Si alguna vez evoqué a través de mis obras lo que era para mí la felicidad, creo que me faltarían lienzos donde plasmar cada uno de los días a su lado. Desde el instante en que Camino apareció en aquella galería de París, no hubo un solo día en que no diera gracias de tenerla junto a mí. En esa noche de febrero, nuestros rumbos se juntaron para siempre y no se volverían a separar jamás. París nos otorgaba la relativa libertad para poder ser nosotras mismas y vivir nuestro amor bajo el manto bohemio y liberal de Montmartre.
Nuestros días se pasaban entre lienzos y obras, entre óleos y arcillas, entre besos y caricias, y no había un solo instante donde no recordáramos lo afortunadas que éramos por haber hallado la forma de encontrarnos. Cada nuevo día era diferente al anterior y, aunque como es normal, también teníamos nuestros roces, siempre conseguíamos solventarlos dejándonos llevar por nuestro profundo amor.
En lo profesional, mi exposición fue el éxito que Monsieur Savenaire había imaginado y pronto me salieron otros contratos para continuar llevando el arte a las más prestigiosas galerías de París. Además, con Camino a mi lado, mi inspiración había renacido nuevamente y cada día me surgía un nuevo cuadro o una idea nueva que merecía ser plasmada. Desde luego, aquella fue la época más prolífica y feliz de toda mi vida.
Ella, por su lado, aprovechó el dinero de la venta de su cuadro para matricularse en una prestigiosa escuela de Bellas Artes de la ciudad. Al fin, su esfuerzo había merecido la pena y estaba logrando forjarse un futuro prometedor dentro del mundo artístico. Su talento desmesurado no tardó en llamar la atención de sus maestros y pronto la seleccionaron como una alumna aventajada dentro de su promoción. Yo me sentía orgullosa de verla crecer y aprender, de ser libre para formarse y lograr encauzar su vida hasta el punto de sentirse realizada haciendo lo que más le gustaba.
Pero lo que más me hacía feliz del todo era ver lo que había evolucionado desde el día en que nuestras miradas se cruzaron por primera vez en el restaurante. Aquella Camino temerosa, que no se atrevía a dar un paso por sí misma, esa callada y prudente niña dio paso a la mujer valiente y atrevida que ahora estaba a mi lado. No sé en qué momento sucedió, pero aquella rosa que brotó frente a la adversidad floreció ante mis ojos y se postuló ante mí más radiante y hermosa que nunca. Por fin lo había logrado y yo no podía ser más feliz.
Pasaron varios meses desde su llegada cuando recibimos una carta de Cinta, gracias a la mediación de Ildefonso que le proporcionó nuestra dirección. En ella nos relataba que, tras el éxito en Argentina y sus buenas críticas obtenidas, había recibido ofertas de medio Madrid y ella y Emilio se habían vuelto para establecerse allí. En una de sus cartas, la joven le reveló a Camino que su hermano ya estaba al tanto de la naturaleza de nuestra relación y, si bien el muchacho no aprobaba ciertas decisiones, optó por no juzgar más a su hermana. Aquello creo que logró que Camino se quitará una espina que todavía llevaba clavada en su interior.
A partir de ese día, Camino y Cinta mantuvieron correspondencia de manera más o menos habitual. La hija de los Domínguez estaba muy preocupada por nosotras porque había estallado la Gran Guerra y París se había convertido en zona de conflicto. Camino la tranquilizaba continuamente y trataba de que mantuviera la calma aclarándole que estábamos bien dentro de todo lo malo. Cada nueva carta de España nos servía de alivio y era una manera de olvidar un poco todo lo que estábamos viviendo a causa del conflicto. Sin embargo, con el paso de los meses, notamos que las misivas se hacían escasas, seguramente debido a los problemas en las comunicaciones entre ambos países.
Por otro lado, en los primeros meses de nuestra vida en común en París, recibimos las continuas visitas de don Manuel e Ildefonso, con quienes no sólo establecimos lazos afectivos todavía más fuertes, sino que nos servían de puente de conexión con España haciéndonos llegar todas las noticias que nos pudieran interesar. Pero, con el estallido del conflicto, aquellas visitas se hicieron menos continuas y la falta de nuevas de ambos durante largos periodos nos hizo temernos lo peor. Con el tiempo, supimos que ambos estaban a salvo, especialmente Ildefonso, que, a pesar de ser herido en el conflicto, consiguió que lo repatriaran con honores por los servicios prestados.
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"Cállate"
Fanfiction"Cómo una sola palabra puede cambiar el curso de una vida. Un momento, un instante y una forma de actuar marcada por unas simples sílabas. La palabra 'Cállate' marcaría mi destino para siempre, pero no solo una vez. La primera, para dejarme encerra...