13. Milagro ¿Tal vez?

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Aunque ahora Annelien tuviera toda una fortuna en sus manos y toda la potestad y poder para ayudar a su manada, no iba a mentir que no extrañaría la absurda presencia del mejor esposo anciano que una joven podía desear, porque el hombre fue todo un caballero con ella de principio a fin, muy admirable hasta la médula, así que se iba a despedir de su presencia con todo el respeto del mundo.

Annelien sabía que tenía el honor de llamarse su última esposa, y aunque no lo amo como una pareja si había llegado a tenerle un cariño fraternal. Quizás las personas a su alrededor que lloraban tan falsamente no lo entendían, no entendían porque la hermosa Alpha no lloraba, o la verdadera razón por la cual su belleza estaba realzándose aún más.

Cuando llegó la noche sabía que al ser su esposa debía esperar que hasta que el último de los invitados se fuera, le dieran sus falsos consuelos y saludos hasta entonces podría ella también retirarse.

Y así había hecho hasta que sus pies dolieron por haberse mantenido en pie toda la tarde, hasta que la Luna ya estaba en lo alto del cielo estrellado, y aunque los Ashka no podían decirle nada porque nunca habían visto con buenos ojos ese matrimonio, tampoco les molestaba que aunque sea de esa manera demostrará el respeto que supuestamente tenía que tenerle al recuerdo de Hanns.

- Creo que es hora de que vayas a sentarte un momento. - Una mujer mayor llegó a su lado, y si su desarrollado olfato no le mentía, y tampoco su vista, ella era parecida a Hein y Hanns también. - Lamento no haber acudido a la boda de mi hermano contigo, según tengo entendido fue muy rápido. - La única de los Ashka que parecía ser amable le estaba tendiendo una mano. - Soy Delilah. La madre de Hein, y mi hermano era... -

- Cierto. Hanns me la mencionó más de una vez. - Annelien tomó su mano ligeramente, y Delilah pudo sentir aquel extraño escalofrío recorrer su piel con sólo tocar a la Alpha haciéndola fruncir el ceño de inmediato.

- Como te decía puedes ir a sentarte, te he visto de pie desde que llegaste. - La Alpha asintió y fue retirada de la presencia de los restos de Hanns y sus fotos también.

Delilah se vio en la necesidad de querer hablar a solas con ella y al notar que todos estaban ensimismados incluso su mismo sobrino Jerome, la entró a la enorme sala que también era el despacho del Alpha de la manada. Creyó ser el lugar más seguro para hablar sin ser escuchadas.

- Mi hermano, él dejó... -

- Muchas cosas... - Terminó la oración Anne, sentándose en un cómodo sillón de cuero que estaba  junto a otro par frente al gran escritorio de un material tan fino como las paredes modernas del lugar.

- Él, es decir ¿Estás...? -

- Embarazada. - Asintió Anne, ni siquiera temblando al mentir, porque mantendría esa mentira como último recurso para sostener la fortuna que salvaría a su manada.

Delilah suspiró en su lugar, observó en los ojos de Anne y lo único que podía saber era que aquellos ojos negros y decididos estaban dispuestos a hacer cosas que otros no se atreverían a hacer ni en sus peores pesadillas.

- ¿Está leyendo mi mente? - Ella negó un momento con una sonrisa levantándose de su lugar para servirse de alguno de los licores más fuertes que su sobrino guardaba.

- Estoy leyendo tu corazón. - Admitió, durante un muy corto periodo de tiempo ella había sido Luna debido a que sus hermanos aún no habían encontrado parejas dignas, pero luego su marido había muerto en batalla y ella no había tenido la suerte de morir con él, así que decidió renunciar a su puesto por no sentirse digna, pero los poderes que la naturaleza había obsequiado como Luna aún los conservaba aunque no del todo.

- ¿Qué ve en él? - Preguntó curiosa Annelien.

- Decisión, fuerza y poder, una sed de hacer las cosas bien y mejores para los tuyos. Y ayudar a todos los que puedas ayudar. - Admitió Delilah. - También veo un corazón inexperto en lo que otros llaman Amor. - Anne suspiró con una sonrisa.

- Se equivoca soy muy feliz y amada por mi manada. -

- Sabes que no me refiero a esa clase de amor. - Negó Delilah sirviéndose un tragó muy cargado, observó de reojo a la Alpha y ni siquiera le ofreció por su estado. - Y según leí también, tú no tienes un destinado, al menos no lo has encontrado. -

- Eso no va a ser necesario. -

- Entiendo. - Decía ella bebiendo el contenido ámbar del vaso en un par de trago haciendo escoser y quemar su garganta. - Es obvio que esa pequeña semilla es de un sangre pura. Puedo olerlo hasta aquí. - Delilah se sirvió otro trago, y puso inquieta sin querer a la Alpha sentada en el sofá con un vestido ajustado a su cuerpo que en vez de hacerle ver elegante la hacía ver como una Omega.

- ¿Qué...? -

- Yo soy su hermana más preciada, y como seguro habrás escuchado él me tenía mucha confianza. -

- ¿Podría ser más clara y decirme lo que ocurre? - Annelien odiaba que no le dijeran directamente lo que querían decir.

- Aunque cueste admitirlo. - Delilah evaluó una vez más a la Alpha. - Hanns era infértil, siempre lo había intentado ya sabes con sus mujeres anteriores. - Comentó, de modo que Annelien casi saltaba de su lugar inquieta, pero guardó la compostura pensando en que decir.

- ¿Qué con eso? -

- Dime algo... - Delilah pensó en decir la verdad. - ¿Es poder lo que deseas o sólo es la atractiva suma de dinero que heredas de mi hermano lo que te llevó al extremo? - Anne suspiró, pero al ser una Luna ella si que no sólo podía escuchar los verdaderos deseos del corazón sino que podía leer los pensamientos de las personas, y vió lo que Delilah quería.

- Su hermano se casó conmigo porque quería ayudarme, al parecer se sentía en deuda con mis padres, y siendo honesta lo único que yo realmente deseaba de él era la facultad que el matrimonio me daría para liderar mi manada. -

- Ser Luna no es fácil, mucho menos liderarla tu sola, aunque su manada sea pequeña, tiene más problemas que cosas buenas. -

- Por eso mismo, lo que en verdad quiero es poder ayudar a los míos. Salvarlos de la miseria en la que nacieron. - Delilah si que entendió el corazón sincero de Anne, y aunque de alguna manera sabía firmemente que el cachorro en su vientre no era de su hermano, decidió hacer de los oídos sordos.

- Supongo que los milagros existen entonces. - Annelien le sonrió a la beta con una sonrisa.

- Supongo que sí. - Suspiró.

- Aunque... - La duda y las verdaderas ganas de preguntarle por el padre del cachorro surgieron. - El padre del cachorro ¿Quién? -

Como si hubiera sido invocado un molesto Jerome entró a su despacho, y al ver a Anne sentada en el sillón de cuero su rostro se llenó de verdadera molestia injustificada, porque había algo en la Alpha que la hacía endurecer.

En cambio Anne disimuladamente evitó contacto con aquellos ojos azules plateados, que si se descuidaba podrían someterla.

Last Pure Alpha ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora