3. Mal presentimiento

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Dicen que después de la tormenta viene la calma.

Pero también, en ocasiones, hay un silencio helado antes de que todo arda.

Y nos quemamos.

Sólo los fuertes sobreviven al fuego de la vida.

* * *

Fue sólo unos días después.

Alec no podía dejar de sonreír desde –sus mejillas se encendían sólo de recordarlo y las mariposas en su estómago revoloteaban sin parar– su primera vez haciendo el amor.

Todavía sonriendo, con Max sentado en sus piernas y jugueteando con la galleta se supone debía estar comiendo. Miró la taza de café esperando por él a una distancia segura de Max, pero al final terminó tomando la tacita que contenía la leche caliente.

—¿Esta leche de quién es? —preguntó, de verdad sin poder dejar de sonreír.

El pequeño Monstruo levantó su mirada del desastre de moronas de ahora había sobre la mesa y agitó sus manitas llenas de masa de las galletas destrozadas. En su babero azul marino también había migas, babero que resaltaba sus ojitos traviesos. —¡De Max! —habló el pequeño, tratando de atrapar su tacita—. Leche...de Max —aunque era más como un “lesh-e de masss”.

Alec estaba riendo mientras Max bebía gustoso su premio, recostado en el pecho de papá, cuando un Magnus adormilado entró a la cocina. Había estado trabajando hasta tarde porque últimamente –¿quién sabe por qué?– tenía mucha inspiración.

Se sentó en una silla frente a sus dos hermosos ojiazules y lentamente una sonrisa se extendió por sus labios, frotó sus ojos mientras extendía su mano y robaba el café de Alec. Éste protestó, aun cuando nunca tomaba si Max estaba con él porque prefería evitar accidentes. Magnus, ¿para torturar un poco más a su novio?, gimió mientras daba los primeros tragos.

—¡Papá Magus! —Max gritó, leche salpicando no sólo su babero sino todo lo que estaba cerca. Señaló a Magnus, agitando su tacita y mojando a Alec que intentó inútilmente contenerlo un poco—. Papi —gimoteó, tratando de atraer la atención de Alec, señalando a su –ahora– otro papá—, ¡papá...Magus!

Magnus sonrió mientras se ponía de pie y se acercaba hasta ellos. —Hola, Monstruo —sonrió un poco más mientras el pequeño iba enloqueciendo como si no lo hubiera visto en días y no sólo desde la noche anterior. Lo tomó en sus brazos, recibiendo también un chorro de leche y un golpe de la tacita en la mejilla, Max ya iba buscando brillos. No dejó de sonreír mientras se inclinaba hacia Alec por un primer beso.

Fue quizá Alec el que más se demoró en separarse. Degustando el café en la boca de Magnus y ese sabor embriagante que pertenecía sólo a él.

Magnus se rio mientras se estiraba de regreso en toda su altura, tomando a Max con un brazo y empujando hacia Alec la taza de café. —Buenos días —frotó el puchero de Alec que pronto se convertiría en sonrisa apenas hubiera más café en su sistema. Y fue su turno para hacer una mueca—. Me desperté y no estaban.

Ambos –Alec y Max– estaban aparentemente ya arreglados. Con sus baberos y toallitas de protección para sobrevivir el desayuno de Max y seguir presentables.

—Lo siento —Alec sonrió un poco detrás de su taza de café—, tengo prisa. Está este avento en la escuela y...

Magnus asintió, recordando ahora que Alec tenía que estar antes en el instituto donde daba clases. Iba a regresarle a Max. —Lo siento. Estaba tan cansado, no escuché la alarma y... —Max se negaba a soltarse, todavía bebiendo el resto de su leche, pero aferrándose a él con su manita libre. Ambos se sonrieron, mirándolo—. Sólo dame unos minutos, me cambio de ropa y los llevo a ambos... —si sólo lograra que Max lo dejara libre un momento.

Destiny (Malec Mpreg)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora