sonrisa de boca cerrada.

Nada más importa si estás junto a mí (Libro #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora