Tras la confesión de Ildefonso, mi forma de ver al joven heredero de los Pontones cambió considerablemente. Me dio cierto pesar imaginar que, aunque se pudiera tener todos los privilegios y las comodidades que su título nobiliario pudieran otorgarle, Ildefonso no era un tipo feliz. Nuestra conversación no se quedó solamente en aquella confesión, sino que se empezó a abrir de par en par para relatarme todo lo que llevaba dentro.
Ildefonso me dijo que nunca había sido partidario de la guerra, pero que su padre y su abuelo decían que era deber de un marqués no eludir sus compromisos para con la Patria. Poco a poco, su familia se encargó de meterle en la cabeza lo que se esperaba de él, tanto con el título nobiliario como de él como hombre. Al ser hijo único y el varón más próximo en la línea de sucesión del marquesado, Ildefonso era el único posible heredero del título. Pero había una pega para poder ser investido como tal: si quería obtener el título nobiliario, debía casarse antes de que falleciera el marqués de los Pontones.
Por este motivo, llevaban años intentando que se comprometiera formalmente con algunas de las mujeres de más alta alcurnia del país y de parte del extranjero. Entonces, como salida para evitar los compromisos sentimentales, se alistó en el ejército y fue mandado a la guerra de Marruecos. Mientras esto sucedía, Ildefonso veía en el conflicto la forma de ganar tiempo para escaparse de un matrimonio no deseado. Al menos, por el momento.
Sin embargo, una vez llegó allí, lo que vio le cambió totalmente la vida. No sólo acabó trayéndose consigo una visión cruda y muy inhóspita del conflicto bélico, sino que las pesadillas, los malos recuerdos y las duras experiencias vividas se convirtieron en sus acompañantes infatigables durante meses. Todo esto lo escondía bajo su aparente buen carácter y una coraza que dejaba ver que los ideales del marquesado de los Pontones se podrían salvaguardar bajo su espíritu. Aquella dicotomía lo tenía entre dos aguas: el Ildefonso que era y el que esperaban que fuera.
Para añadirle más al asunto, me acabó relatando su historia de amor frustrada durante su estancia en el ejército español. Mi buen amigo Ildefonso, se acabó enamorando de un soldado de su unidad al que jamás pudo confesar su amor y al que finalmente tuvo que despedir tras una emboscada en Marruecos en la que el joven acabó perdiendo la vida. Yo no salía de mi asombro al ver la cantidad de sufrimiento que podía llevar el joven a sus espaldas. En comparación con lo suyo, mi historia con Maite era todo un camino de rosas.
- Ha debido usted padecer mucho, Ildefonso –dije bastante conmovida por su situación.
- No quiero que piense que soy una víctima. He aprendido a vivir con mi condición y asumo qué es lo que se espera de mí, Camino. Pero le aseguro que comprendo bien lo que siente cuando dice que no puede hacer lo que desea –hizo una pausa- En mi caso, ni yo mismo me atrevo a decir lo que más anhelo en voz alta.
- Y lo entiendo, Ildefonso. Mi madre solo quiere que me case con un hombre con posibles –suspiré- Ni siquiera quiere que pinte, lo ha consentido porque usted se lo dijo y cree que así se congraciaría con ella. Y a la postre, conmigo.
- Acabáramos –dijo agachando la cabeza- Pierda cuidado, Camino, no tengo esas intenciones con usted. No le negaré que es una joven muy bella, pero no siento interés romántico en usted –apuntó con una sonrisa franca.
- Y yo no negaré que me quita un peso de encima –bromeé- Entonces, ¿qué hará con su herencia? –inquirí.
- No lo sé, se lo aseguro. Me siento en una encrucijada. Por un lado, no quiero que el título que ha pertenecido a mi familia durante tantas generaciones se pierda. Pero, por otro... -hizo nuevamente una pausa- no quiero llevar una falsa vida. Son muchos años siendo alguien que no soy. Estoy cansado.
- No sé cómo podría ayudarle, créame que entiendo por lo que está pasando –dije cruzándome de brazos- Me gustaría hallar una forma de vivir mi amor con Maite sin tener que dar mayor explicación a nadie.
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"Cállate"
Fanfiction"Cómo una sola palabra puede cambiar el curso de una vida. Un momento, un instante y una forma de actuar marcada por unas simples sílabas. La palabra 'Cállate' marcaría mi destino para siempre, pero no solo una vez. La primera, para dejarme encerra...