Capítulo 34 LA PROFESIÓN MÁS ANTIGUA DEL MUNDO

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Lamentaba cada segundo haber cogido aquel tren, un tren que no me llevaría a ninguna parte, mas que a una desesperación constante, en aquel club era una más, nadie se percató de mi horrible cicatriz, ni de mi piel de sapo quemada, me puse una peluca que cubría parte de mi cara, no podía ir por la calle sin que nadie me dejara de mirar, estaba constantemente avergonzada de mi rostro, no lo podía soportar, pero sabía que hasta el ultimo aliento de mi vida lo daría por recuperar a mi hija, es lo único que me mantenía con vida.

Al ver a Víctor todo mi cuerpo se estremeció, los latidos de mi corazón se aceleraron, estuve a punto de cruzar esa acera, pero no lo hice, imagine mil veces su reacción al verme, y me daba miedo.

Así que, aquí estoy emborrachándome con un vaso de tubo que ni se lo que contiene, lo único que sé, que llevo una buena tajada, y que de pronto se colocó un chico joven a mi lado y comenzó a invitarme a copas sin parar, estuve bebiendo hasta altas horas de la noche.

―Sabes ¡eres muy guapa!

Yo me eche a reír como una loca ―¿de verdad? ¡no me has visto bien! La noche te confunde, jajajaja.

―Tienes un cuerpazo... yo te la metería de lleno en ese chochito rico.

En otro momento le hubiera dado una bofetada, pero tal como me encontraba, incluso tengo que confesar que me pusó cachonda el comentario de aquel muchacho latino, joven y guapo ―la verdad... ¡me encantaría probarla!...

Y cuando me vine a dar cuenta estaba en un callejón oscuro metida en un coche encima de aquel tío cabalgando.

Después no me acuerdo más que amanecí tirada en el suelo de aquel callejón con las bragas en los tobillos, la peluca del revés, y el vestido roto por la manga, y mi bolso tirado a dos metros de mí, con los zapatos puestos, ¡eso si!

Un policía quiso ayudarme ―¿se encuentra bien? ¿le han hecho daño? ¿la han violado?

―Uff, muchas preguntas en un momento... estoy... de resaca... jajjaaja.

―Acompáñeme la llevaré al hospital más cercano para que la examinen –al mismo tiempo que me ayudaba a levantarme.

―Estoy bien, solo que una noche loca, nada más.

―Me alegro de que se encuentre bien, no obstante me gustaría que la examinaran, y así nos quedamos todos más tranquilos.

―¡No necesito su ayuda! –soltándome con brusquedad.

Pero el policía insistió metiéndome a rastras en el coche patrulla, me fui despejando conforme llegábamos al hospital, se me hizo interminable el camino hasta la clínica, allí me atendió un doctor que me estuvo examinando la cara, más que la vagina.

―Conozco un cirujano muy bueno, que le dejaría la cara sin marcas.

―No tengo dinero para pagar una cirugía, ¡ya lo hubiera hecho hace mucho!

―Le dará un presupuesto muy ajustado, y si va de mi parte seguro le harán buen precio.

Y ya me cabree y le dije de malas formas –mire, ya se lo he dicho, no tengo ni un euro, no tengo trabajo, imposible...

Y me fui de allí echando leches.

Mientras corría por el pasillo de aquel hospital me tropecé con un hombre que me paró, me observo y me dijo –no tenga usted tanta prisa señorita... ¡con esa cara no se donde va!

Me disgustó tanto aquel comentario de ese hombre mayor, que di la vuelta y regrese para hablar con el medico que me había atendido, le dije que si, estaba dispuesta a que su amigo el cirujano me viese, y me diese un presupuesto, sacaría el dinero de debajo de las piedras, puesto que el dinero que me dio Diego llegaba a su fin, no era mucho, la verdad, aunque me bastó para vivir unos pocos meses en la ciudad, tenía que hacer algo cuanto antes, de lo contrario me vería en la calle mendigando.

El presupuesto era elevadísimo, dentro de ser una operación cara, y que el cirujano me la dejaba a buen precio no podía pagarla, así que me fui con mayor decepción.

Salí de allí y me fui directamente a la pensión, estaba agotada, me quede dormida enseguida, cuando recibí una llamada de teléfono, nadie tenia mi número, me había comprado ese móvil que ni tenia para ponerle Internet, de los antiguos de teclas.

―¿Sara? –era una voz de mujer, reconocí aquel timbre de voz enseguida.

―¿Yena? –sí,... la prostituta muerta, no podía creerlo.

―Si perla, soy yo... no estoy muerta

Y ya me explicó que la puta que encontraron muerta era su compañera Fela, que vivía con ella de vez en cuando, yo la verdad creí en todo momento que era Yena, porque llevaba su peluca rubia larga, y el mismo vestido que cuando la conocí, entonces Yena me explicó que le había dejado su atuendo a su amiga, y de ahí la confusión.

―¿Me estas diciendo entonces que a quien querían matar es a ti Yena?

―Exacto, llevaba mi ropa, mi peluca, mis zapatos, y además se parecía mucho a mí, por eso estoy acojonada... y porque hoy me he encontrado mi piso revuelto, andaban buscando algo... tengo miedo.

―¿Qué buscaban Yena?

― ¿Tu que crees que pueden buscar en un piso de una puta?... solo hay dos cosas... droga o dinero... y lo primero no tengo más que para mí consumo, y lo segundo menos todavía.

―¿Como has conseguido mi número?

―Le dije a tu madre que te debía un dinero y que necesitaba localizarte...

¡que raro, mama nunca hacia nada por mí! ¡si hubiera sido para ella el dinero!

―Bueno, realmente tuve que soltarle a tu madre cincuenta euros para que me diera tu puto teléfono.

Me eche a reír, ahora si me creía que le diera mi número. Ella era así.

―Estoy en Madrid, sola, sin trabajo... vente...

No se de pronto se me ocurrió invitar a Yena, era la única que me había brindado su ayuda, me abrió las puertas de su casa, me dio cobijo y comida, es lo menos que podía hacer por ella.

―De verdad, ¿no te importa Sara?

―Noo, me gustaría mucho... solo que aquí no tengo nada, ni trabajo, ni dinero, y estoy viviendo en una mala pensión que dentro de poco ni podré pagar, me veo en la calle.

―No te preocupes, yo tengo un dinerillo que le he robado a mi chulo, con eso y con algo de suerte sobreviviremos.

Me dio mucha alegría ver un rostro conocido, cuando vino Yena a Madrid, ya no me sentí tan sola.

―No tenemos de otra que hacer la calle Sara... con esa cara y yo que no se hacer otra cosa... tendremos que lanzarnos, no me voy a quedar aquí sin hacer nada.

Tenia razón, estaba totalmente desesperada, seguía sin encontrar trabajo, me echaban para atrás al verme, y Yena no tenia estudios, ni sabia hacer otra cosa que prostituirse, por tanto ese día me arme de valor, y me fui con ella a una zona donde se ponen mujeres de la calle a hacer sus servicios.

Y allí estaba yo, con una falda negra de cuero que me prestó Yena, unos pantys color carne y unos zapatos de aguja, un top de encaje de leopardo, ¡parecía una puta de verdad!... mi primer cliente me lo cedió Yena, ella estaba más acostumbrada, el tío le dijo que yo era muy fea, pero lo convenció –vamos hombre, mira que cuerpo tiene, y es la mejor para chupar, es una delicia, la pones de espaldas y así no le ves la cara –el tío accedió, me pago veinte euros por una mamada y un polvo a cuatro patas, ¡claro así se vino conmigo sin importarle si yo era más fea o mas guapa, le salió rentable el polvo!

Ardo en DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora