10. El robo.

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Advertencia: Narración de abuso y/o violación sino te parece no leas el capítulo.

Verlo en ese colchón con la boca cerrada era mucho más sensual que escuchar su voz grave molesta.

Quién diría que Jerome un Alpha sangre pura de linaje intacto estaría tan sumiso como un pequeño conejo en ese momento, tal vez era el afrodisíaco en su sistema, pero Anne no podía evitar pensar en que le gustaba tener el control sobre ese Alpha en ese momento.

Suspiró tranquilizándose, recordando que sólo venía por el cachorro que quería, no por sexo que nunca iba a ocurrir. Anne comenzó con lo suyo bajando la cremallera del pantalón, incluso sus manos temblaban quería creer que era más por los nervios que por algún tipo de ansia, aunque era entendible estaba por entrar a un pequeño celo.

- ¿Qué van... a... hacerme? - Annelien casi se cae del colchón cuando escuchó la voz grave del Alpha. Tragó fuerte asustada al ver que los ojos grises rodaban por toda la habitación.

- Sólo duérmete. No te haremos daño. - Susurró suavemente. Más el Alpha se movió un poco aunque las cadenas lograron detenerle lo suficiente. Annelien entró en pánico, si él llegaba a despertar todo estaría perdido, así que tenía que apurarse.

Bajó con cuidado la ropa interior del Alpha, y aunque no tuviera una erección la Alpha sabía que él era de un gran tamaño, aún sin la erección sabía que podría poner a tocar las estrellas a cualquiera con su admirable tamaño. 

Tuvo que quitar su vista y voltear a ver el rostro del Alpha, aún parecía adormitado y vagando en la inconsciencia.

- ¿Qué es lo que...? ¿Dónde? - Jerome pensó un sólo momento que quizás la naturaleza se había encargado de llevarlo al mismo paraíso, al cielo mismo porque estaba viendo un ser celestial. Con sus hermosas facciones que apenas se dejaban ver a través del antifaz y unos labios ridículamente apetitosos.

- Nada... - Murmuró la Alpha, asustada porque aunque no sabía la ciencia exacta, primero tenía que estimularlo para que fuera más fácil para ella.

- ¿Qué estás...? - Jerome a penas podía dilucidar sobre que había a su alrededor, un extraño hormigueo le recorría la piel, era algo parecido al celo, su piel se erizo al sentir una sustancia helada esparcirse por su hombría, tuvo que voltear a ver a la culpable, parecía tener un rostro de disgusto más seguía con su tarea diligentemente causándole una erección.

No había que ser un genio, y aún entre la inconsciencia sabía reconocer que la beta frente a él era muy hermosa, tenía un largo cabello negro casi azul, piel clara, sus ojos eran tan negros como la noche, y tenía labios carnosos de un tono cereza que invitaban a cualquiera a morderlos, sus mejillas abultadas, y por lo que apenas podía ver a través del antifaz tenía una nariz pequeña.

Annelien por su lado cuando logró su cometido decidió desprenderse de la ropa innecesaria, de la que estorbaría. Tuvo que subirse sobre el regazo del Alpha, y al ver sus verdadera intenciones, Jerome empezó a moverse obligándola a tener que sujetarse fuerte para no tambalear y caer. Casi abrazó su torso con sus piernas, y cada toque de su piel parecía un delicioso martirío.

- ¿Qué vas a...? - Observó la intención de la beta ¿Cómo se atrevía? ¿Qué era lo que realmente quería? Quizá era sentirse completamente indefenso lo que lo hacía sentirse molesto, si su piel estaba hormigeando no sólo era de excitación sino de verdadera ira.

- Entiendo que te opongas, pero es necesario si quiero salvar a mi manada. - Aplicó la cantidad suficiente de lubricante sobre su miembro ya erecto y aunque Jerome intentará no responder a los deseos de su cuerpo traicionero ya era demasiado tarde.

Last Pure Alpha ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora