Al comprobar que era Camino y no Ángela la que me aguardaba en aquel bosque en llamas, mi cerebro les pidió instantáneamente a mis sentidos que despertaran de aquel mal sueño. Agitada por la impresión de la pesadilla, me encontré bañada en sudor en aquella fría noche de diciembre. Todavía con las pulsaciones a mil revoluciones, me intenté repetir que solamente había sido una pesadilla. Pero es que era tan real... Había sido como revivir una mala experiencia del pasado, como traer de nuevo al presente los recuerdos que yo me había esforzado tanto en enterrar. Por mucho que intenté desviar mi atención para tratar de recobrar el sueño, mi cabeza no dejaba de darle vueltas al significado de aquel sueño.
Mi amigo Jacques, con quien solía teorizar sobre el significado de los mismos, hubiera asegurado que aquello no era más que un reflejo de todo lo que me inquietaba. Como si lo que soñáramos pudiera desvelar nuestros más profundos deseos y temores. A pesar de que yo no comulgaba con la idea de que nuestros sueños pudieran forjar nuestro destino, sino que éste estaba solamente en nuestras manos, aquella pesadilla me erizó por completo la piel y me heló la sangre. ¿Me estaría queriendo decir algo mi yo interior? Y, de ser así, ¿por qué aparecería nuevamente Ángela para terminar convirtiéndose en la imagen de Camino? La respuesta a ambas preguntas me hizo ponerme a temblar porque, ¿y si aquella pesadilla me estaba queriendo decir que Camino iba a correr la misma suerte que Ángela?
Ofuscada a más no poder ante esa posibilidad, me puse a llorar maldiciendo a mi mente y al juego sucio que estaba empleando contra mi persona. Yo, que siempre me había dejado llevar por mis sentimientos, por mi corazón y lo que éste me decía, estaba completamente acobardada por lo que había en mi mente y que se empeñaba en atemorizarme. Y, a pesar de que mi joven amante había logrado momentáneamente que me dejara llevar por el amor y la pasión, mi cabeza logró posicionarse nuevamente para decir basta. Y es que tenía que evitar a toda costa que la historia se repitiera. No podía perderla a ella como perdí a Ángela.
***
Los días posteriores a mi pesadilla, me los pasé enclaustrada en el estudio. Sentía que en aquellas cuatro paredes estaba mi refugio frente al mundo y, especialmente, frente a Camino. Los dos primeros tuve suerte en evitarla porque no se prodigó por el lugar, supuse yo porque quería dejarme espacio o porque, quizá, el trabajo no le había permitido sacar tiempo para venir a visitarme. En cierto modo, lo agradecí porque necesitaba poner en orden mis asuntos e intentar pensar qué era lo mejor para protegerla.
Así pues, logré esquivarla hasta el tercer día, cuando, como Jesús después de morir, aunque yo no creyera mucho en la religión, resucitó para tocar a mi puerta. Estuve tentada por un segundo a hacerme la fugitiva y no abrirle, pero, conocedora de lo insistente que era, no iba a poder evitarla por mucho tiempo. Además de que me parecía un completo sinsentido, pues se suponía que éramos adultas y las cosas había que enfrentarlas como tal.
- ¡Te he echado tanto de menos! –me dijo nada más cruzar el umbral de mi puerta y lanzándose a mis brazos- No puedo estar separada de ti.
En cuanto me dejé abrazar, un suspiro de terrible culpabilidad emanó de mis labios. No era consciente de si lo que tenía pensado hacer era lo más adecuado, pero tenía que hacerlo, aunque me doliera partirle el corazón y partírmelo a mí misma.
- Camino –dije muy bajito mientras me deshacía de sus brazos- Tenemos que hablar. Ven –le pedí mientras intentaba que me acompañara a la sala.
- ¿Qué ocurre, Maite?
En cuanto me detuve a mirarla, vi que su cara volvía a reflejar el pánico de quien sabe que está a punto de caerle una bomba encima en forma de mala noticia. Intenté encontrar las palabras exactas para comenzar mi discurso, pero no había manera de poder hallarlas y empecé por donde no tenía que empezar: lanzando la bomba.
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"Cállate"
Fanfiction"Cómo una sola palabra puede cambiar el curso de una vida. Un momento, un instante y una forma de actuar marcada por unas simples sílabas. La palabra 'Cállate' marcaría mi destino para siempre, pero no solo una vez. La primera, para dejarme encerra...