Mientras esperaba la llegada de ese tren, di la vuelta en unas cuantas ocasiones, no quería marcharme y dejar las cosas a medias, aún tenía historias en mi vida que resolver, lo más fácil hubiera sido cogerlo y largarme de aquí, ¡claro eso dejaba vía libre a muchas personas que me querían fuera; a mi madre para quedarse con la custodia de mi hija, a Diego para no complicarle su vida, como me dijo en una ocasión prefería sufrir por amor que renunciar a su vida actual, a pesar de haberme prometido que siempre estaría a mi lado, no lo amaba realmente, mi corazón se había helado, al chulo de aquella prostituta muerta... ¡sí, no se lo había dicho a nadie, pero la última persona que vi con Yena, así es como se llamaba la prostituta, fue a quién vi esa noche con ella, discutieron acaloradamente, tanto que se faltaron al respeto mutuamente, dándose de ostias bien, se pegaron los dos, esto se lo dije a Diego mientras echábamos aquel polvo en el descampado, pero él no quiso darle más importancia, de hecho fue cuando me dijo que tenía que desaparecer de aquí de Murcia, e irme lejos, pues podría correr peligro, supongo que el chulo seria el primero en ser sospechoso del asesinato de Yena, aunque yo no lo tenía muy claro, aunque no me caía demasiado bien, ese tío no lo veía asesinando a mujeres por ahí, al fin y a cuentas eran sus gallinas de los huevos de oro, ¿porque matar a las personas que le daban beneficios, no sólo económicos sino carnales?. Me acordaba constantemente de Víctor, pero su reacción al verme en el incendio, y ni acercarse a mí para preguntar como estaba, o mínimamente un signo de preocupación, me dejo muy tocada anímicamente, jamás pude imaginar que el haberse enterado de mi aventura con su padre iba a suponer perder por completo el amor de Víctor, y eso me hacia un daño terrible.
Pero desde luego lo que más daño me hacia de todo lo que estaba viviendo en estos momentos, era no poder tener a mi hija junto a mí, sabia que mi madre tenia razón cuando me decía que yo no era capaz de cuidarla, ni protegerla, la quería muchísimo, pero no podía sostenerla, y darle lo que ella en este momento requería. Aún así, insistí para ver si mi madre me aceptaba en su vida para poder estar cerca de Lola, incluso estaba dispuesta a aceptar las normas impuestas por mi madre para ello. Este tren tenía que cogerlo, pero no era el momento, necesitaba hacer todo lo posible para recuperar a mi hija, pues de lo contrario mi conciencia y mi alma se perderían para siempre.
—¿Mama?
—¿Sara?
—Necesito hablar contigo madre
—Ya todo lo hablamos el otro día, no tengo ganas de seguir con lo mismo, Sara
—Por favor madre, solo deja que vea a Lola por última vez, me iré lejos, te lo prometo
—Eso no va a pasar, Lola está en las Carmelas, allí no reciben visitas de forma habitual.
—Por favor madre, es mi hija, la quiero...deja que la vea una vez más y te juro que desaparece...
—No jures en vano, eso es pecado –me dijo mi madre muy alterada y como siempre cortando mis frases
Estaba claro que así no iba a conseguir que me dejara ver a Lola, tenía que cambiar los planes, me dirigí al colegio de las Carmelas, ese fue mi pasaje en el tren, saque un billete para ir a ver a mi hija, no podía ser de otra forma. Cuando llegue a mi destino, me encontré con una montaña de piedra intransferible, el colegio estaba rodeado de una inmensa muralla y en la entrada una puerta de hierro forjada antigua con un guardia muy antipático, fortachón, y faltón, pero eso no me detuvo para ver a mi hija.
—Buenos días, soy la madre de Lola, y vengo a visitarla.
—Lo lamento señora, pero eso es imposible.
—¿Imposible? Perdone soy la madre de una de las alumnas de este centro y estoy solicitando ver a mi hija, no creo que sea nada difícil acceder a mi petición –lo dije de una forma muy contundente sabiendo que este guardia no me dejaría entrar fácilmente, así que ante su nueva negativa, solo cabía esperar ofrecerle dinero para que me dejase pasar, le enseñe un billete de veinte euros y ni se inmutó, pidió otro billete, le gusto el de cincuenta, así que si quería entrar y ver a Lola no me quedaba de otra que darle el billete naranja, se lo di, y me abrió la verja, pero al entrar me detuvo con su brazo de hierro, eso es lo que parecía aquel hombre, uniformado de color beige y marrón, me empujo a su cabina de mando desde donde decidía quien entraba y quien no, y desde donde podía abrir de forma automática otra puerta para poder acceder al recinto del colegio. Yo creí entonces que me abriría esa puerta, pero cual fue mi sorpresa cuando comenzó a meterme mano por todas partes sin que yo pudiera hacer nada, me acorralo en aquella cabina que no media ni tres metros cuadrados, los cristales estaban tintados, eso me explico –¡tranquila guapa, nadie nos puede ver!, venga ¿quieres ver a tu hija? dame lo que quiero y te dejo pasar –saco su pene, me puso de espaldas a él, sujetándome por los brazos y echando todo su cuerpazo hacia mi, de forma que no podía ni moverme, ladeo las bragas con destreza y me embistió con fuerza, dos embestidas más fuertes y jadeando como un cerdo se corrió dentro, note como me caía el chorro por las piernas –¡tranquila guapa me he corrido fuera de tu coño! –aunque yo no estaba muy segura de ello, porque note algo caliente caer dentro, y no me apetecía nada quedar preñada de un salvaje así, y menos coger cualquier tipo de enfermedad por culpa de este tipejo, así que lo primero que hice tras pasar al colegio fue irme a un hospital y pedir la píldora, y un baño vaginal.
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Ardo en Deseo
RomanceSara es una mujer luchadora que vive una agonía constante en su vida personal, esto hará que se plantee su vida de nuevo y cambie todo aquello que cree que le perjudica, entrando en un bucle beneficioso para ella al mismo tiempo que peligroso, vivir...