5. Indefenso y destrozado

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Hagamos un trato
(Mario Benedetti)

Compañer(o) 
usted sabe 
puede contar 
conmigo 
no hasta dos 
o hasta diez 
sino contar 
conmigo 

si alguna vez 
advierte 
que l(o) miro a los ojos 
y una veta de amor 
reconoce en los míos 
no alerte sus fusiles 
ni piense qué delirio 
a pesar de la veta 
o tal vez porque existe 
usted puede contar 
conmigo 

si otras veces 
me encuentra 
huraño sin motivo 
no piense qué flojera 
igual puede contar 
conmigo 

pero hagamos un trato 
yo quisiera contar 
con usted 

es tan lindo 
saber que usted existe 
uno se siente vivo 
y cuando digo esto 
quiero decir contar 
aunque sea hasta dos 
aunque sea hasta cinco 
no ya para que acuda 
presuros(o) en mi auxilio 
sino para saber 
a ciencia cierta 
que usted sabe que puede 
contar conmigo.

* * *

Magnus –con los ojos hinchados y enrojecidos– miró a la camilla del hospital y pasó su mano por la orilla. Le habían dicho que era preferible no hacer contacto físico cuando despertara, que no sabían cómo lo tomaría, que iba a ser difícil sobre todo al comienzo...

Alec llevaba dos días en el hospital. Sedado.

Magnus llevaba casi todo ese tiempo a su lado. Sintiendo el corazón completamente exprimido y sus ojos ardían tanto, las lágrimas parecían interminables. Se decía que tenía que ser fuerte –por él y por Max–, pero no era fácil. Cada vez que pensaba que el llanto por fin se había terminado, recordaba que si hubiera ido por él más temprano, nada de eso habría sucedido. Era su culpa y ahora, gracias a eso, Alec viviría con ellos toda su vida. Y entonces las malditas lágrimas volvían y él se alejaba de la cama para no molestarlo –incluso si seguía medicado–, pero como no quería alejarse demasiado –necesitaba estar ahí cuando él volviera, que supiera que lo iba a apoyar y querer siempre, que lo enfrentarían juntos–, así que sólo se paraba frente a la ventana de la habitación y lloraba lo más silenciosamente que podía.

Sólo se había separado de él para estar con Max a ratos y cuando las enfermeras le pedían amablemente salir un momento.

Nunca iba a olvidar el hundimiento en su corazón cuando llegaron él y Max al Instituto donde Alec daba clases y le dijeron que ya no estaba, “Hará unos diez minutos que se fue”. Así que, con Max acomodado en lado su cadera, sacó su móvil y marcó, quizá podían alcanzarlo. Y parecía exagerado, pero cuando no contestó ni siquiera a la segunda llamada, Magnus se sintió como si algo helado corriera por sus venas. Corrió al auto y colocó a Max en su sillita, llamó a Catarina mientras manejaba por el camino que usualmente Alec recorría a pie para llegar al metro.

Catarina no lo juzgó loco ni se burló, se ofreció a ir a casa y esperar por si Alec llegaba y también le dijo que ella misma marcaría a Camille para que avisara si aparecía por la empresa; y, aunque eso no le dijo a Magnus, le pidió a Etta que si sabía algo de él en algún hospital le informara.

Cuando pasó más de una hora y nada, Magnus se sentía al borde del llanto. Sólo mirar al pequeño Max que jugueteaba con una muñequita con ropa brillante y la agitaba sonriente ajeno a todo lo sucio de este mundo, con risitas y algunos “¡Magus!” ocasionales le impedía ponerse a llorar ahí mismo.

Destiny (Malec Mpreg)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora