17. Baby mine

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Nunca soñó que podría amar tanto a alguien que el sonido de sus latidos lo fuera todo para él.
(C.Parkerson)


Alec descansaba en la cama. Su vientre de cinco meses ya bastante abultado. Tenía la mirada un poco triste y las comisuras sus labios hacia abajo, mientras lo frotaba suavemente con sus manos.

Se había tomado el día libre, tenía permiso de su trabajo porque hoy tenía consulta médica. Le harían ecografía y podría ver a su bebé –esto último levantó sus labios en una sonrisa de verdad, era su motivo de felicidad–, a su segundo hijo.

Magnus sabía que Alec estaba un poco deprimido. Era muy evidente y Etta lo había notado ya también, pero no podían darle medicamentos durante el embarazo. Todo esto le preocupaba mucho y la culpa lo llenaba porque, a pesar de toda la tragedia, él estaba feliz por el bebé en camino. ¿Era mala persona por sentirse así?

Él también se había tomado el día libre, por su puesto. Nunca dejaría solo a Alec en este proceso y en un momento tan importante para ambos.

Y Max no había ido a la Guardería, porque el pequeño monstruo quería ver a su hermanito. Se vivía pegado a Alec, durmiendo con él incluso a veces –cosa que ya no hacía antes del embarazo–. “Está chipil” les había dicho Esperanza y luego,,cuando ninguno de los dos entendió lo que era eso, les explicó; según ella era normal cuando había embarazos pues los hermanos mayores se ponían celosos y querían más atención de los padres.

Y ahora –como para demostrarlo– dicho monstruo se soltó de Magnus y corrió, tambaleándose, hasta la cama. Donde se detuvo en el borde y luchó por trepar junto a su papi. Alec parpadeó y hubo algunas lágrimas cayendo, sorbió y limpió la punta de su nariz con el dorso de su mano. Ya no era tan rápido y ágil ahora que su embarazo estaba más avanzado, así que cuando hizo un movimiento para girarse hacia Max, Magnus se acercó y habló por fin: —Yo lo subo. Quédate ahí. Además ya no puedes cargarlo, Alexander. Debes cuidarte —sonrió mientras ayudaba a Max que rápidamente se acurrucó junto a Alec. El pequeño apoyó su cabeza sobre el abultado vientre que Magnus frotó suavemente—. Cuidarlos.

Alec hizo un puchero y su frente se frunció ante la última palabra, ese plural. Hubo más lágrimas cayendo. Y el corazón de Magnus se rompía un poquito más con cada una de ellas.

No sabía si irse o quedarse. Quería más que nada abrazarlo contra su pecho, apretarlo contra él, rodearlo con sus brazos, sentir su corazón, tocar su vientre, besar su hombro y decirle que estaba aquí para él. Para ellos.

Pero, ¿debería hacerlo? ¿podía?


* * *

Alec cerró los ojos. Odiaba ver la incertidumbre en Magnus, la dolorosa duda provocada por él. Y es que en las últimas semanas habían tenido muchos avances, desde aquel primer beso; más acercamientos. Pero también había retrocesos y estancamientos. La psicóloga dijo que era normal, que es un proceso largo y lento. Que no sólo el cuerpo debe sanar, que debe ser completo: mente, cuerpo y alma. Y que a veces aunque uno sienta lo contrario, el corazón todavía no está del todo listo.

Y aun así dolía no poder hacer nada para evitar el dolor de Magnus.

Así que mejor cerró los ojos y se concentró en la energía que podía sentir proveniente de su vientre. Quizá era una locura, pero a veces pensaba que el bebé podía sentir su tristeza y que se movía para él, que le recordaba que estaba ahí.

Y luego estaba Max. Max que desde que empezó a caminar quería sólo correr libre, literalmente, lejos de él. Que amaba con locura a Magnus y a veces parecía que lo quería más que a él. Y que últimamente –como justo ahora– se acurrucaba contra él, lo más cerca posible; si Alec fuera su padre biológico, pensaría que quería volver a la seguridad de su vientre.

Todavía recordaba al pequeño bebé recién nacido que lloraba y se calmaba hasta que lo ponía contra su corazón. Hasta escuchar sus latidos que, aunque no eran los de su madre, sí lo habían acompañado durante esos nueve meses. Bastaba que le hablara para calmarlo, porque era una voz que conocía perfectamente. Alec siempre le habló durante el embarazo de Ella, incluso llegó a cantarle.

Y, quién sabe, quizá fue eso –recordarlo– lo que hizo que, cuando Max se acurrucó, abrazándose a su vientre, las manitas acariciándolo, y recostando su cabeza en su pecho, justo sobre su corazón, comenzara a cantar:

«Bebé mío, no llores
Bebé mío, seca tus ojos
Descansa tu cabeza cerca de mi corazón
Nunca me iré lejos de ti, hijo mío.»

Estaba llorando otra vez, no podía evitarlo. Lágrimas fluían más esta vez, bajando por sus mejillas. El bebé dentro de él se movió y el bebé sobre su pecho se pegó más a él.

Su voz se rompió en la siguiente parte, porque la cantó para el pequeño en su vientre, el que era producto de una violación y no por eso era no merecedor de amor, porque ya tenía su corazón:

«Si supieran lo dulce que eres, pequeño
Terminarían por amarte también...»

Después el nudo en su garganta le impidió seguir porque, maldita sea, cómo dolía la vida ahora mismo.

Pero Magnus lo sorprendió terminando la canción con una voz melodiosa y no rota como la suya, deslizando las puntas de sus dedos suavemente sobre su vientre desnudo:

«De tu cabeza a los dedos de los pies
No es mucho, Dios sabe
Pero eres tan valioso para mí
Dulce como sólo tú puedes ser, hijo mío».

Y lo último rompió a Alec. Ese “hijo mío”, que Magnus lo llamara así siempre. Un sollozo se le escapó y se interrumpió con el dedo de Magnus sobre sus labios y un suave “Sshh, sshh”.

No llegó a abrir los ojos, pero giró su rostro buscándolo a ciegas. Y los labios de Magnus se encontraron con los suyos. No fue un beso exactamente, porque nunca dejo de hablar mientras estaban en contacto. —Sshh. Está bien, Alexander, estoy aquí. Te tengo, corazón.

Y lo tenía. Alec no lo dudaba. No cuando, a pesar de lo incómodo que era con Max medio trepado sobre él, Magnus lo abrazó y logró sostenerlo.

—Estoy aquí, mi amor —Magnus volvió a susurrar.

Y Alec no podía hablar, pero esperaba que la suave caricia que dejó sobre su rostro le dijera a Magnus cuánto le agradecía que estuviera ahí, que sus dedos escribieran ese “Te amo” sobre su piel.

Y cuando su pulgar rozó los labios de Magnus y los sintió curvarse, pensó que lo hacía. Que él lo entendía, sin necesidad de palabras.

Luego tomó su mano y besó sus dedos, uno por uno. Y, por último, el dorso de su mano y susurró contra su piel: —Yo a ti.

Y esta vez fue Alec quien luchó por buscar su corazón. El de Magnus. La melodía hermosa de su precioso corazón.








* ~ * ~ *

¡Hola a quien ande por aquí todavía! 3 cosas importantes 👇👇👇

1. ¡El siguiente capítulo sabrán qué es el nuevo bebé! ¿Qué piensan? ¿Niño o niña?

2. Siento haber tardado en actualizar. Si están pendientes de las publicaciones en mi tablero de mensajes aquí en wattpad o de mis avisos en el grupo en facebook, saben que no me he sentido muy bien últimamente. No fue sólo esta historia, no había estado escribiendo. Pero hoy tuve inspiración para escribir aquí y aproveché. Espero no sea un capítulo horrible y espero les haya gustado ❤

3. La canción que cantan es Baby mine (la del video)

Destiny (Malec Mpreg)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora