32. Un vestido y tal vez un corazón roto.

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Ahí estaba Annelien en el regazo del sangre pura restregándose con insistencia en su enorme erección sin saber que hacer para calmar su mareo.

- ¿Cómo es que no entiendes lo que sucede a tu alrededor? -

- ¿Q-Qué cosa? - Preguntó Anne perdida.

- Eres una Alpha jodidamente ardiente y jocosamente linda. Estás cargando a mis cachorros y tus feromonas pondrían de rodillas a quién sea. - Murmuró el de ojos plateados siendo sincero por primera vez en mucho tiempo. - ¿Porque diablos te sentirías insegura? -

- Porque no soy tan hermosa como una Omega... -

- Joder, ese es tu problema. Deja de estar comparándote con el resto. Ellas están en desventaja. - Eso la hizo reír un poco y jadear a gusto en busca de más de sus roces en su punto dulce.

- No importa lo que intenten nunca van a lograr ser tan preciosas como tú. La razón por la que remarcan que eres una Alpha en todo momento es por lo preciosa que eres. Intimidas a cualquiera. Aún cargando a mis cachorros muchos intentarían algo contigo, seguramente si no hubiera estado ahí habrían abusado de tu confianza o... - La Alpha atrapó sus labios por primera vez en un beso que deseaba y quería. Lo quería como nunca antes.

- Eres increíblemente hermosa. No me gustan las Alphas, tienes razón. - Jerome fue sincero mientras la veía a los ojos. - Pero tú no eres una simple Alpha si me tienes así. - El sangre pura hizo que su trasero se restregará fuertemente sobre su erección.

- Lo necesito ahora. - Murmuró la Alpha al ver la mirada necesitada de Jerome, lo podía sentir en sus ojos plateados, no sólo la desnudaban sino que se la devoraban exquisitamente.

- Shh. Va a escucharnos. - Río Jerome viendo al frente al chófer. - Mark ¿Podrías subir el vidrio y encender la música? - Preguntó a su empleado quién ni lento ni perezoso apuró lo que el Alpha pedía. Además de subir una persiana que le impedía al chofer observar lo que sucedía en el asiento trasero.

- ¿Ahora si? - Jerome no podía negar que aquella mirada necesitada en la Alpha que cargaba a sus cachorros era preciosa, no podría negarle nada que le pidiera de esa manera.

- ¿No te molesta que rompa el vestido? -

- ¿Quieres que vuelva a usarlo en otra ocasión? - Preguntó ella sonriente, mientras se ajustaba el escote que permitía apreciar sus dulces senos y pezones marcados por su excitación. No eran enormes, pero si que hacían poner de rodillas a Jerome.

- Ni si quiera lo pienses. - Negó el de ojos plateados. Bajando su escote de manera brusca, topándose con un ridículo top que no cubría mucho, la Alpha jadeo cuando lo arrancó y se llevó uno de sus senos sencibles a la boca.

- ¿Si sabes que era lencería de lujo? - Chilló cuando las ansiosas manos de Jerome rompieron la falda del vestido, dándole la suficiente amplitud para meter sus manos y tener acceso a su ropa interior.

- Voy a comprarte toda la ropa que quieras. - Ahí estaba haciéndole jadear mientras dejaba una pequeña mordidita en uno de sus pezones sensibles. La Alpha gimoteo avergonzada.

- Sí, por favor hazlo. - Soltó un jadeo de sorpresa cuando Jerome la acostó con fuerza en el asiento y él se arrodilló frente a ella, sacando con brusquedad su ropa interior, dispuesto a comerce ese delicioso botón rosa necesitado.

- Siempre he querido hacer esto. - Aquella sonrisa genuina en Jerome lo delataba, siempre había querido comérsela en todos los malditos sentidos.

Su lengua rugosa se atrevió a dar una sola probada por la deliciosa longitud, esas láminas eran la gloria bendita, cerezas y fresas batidas parecían derretirse en su boca, oh Dioses, ¿Porqué jugaban así con su cordura? Iba a volverse loco por la Alpha, tan deliciosa que las mordiditas que daba a sus lindos labios rosas en su entrada tentadora lo delataban, quería comerla muy lentamente.

Su lengua se deslizaba tan profundamente como podía moviéndose tan fuerte que los pequeños jadeos de Annelien se volvieron gemidos acallados fácilmente, se estaba derritiendo entre sus brazos, Jerome podía sentir las respiración de la linda Alpha agitarse y sus muslos moverse inquietos alrededor de su rostro, pero él se encargaba de darle un par de pequeñas mordidas y con su fuerza inmovilizarla para dejarlo disfrutar todo lo que quisiera de ese sublime postre.

Jerome sonrió al instante cuando escuchó aquel fuerte gemido que él había causado al llegar a su punto dulce y rematarlo con su lengua, y seguido de un suspiró de gozo y alivio, haciéndola relajarse también con una sonrisa. El de ojos plateados dejó dos pequeños besos sobre su entrada aún necesitada de él.

El sangre pura observó con aquella mirada de triunfo el desastre que era la Alpha, tan preciosa y hermosa con la ropa destrozada, y su pequeña barriga marcada, aunque lo negará estaba tomándole gusto a esa vista, no le molestaría despertar de esa manera todos los días.

- ¿Podrías soportar llegar a casa? - Ella lo vió queriendo reír, juntando sus labios con los del Alpha.

- La pregunta es si tú lo lograrás. - Murmuró la Alpha contra sus labios, alcanzaba a tocar con las yemas de los dedos el enorme bulto de su erección y estaba tan segura que estaba más dura que una roca. Nunca lo había sentido así

- Si ya estás mejor arreglemos tu vestido, no queremos que te vean así. - Ella río un poco observando el rostro de Jerome con una sonrisa.

- Gracias por decir que soy hermosa. -

- Sí, no te acostumbres yo no soy así. - Annelien suspiró rendida, al menos estaba mejor con la esencia del sangre pura sobre su cuerpo. Se sentó mejor en el asiento, apartándose del Alpha casi con prudencia, buscando el top que antes llevaba puesto, e intentó ponérselo nuevamente, pero los broches estaban rotos así que tuvo que improvisar e incluso hacer un nudo en los tirantes rotos del vestido.

Last Pure Alpha ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora