7. Revelaciones

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Tenía una emoción tremenda al ver que mi madre no sólo había quedado encantada con el retrato al óleo que le había hecho, sino también al comprobar que muchos clientes habían alabado mi buen hacer con el pincel. Jamás había sido consciente de mi calidad retratando hasta que Maite Zaldúa entró en mi vida, pero el hecho de que todo el que veía mi cuadro me lo corroboraba, me hacía sentir un cosquilleo en el estómago que me tenía casi en éxtasis. Estaba tan entusiasmada que no podía esperar a contarle a doña Maite que nuestro plan había sido más que un éxito. Así que me fui al estudio sin reparar en que quizá las horas no eran las más apropiadas.

En cuanto llegué, me di cuenta de que la puerta estaba abierta, así que me aventuré a entrar hasta el estudio y llamé a la puerta interior. Doña Maite estaba todavía trabajando, pero yo no podía aguantar las ganas de contárselo todo. Tras procesar bien las palabras y después de contarle lo bien que había resultado todo con mi madre, reparé en la belleza de la obra que tenía entre manos: un torso esculpido en barro con una delicadeza que jamás había visto antes. Me maravilló comprobar la cantidad de habilidades artísticas que poseía.

Ella también estaba contenta por el éxito de mi retrato y comenzó a alabarme como hacía siempre, pero yo no podía más que disentir. ¿Cómo ella, que era capaz de esculpir con sus propias manos semejante obra tan bella, podía decir que yo acabaría superándola? Tenía que estar burlándose de mí. Me moría de ganas de que al fin me revelara alguno de sus cuadros, lo necesitaba, lo ansiaba muchísimo. Quería comprobar de primera mano lo que yo ya sospechaba: que mi maestra era un talento portentoso para el arte. Ante su negativa, mi ánimo no se redujo ni un poco, todo lo contrario, insistí nuevamente en que me dejara ver su obra. Tenía verdadera necesidad de descubrir el mundo interior de doña Maite, pues mi instinto me decía que esa postura de ocultar su talento tenía otros motivos más allá de la finalización o la calidad de sus reproducciones. Por mucho que intentó frenarme con sus palabras, mi curiosidad fue mayor que mi reparo y me aventuré a destapar una de sus obras. Rápidamente, su mano detuvo a la mía y con la fuerza del movimiento me acabé girando por completo ante ella.

Quedamos tan sumamente cerca la una de la otra que no sabía si lo que sentía era su respiración o la mía. Nunca había estado tan cerca de doña Maite como en ese momento, pero algo en mí me decía que no quería alejarme de ella. Como si mi interior me gritara que mi más profundo anhelo era estar así de cerca de ella o, tal vez, más cerca todavía. Noté cómo su mirada bajaba hasta mis labios y la mía hizo lo mismo con los suyos. Tuve la impresión de que ambas queríamos lo mismo, pero todo estaba sucediendo a una velocidad que no me dejaba procesar bien. Así que, casi sin darme cuenta, me acerqué un poco más a ella y terminé por cerrar los ojos. No sabía definir qué era lo que me movía en aquel momento, pero fuera lo que fuera, me hacía morirme de ganas de romper la distancia. Contuve la respiración durante un segundo y esperé que pasara lo que tanto anhelaba. Para mi disgusto, doña Maite terminó por separarse de mí.

- Te ruego que no vuelvas a hacer eso -me espetó y yo no sabía si se refería a mi idea de descubrir el cuadro o a quedarme tan cerca de sus labios- Seré yo quien decida cuándo te muestro mis obras.

- Lo lamento -dije sinceramente, aunque en realidad, lo que lamentaba más profundamente era no haber tenido el valor de acercarme del todo a ella.

- Cada artista es dueño de sus obras y decide cuándo mostrarlas -continuó echándome la reprimenda por haber osado invadir su intimidad, aunque noté que más que enojada estaba contrariada.

- Sí, lo sé y reitero mis disculpas. No debí...

- No, no debiste -me interrumpió con gesto serio.

- Supongo que me dejé llevar por el entusiasmo de la noticia que venía a darle -me disculpé como pude.

- Yo también estoy muy contenta de que tu madre te deje continuar con las clases, pero te ruego que en un futuro seas más prudente -me dijo sin mirarme casi a los ojos, como si tuviera miedo de mí o de lo que había estado a punto de descubrir.

"Cállate"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora