25. Huida

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Mis mayores temores se confirmaron en cuanto llegué al estudio. Había dejado un par de días de reposo a Maite para no agobiarla demasiado, pues algo me decía que había vivido muchas emociones tras el encontronazo con mi madre. Si hubiera supuesto que mi distancia le dejaría tiempo suficiente para pensar, de seguro no me hubiera planteado separarme de ella ni un segundo. Ahora que se estaba acercando la Navidad, Maite había decidido hacerme un regalo envenenado: nuestra ruptura. Nunca algo me había sido tan efímero que apenas me hubiera dado tiempo siquiera a disfrutarlo.

Al principio, en cuanto me dio la noticia, sentí como si estuviera viviendo una horrible pesadilla. Deseaba despertarme de un momento a otro y comprobar que aquello tan solo era un terrible mal sueño del que terminaría despertando. Pero nada más lejos de la realidad, estaba ocurriendo y yo no podía hacer nada para evitarlo. Le supliqué que no se marchara de mi lado, que íbamos a poder seguir viviendo nuestro amor, pero ella estaba decidida a protegerme de todos los males y peligros que creía que nos iban a aparecer. Intenté que me diera un motivo para aquel nuevo cambio de actitud y, finalmente, conseguí que me revelara la causa de todos sus reparos.

En cuanto me relató la historia de amor más importante de su vida hasta el momento, sentí una mezcla de sentimientos en mi interior. Por un lado, ternura al imaginarme a una Maite adolescente enamorada de su mejor amiga. Por otro, dolor y pena por lo que habían tenido que vivir ambas y el fatal desenlace de Ángela. Ahora todo tenía más sentido que nunca. Jamás había visto a Maite tan vulnerable como en aquel momento, hundida, devastada al recordar la tragedia que vivió por tratar de disfrutar de su amor prohibido. Comprendí por primera vez sus miedos, las barreras que había estado poniéndome desde que le declaré mis sentimientos. Ahora era consciente de por qué ese empeño en vivir a caballo entre el querer y el deber.

Entonces, me propuse infundirle la seguridad que yo tenía en nuestra relación, traté de asegurarle de que la historia no se iba a volver a repetir. Porque solo quienes no conocen lo sucedido son los que están condenados a repetirlo. Y ahora que yo ya sabía todo lo que ella había sufrido, no iba a consentir que nada me impidiera vivir feliz. Tenía claro que yo no iba a dejar que la opinión de la gente me llevara a hacer lo mismo que terminó con la vida de Ángela. Quería demostrarle que no sería capaz nunca de hacerla sufrir de aquella manera.

Lamentablemente, mi opinión no contaba y yo ya no estaba en los planes de Maite, puesto que me lanzó la última revelación de la tarde y dio al traste con todas mis esperanzas. Se iba a París, me abandonaba, se negaba a luchar por nuestro amor. Dolida y presa de la rabia por el hecho de que una vez más tratara de alejarse de mí sin siquiera hacerme partícipe de sus decisiones, le deseé buena suerte y que hallara allí lo que terminaba por dejar aquí: el amor.

***

Una vez más, aquella tarde llegué hecha un cisco al restaurante. Mi madre ya no se extrañaba de verme cambiar de estado de ánimo de forma tan voluble. Supongo que se había convertido en costumbre para ella verme pasar de la infinita alegría a la tristeza más absoluta. Y, a decir verdad, aquel estado de ánimo tan cambiante me solía poner muy alterada. Pero, a diferencia de otras veces, ahora estaba triste, no enfurecida. No quería hablar en demasía, no me apetecía que nadie me preguntara nada y traté de atender a los clientes de la mejor forma que supe, pero sin dar muchas explicaciones.

Mi mente, sin embargo, estaba plagada de conversaciones, de explicaciones, de frases de Maite, de intentos por mi parte de que no se fuera. Sin embargo, sabía que esta vez no iba a poder evitar que se marchara, no como la vez anterior que logré que mis labios me permitieran retenerla. Ahora poco podía hacer para convencerla. Hasta que la solución a mis problemas apareció en una conversación entre mi madre y doña Rosina.

- Tengo un chisme sobre la familia de mi amiga Benita –apuntó con secretismo, aunque secreto y Rosina no eran dos términos que casaran especialmente bien.

"Cállate"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora