16. Cerezas y Fresas.

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La Alpha se levantó entre la noche oscura, sus ojos de felino le permitían ver mucho más que otras personas, suspiró al ver a su alrededor que no había nadie más, y quizás para su desgracia no estaba en su casa.

Bajó sus pequeños pies con lentitud, el piso estaba frío y no recordaba haber sacado algún tipo de pantuflas porque no las iba a necesitar mucho en el hotel. Suspiró con verdadera molestia al escuchar su estómago rugiendo por hambre, no recordaba haberse alimentado el día anterior, ni mucho menos haber cenado.

Observó su vestimenta y a juzgar por la tela, sabía que era una pijama acogedora, con su hambre en mente decidió bajar, tal vez encontraba algo en la cocina, y sí no saldría a cazar algún animal silvestre.

Las gradas y la alfombra le parecieron eternas, la noche era realmente fría anunciando que pronto sería invierno. Con su buen olfato se guió a donde olía a comida, olía a harina, olía a proteína cruda y carbohidratos, así como el dulce azúcar de las frutas, eso sólo le hacía apurar sus pasos.

- Ahí estás. - Aunque verdaderamente deseaba meterse los trozos de filete crudos a la boca, estos estaban congelados. Por lo que decidió meterlos al horno.

El Alpha de pronto escuchó ruidos en medio de la noche, con molestia tenía la certeza de que quizás la intrusa hubiera vuelto, al sentir un extraño olor a cerezas y fresas. Sus pasos decididos al pasillo no se hicieron esperar, si se había metido a su casa esa "Beta" no sabía lo que le esperaba.

Su sorpresa fue sentir el aroma que provenía de la cocina, el sonido de la carne descongelándose y finalmente se topó con la hermosa imagen de una Alpha comiendo alegremente concentrada en la comida, deborando casi de manera hipnotizante cada bendita cereza que parecía derretirse y fundirse en esos labios carnosos, dándole mordidas de manera tentativa a cada fresa que ponía entre sus labios.

Ella no pareció darse cuenta de su presencia, o al menos ni siquiera se giro a verlo a los ojos. Jerome no entendió porque verla comer le parecía la cosa más interesante del mundo, o porque para su instinto era aún más placentero verla satisfecha. Centró su mirada en su vientre que aunque no escuchaba nada estaba seguro que ese cachorro estaba disfrutando de la comida que su madre estaba ingiriendo.

A Jerome le pareció absurdo que de pronto incluso se preocupará porque no hubiera suficiente comida para ella, se pensó casi seriamente darse la vuelta e ir a cazar sólo para ofrecerle más variedad de comida.

Por otro lado a Annelie no le importaba que no fuera su casa, que no fuera su territorio o su manada, pero al cargar al cachorro tenía que alimentarse y bien. Así que mientras la carne terminaba de descongelar decidió comenzar con las frutas. Las cerezas y fresas fueron las primeras en terminarse, siguiendoles los arándanos y las uvas. Sonrió poniéndose la última uva a la boca con una sonrisa, y aún no estaba satisfecha.

- Tú si que no tienes vergüenza en asaltar mi cocina a media noche. - Anne volteó su vista a unos ojos plateados que la miraban entre la oscuridad de la noche.

- Pensaba reponer todo en la mañana, si es necesario el doble. - Exclamó como si nada, porque de verdad estaba hambrienta. - Así que puedes estar tranquilo, iré a mi cama cuando termine. -

- No lo dudo porque yo mismo te escoltaré a tu habitación. - Negó él, caminando muy lentamente hacía la isla de la cocina, como aquel que caza observa a su presa.

- Si tú quieres. - En realidad a la Alpha le importaba poco, todo y mientras no interrumpiera su comida nocturna, y no tuviera que ver sus ojos durante mucho tiempo, ella iba a estar bien, perfectamente bien.

Según el olfato de Annelien los filetes pronto estarían en su punto, pero para comerlos necesitaba un plato, tuvo que buscar en los cajones de la cocina, no los encontraba, y no le iba a quedar otra más que comer en las manos hasta que el molesto sonido de un carraspeo le indicó suavemente donde debían estar, está volteó a alcanzar un plato, teniendo incluso que subirse a la barra para alcanzarlos, porque no iba a negar que la pila de platos estaba innecesariamente muy arriba.

A Jerome incluso le pareció gracioso aquello, el hecho de cómo ella incluso podía enojarse con una cocina y los muebles.

Pronto la Alpha se encontraba masticando con una sonrisa en los labios cada filete, parecía que el sabor Umami inundaba sus papilas gustativas. Ella creyó probar una exquisita gloria a cada bocado que clamaba su fastidiosa hambre, tanto que ignoraba la mirada que el Alpha tenía puesta en ella, no por hambre, sino por otra cosa.

Jerome frunció el ceño levemente, pareciendole conocida la manera curiosa en que comía o castigaba cada bocado, no era que fuera extraña o diferente, sino más bien el ritmo de su masticar junto a aquella quijada le parecían conocidos.

- ¿Te he visto antes? - La pregunta de Jerome salió por sí sola.

- Soy tu tía política. - Decía obvia obligándose a ver siempre a su carne, sabiendo que sí se clavaba demasiado a los ojos del Alpha probablemente haría como él había pedido aquella noche, se sometería ante él.

- No me refiero a eso. -

- El baile quizá, recuerdo que casi le rompo el cuello a tu Omega. - El Alpha gruñó molesto al recordarla.

- Ya no es mi Omega. -

- ¿O en serio? Lo siento mucho. - No, no lo sentía de hecho hasta le alegraba, porque tendría la oportunidad de matarla si se cruzaba en el camino de Annelien otra vez.

- Pues no lo parece. - Jerome suspiró cruzandose de brazos.

- Si en realidad escuché que hace un par de semanas la anudó otro tipo. Yo te lo dije. - La mirada molesta del Alpha satisfacía a la Luna frente a él, tanto que creyó complacerse por eso.

- Come y cállate. -

- Tú eres el que vino aquí y puedes irte. - Jerome en serio quiso arrancarle la cabeza.

- Es mi casa por sí no lo recuerdas. -

- Tú me pediste quedarme. -

- A mi no me interesa que te quedes, puedes irte ahora mismo si quisiera, pero tu cuñada es otra cosa, y ahora somos socios, fuera de eso créeme no interesas. -

- Alpha, yo no sé quién diablos te crees que eres, pero déjame comer en ¡Maldita paz! ¡Si no te molesta intentó alimentar a tu...! - Jerome enarcó una ceja a Anne. - A tu sobrino. Maldición. Tengo hambre y estoy cansada, no buscaría hacerle daño ni a una mosca en mi estado. - Decía la Alpha obvia, porque ahora su instinto no la expondría al peligro.

Por su lado Jerome culpó a las hormonas de su embarazo las que habían hecho que hablará como lo hizo, así que decidió callar y esperar a que esa Alpha molesta terminará con su comida, porque si por él fuera muerta ya lo estaría, quizás por misericordia al cachorro esperaría a que naciera para luego matarla sin que nadie se enterará porque de verdad que había matado a otros por menores ofensas.

Cuando la Alpha terminó su cena, Jerome no pudo evitar seguir sus pasos a la habitación en la que se quedaba, tampoco pudo evitar quitar los ojos de sus ahora caderas anchas, o de su ahora pequeña cintura, le parecía además de tentador un completo descaro que caminara como lo hacía pero no es como si pudiera evitarlo después de todo ella era una felina.

- Ya puedes irte. - Habló la Alpha. - Y aunque no fuera tu voluntad, gracias por no prohibirme la cena. - El instinto de Jerome sin querer se había hinchado en orgullo, porque sí, ella estaba satisfecha, y para el instinto del Alpha eso quería decir que era un buen Alpha proveedor.

- No soy un animal. - La Alpha quiso reír, porque en realidad si que lo era.

- Aja. - Murmuró terminando de entrar a su habitación.

Jerome tan pronto ella entró quiso golpear algo, no entendía como es que el odio por esa Luna crecía, pero en cuanto la tenía en frente se paralizaba, no entendía como es que de verdad la odiaba, pero se había complacido a si mismo sólo viéndola alimentarse, era tonto, y muy estúpido.

La respuesta sería más fácil si le prestará más atención a su instinto, o si la Alpha dejará escapar un poco de sus feromonas naturales, entonces y sólo entonces él reconocería a la que olía a cerezas y fresas batidas.

Last Pure Alpha ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora