Capítulo 10 SE ACABÓ

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—Tenemos que hablar Sara, ¿puedes venir al salón?

—Ahora no es el momento Tomas, tengo visita.

Aunque a Tomas no le hacía gracia que Otis me visitase en casa, finalmente tuvo que tragarse que Otis era mi amigo y que no estaba dispuesta a renunciar a su amistad.

—Tranquila yo me quedo aquí, y entretengo a Lola, ella no tiene porque enterarse de más movidas vuestras.

Así de esta forma Otis se quedo con Lola en mi dormitorio, y yo baje al salón, donde Tomas esperaba sentado en el sofá con una cara un tanto de enfado mezclado con seriedad, intranquilidad y hasta diría que dolido.

—¿Quieres el divorcio? –me dijo con un semblante serio sin levantarse del sofá.

No sabía que contestar, no me esperaba esto así de golpe, si me esperaba esta conversación tarde o temprano, incluso en alguna ocasión la habíamos mantenido pero no con tal seriedad.

Tomas continuó la conversación, no me dejo siquiera contestar –cuando termine de decirte lo que quiero entonces hablas tú Sara. Has cambiado mucho desde que nos casamos, si tienes a alguien lo mejor es que cada uno haga su vida y no nos hagamos más daño. Yo no sé porque has cambiado tanto, no eres la misma.

—Lo que tengo que escuchar, esto es muy fuerte Tomas

—Ve al grano Sara

—Me dices que yo he cambiado, que si tengo amante por ahí... primero has cambiado tú no yo, tu comportamiento hacia mí, jamás nadie me había puesto una mano encima, excepto tú.

–Eso fue un momento puntual Sara...

—Ahora déjame hablar, ¿un momento puntual un puñetazo que me soltaste delante de Sara? lo del secuestro, lo de tenerme encerrada un mes aquí en casa sin mi móvil, lo de insultar a mis amigos en especial a Otis, una de las personas más buenas y generosas que he conocido, para colmo me acusas de tener un amante... y dices que yo he cambiado ¡flipante! Claro que he cambiado, por tu culpa...

— Si no estás a gusto conmigo mejor que te vayas Sara.

—¿Me estás diciendo que me vaya de esta casa?

—Esta casa es mía, y yo no la voy a perder

—No me voy a ir, y si lo hago me llevo a Lola.

—Lola se queda aquí, y tú te vas. ¿Con que la vas a mantener? ¿Con cuatro cuadros que has vendido?

—Entonces no me voy a ninguna parte, hemos terminado de hablar.

Estaba atacada de los nervios, sí que me había acostado con varios hombres, y en ese momento andaba enamorada de uno que no me hacia ni puto caso, y otro había desaparecido, pero si mi actitud había cambiado es porque me vi sometido a años de maltrato psicológico, y ya lo que me faltaba varios episodios de maltrato físico también, jamás podre olvidar ese puñetazo que me dio delante de mi hija, y lo que es peor... Lola ¿olvidaría que su padre pego a su madre?

Estalle al fin, después de tantos años verme sometida por este hombre, el cual se suponía que debía confiar al infinito por ciento, el padre de mi hija, mi fiel esposo, la persona que me daba de comer, que me daba un techo... pero entonces ¿Por qué me hizo tanto daño? De todos los hombres que he conocido este es el más dañino, y mira que me han hecho daño, y me siguen haciendo, incluso he llegado a culparme por ello.

Soy yo la idiota, si ellos me hacen sufrir es porque la culpa es mía. Soy confiada, y al final de tan buena soy tonta, se aprovechan de mí, y ¿Quién sale perdiendo? Yo, sin duda.

Mi actitud había cambiado, porque decidí ponerme guapa, salir de mi escondrijo, y eso hizo que Tomas se pusiera al tanto, ahora los hombres me deseaban, no hacía más que recibir solicitudes de amistad constantemente y ofertas de sexo cada día de distintos hombres que deseaban echarme un polvo.

Mis cuadros comenzaron a venderse, empecé a conocer gente interesante de la farándula por donde me movía con el arte de la pintura, y todo eso causo a Tomas un cierto desconcierto, al pedirme el divorcio creyó que me echaría atrás, y si de cierta forma no quise continuar hablando, y le dije que si tenía que renunciar a Lola, me quedaría, pero no de la forma que él quería, lo haría en camas separadas. Eso le fastidiaría mucho más que el divorcio. Aunque ya hacía algún tiempo que Tomas ni me tocaba, y en muchas ocasiones ni dormíamos juntos, de cierta forma estábamos ya separados, había dos mundos entre nosotros.

—Cariño tengo que hablar contigo –le dije a mi hija Lola.

Mientras Otis permanecía en la habitación apoyándome.

—Veras cariño, si papa y mama decidiéramos separarnos, tú ya sabes que no tienes la culpa de nada, y que te queremos muchísimo, pero tendrías que elegir con quien vivir.

—Mami, yo me voy contigo.

—Pues no se hable más, es tuya la decisión –mientras nos dábamos un fuerte abrazo.

Ardo en DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora