Alec tenía ya dos meses de embarazo y estaba decidido a volver ya al trabajo. Estaba sentado en la sala, no en el sofá sino en el piso, como se había acostumbrado a hacer cuando estaba con Max. Al menos ya no había cojines debajo de él. Acarició su vientre distraídamente, debajo del suéter holgado que llevaba. No estaba intentando ocultar nada, era la ropa que siempre usaba. Y además todavía no se notaba, era sólo como si estuviera ligeramente inflamado. Nada raro.
Excepto porque había vida dentro de él, claro. Y era suyo, ese pequeño ser dentro de él era suyo. Podía no tener a nadie más en el mundo, pero desde ahora ya contaba con Alec y dependía de él. Sintió un nudo en su garganta y sus ojos abiertos más de lo normal. No sabía si realmente tenía un instinto paternal porque nunca tuvo un embarazo, querer a Max fue natural porque quiso a Ella y apenas lo tuvo en brazos supo que haría todo por él. Pero ahora todavía se sentía como anestesiado, como si esto no fuera real. Su ceño se frunció y casi sintió como si se moviera –aunque sabía que no era cierto, todavía no era tiempo para sentirlo moverse– cuando recordó el folleto que guardaba en un cajón de la cómoda –en el que indicaba cuánto tiempo tenía para decidir abortar–. ¿Sería de verdad capaz de dañar a otro ser vivo, a su hijo? ¿No se supone que diera hasta su vida para protegerlo?
El final de sus reflexiones y la respuesta a sus preguntas llegó con un pequeño Max corriendo hacia él. Iba con sus piernas, cada vez más firmes, corriendo hacia él sin dudar. Alec ni siquiera lo pensó, más tarde no recordaría haber tenido tiempo para hacerlo. Cuando, de reojo, vio un pequeño cuerpecito acercándose a él se hizo inmediatamente hacia atrás, su espalda recta contra el sofá, y una de sus piernas se levantó para evitar el impacto directo de Max. Su mano nunca abandonó su vientre, donde ya estaba, pero abrió su otro brazo para recibir a Max.
—¡Papi! —gritó un alegre Max, chocando con la pierna de Alec y abrazándose a su rodilla, el brazo de Alec lo rodeó y hubo un jadeo algo sorprendido.
—¡Max! —sólo unos segundos después Magnus apareció corriendo tras él. Llevaba un delineador en la mano y había una ligera capa de sombras en sus párpados, pero delineador sólo en uno. Obviamente Max había escapado antes de que terminara.
Los labios de Alec se torcieron en algo parecido a una sonrisa. Magnus estaba comenzando a brillar de nuevo; había extrañado eso.
Luego sus ojos picaron por las lágrimas por lo que acababa de descubrir de sí mismo: tan roto y confundido como estaba, seguía funcionando su instinto protector...incluso si ni una sola vez había visto a su hijo. Limpió su rostro en su rodilla porque no quería soltar a Max, pero tampoco quería retirar su mano de su vientre. Eran posiblemente ellos dos quienes le daban las fuerzas para seguir y los necesitaba.
—¿Magus? —Max hizo un puchero mirando a su padre y después alzando el rostro para buscar a Magnus. Golpeó la rodilla de Alec como para señalarlo—. Papi... —quiso estirarse para alcanzar su rostro con sus manitas—. Llorar —le dijo a Magnus, más como un “dorar”.
“Papi está llorando, Magnus. ¿Por qué llora?”
Magnus sintió el pánico crecer. Sus ojos se abrieron demasiado y el delineador cayó de su mano, rebotó en el piso y luego rodó lejos de ellos. Se dejó caer de rodillas frente a Alec. —Alexander, cariño, ¿estás bien? —y al instante se arrepintió, por supuesto que no estaba bien. Estúpido.Max se soltó de Alec y corrió por el delineador de Magnus.
Ambos lo miraron sorprendidos; aunque no tanto, era metálico después de todo.
Magnus no pudo evitar una pequeña sonrisa –Max seguía alegrando sus vidas a pesar de todo– que se borró apenas miró hacia Alec de nuevo. Retiró inmediatamente su mano que había apoyado en su rodilla y dejó caer la otra, apretada en un puño, moría por tocar su rostro y atraerlo hacia su pecho en un abrazo.
Alec hizo una mueca, ese peso horrible en su pecho. Quería contarle lo que acababa de descubrir: que quizá sería capaz de querer a su hijo, que no iba a perderlo. En su lugar sólo dijo: —Voy a llamar para regresar a trabajar.
—Alexander, yo... —Magnus no sabía qué decir, él no quería que volviera al trabajo, pero sabía que no podía mantenerlo en casa por siempre, no podían dejar de vivir debido al miedo—, yo... ¿Estás seguro?
Alec asintió. Ambos voltearon hacia Max cuando el sonido de una tapa cayendo los atrajo: el Monstruo había logrado destapar el delineador.
Magnus iba a aprovechar esa distracción para evitar este tema un poco más, pero entonces sucedió lo más inesperado: la mano de Alec rodeó una de sus muñecas. Apretando con fuerza. Demasiado fuerte.
—¿Alex-ander? —Magnus sentía como si su corazón fuera a explotar de tan fuerte que iba.
Alec quiso hablar. Suspiro, en su lugar. Todas las palabras que quería decir se acumulaban en un nudo en su garganta. Seguía yendo a terapia y también seguía teniendo miedo del contacto. Pero, más importante, lo amaba y lo necesitaba; quería sentirse protegido y no sólo vigilado en la distancia, quería sentirse amado. Simplemente, sentir a Magnus.
Mordió sus labios y miró sobre el hombro de Magnus a Max que estaba dibujando líneas brillantes en uno de sus brazos. Una risa extraña burbujeó en él. Y, antes de que Magnus volteara a ver de qué se reía, Alec lo cambió todo con sólo dos palabras: —¿Me abrazas?
El rostro de Magnus se deformó, mezcla de una sonrisa y llanto. Balbuceó algo como “Claro” y lo rodeó tentativamente con ambos brazos. Alec se sentía tenso y sus manos apretaban con fuerza donde se quedaron cerca de sus hombros. Fue un abrazo agridulce. Pero era un comienzo.
Se separaron cuando Max gritó porque casi se pica un ojo con el delineador.
Magnus corrió hacia él. —No, Monstruo, así no.
Alec susurró “Te amo” mientras lo miraba con su hijo. Tocó también su vientre.
Magnus, con Max ya en su regazo, lo miró. No se perdió la mano en su vientre. —Yo también te amo, Alexander.
* ~ * ~ *
No sé si es casualidad, pero siempre que ando triste terminó actualizando aquí 💔
¿Cómo les va a ustedes en sus vidas?
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Destiny (Malec Mpreg)
FanfictionTERMINADA» Todas las mañanas Alexander Lightwood y Magnus Bane se encuentran en el mismo vagón del metro. Todas las mañanas el pequeño Max, en brazos de su padre, mira al chico brillante frente a ellos. Todas las mañanas Magnus mira al pequeño ojia...