La noticia de que don Liberto y Maite habían pactado un negocio relacionado con el arte empezó a correr como la pólvora. Antes de que me diera cuenta, medio Acacias ya tenía constancia de que ambos iban a llevar a cabo una exposición de arte donde se mostraría al público el trabajo de mi amada profesora. Los vecinos del barrio comentaban continuamente cómo serían las obras de Maite y la expectación era máxima. Aquel estado de exaltación contrastaba con el de doña Rosina, que, a medida que avanzaba el tiempo y se acercaba la fecha del evento, se sentía más intranquila por la inversión que su marido había hecho para que saliera adelante. Así se lo comentó en más de una ocasión a mi madre y, cuando lo escuchaba, yo no podía evitar poner los ojos en blanco, pues estaba segurísima de que la exposición de Maite iba a ser todo un éxito.
Mientras todo el mundo comentaba, yo me sentía completamente orgullosa de ella, en especial, al comprobar que su arte se iba a empezar a abrir al público. Maite, por su parte, estaba feliz con aquella unión de negocios y se pasó los últimos días de aquel frío diciembre inmersa en escoger las obras necesarias para su exposición. Como estaba tan ocupada, no podíamos vernos más que cuando nos cruzábamos por la calle y yo estaba ya en un punto en que deseaba que la exposición se inaugurara para poder disfrutar de un rato a solas con ella.
- ¿Has ido ya a atender la mesa 2, Camino? –inquirió mi hermano sacándome de mis ensoñaciones que, a decir verdad, tenían que ver con recorrer con mis labios el cuerpo de Maite.
- No, estaba aquí, preparando los cafés de la 4 –dije mintiendo, pero disimulando con mejor fortuna que en tiempos pasados.
- No sé qué te ocurre, pero hoy parece que llevas piedras, Camino. Espabila o cuando llegue madre nos va a abroncar al ver que estamos yendo tan lentos –resopló- En fin, ya voy yo –afirmó dedicándome esa mirada reprobatoria que había heredado de nuestra madre.
Emilio tenía razón. Iba bastante lenta, pero es que no podía dejar de pensar en las ganas que tenía de estar con Maite. Ya eran muchos días sin ella y me moría por escaparme a su estudio. Aunque, por otro lado, tampoco quería molestarla en exceso ahora que tenía tanto trabajo. Terminé los cafés de la mesa 4 y se los llevé justo cuando me percaté de que un mozo venía a traernos una nota.
- ¿Camino Pasamar? –inquirió el joven mientras yo asentía con la cabeza- Traigo una nota para usted.
- Gracias –contesté tomando la hoja de papel entre mis manos y ocultándola para evitar que Emilio la viera.
- ¡Camino, date prisa que están llegando más mesas a la terraza! Toma, prepárame esta comanda –me dijo tendiéndome la hoja de papel.
Me puse manos a la obra y, mientras colocaba los cafés en la bandeja para servirlos en la mesa 2, no pude evitar echar un vistazo rápido a la nota que me había traído el mozo. Me podía más la intriga que la inmediatez de atender a la mesa, para ser franca. Coloqué el papel bajo la barra y lo abrí para ver de qué se trataba.
"Te espero en el estudio después del turno de las comidas"
Si no era capaz de concentrarme, después de aquella nota no se me podía pedir que tuviera la cabeza en mi sitio. Eso sí, aquel mensaje hizo que tuviera una sonrisa imborrable en mis labios el resto del turno.
***
Al terminar de servir las comidas, me fui derecha al estudio de Maite. Mi madre me preguntó dónde iba con tanta urgencia y tuve que asegurarle que marchaba a la biblioteca a coger unos libros. Al ver que emprendía el camino en dirección a donde la había dicho, supuse que no había sospechado que le estaba mintiendo. Afortunadamente, la biblioteca y el estudio de Maite estaban en la misma dirección. Nada podía fallar en mi coartada.
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"Cállate"
Fanfiction"Cómo una sola palabra puede cambiar el curso de una vida. Un momento, un instante y una forma de actuar marcada por unas simples sílabas. La palabra 'Cállate' marcaría mi destino para siempre, pero no solo una vez. La primera, para dejarme encerra...