65. Jaque

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La visita a la finca de caza de los Pontones fue más agradable de lo que me hubiera imaginado. No es que pensara que fuera a ser una tortura, pero me resultó altamente gratificante ver cómo aquellos caballeros dejaban a un lado sus exquisitos modales para compartir confidencias con nosotras. Además, pasar un rato con Camino fuera de los círculos de Acacias también tenía un aliciente extra. Mientras yo dialogaba con el marqués, ella e Ildefonso comentaban en voz baja temas que no alcanzaba a escuchar. Sin embargo, en cuanto se giró para mirarme y comenzó a reírse, comprendí que no importaba lo interesante que fuera el tema de conversación, siempre tenía un momento para mí. Además, para ser sincera, yo llevaba rato sin poder quitarle ojo también.

En cuanto nos quedamos a solas los tres, comenzamos un tema de conversación artístico que, a diferencia de la vez que fuimos a El Prado, me pareció bastante más distendido y ameno. Ildefonso se mostró más cercano y menos encorsetado y yo, con las armas envainadas desde que conocí la naturaleza de sus sentimientos, respondía alegremente a todo lo que íbamos comentando. Me sentía tan relajada que me permití bromear dándole la enhorabuena por haber sido el primero que se hiciera con una obra de Camino. Para mi sorpresa, el marquesito no sólo se sorprendió por el gesto, sino que me sacó completamente de mi error asegurándome que desconocía quién la había adquirido. Camino y yo nos quedamos contrariadas al saber que mis sospechas no eran como las pensábamos.

Después de la visita, Ildefonso nos mandó de nuevo a Acacias con su cochero personal. Pensé que Camino se volvería al restaurante de inmediato, algo que, en realidad, no se deseaba. Sin embargo, me acompañó hasta el estudio y me dijo que tenía permiso de su madre para poder pasar fuera todo el tiempo necesario, lo que mi cerebro rápidamente modificó a: pasar conmigo todo el día. Música para mis oídos. En cuanto entramos en el estudio, comenzamos a besarnos con pasión desmedida, producto de las ganas que habíamos ido cosechando las dos a lo largo del día. No puse impedimentos en seguir con aquella muestra de deseo incontenible y la llevé hacia la sala, el lugar que hallé más cercano, para volver a hacerla mía.

Entonces, como por arte de magia, Camino se separó inmediatamente de mí y miró al suelo en busca de algo. En cuanto abrí los ojos tras dejar de notar sus labios sobre los míos, vi que todo mi estudio estaba patas arriba. Alguien se había tomado muchas molestias en destrozar cuanto había hallado a su paso y dejar que mi arte quedara a merced del suelo.

- ¿Pero qué ha pasado aquí? –dijo Camino.

No supe qué decir. Estaba en profundo estado de estupor y me dirigí en un recorrido sin sentido por aquella sala hasta mi mesa de trabajo. En cuanto llegué, miré que mi cuaderno de pintura estaba hecho trizas en el suelo e, incluso, la persona que había entrado se había tomado la molestia de encontrar los bocetos que todavía conservaba de Camino cuando la pinté desnuda. Todo ello estaba destrozado, como si un huracán se hubiera ensañado con mi arte, esparciéndolo por toda la estancia.

Aparte de mis bocetos, Camino y yo nos dimos cuenta de que había un lienzo que también había sufrido la ira del asaltante. Al cogerlo entre mis manos y darle la vuelta para comprobar cuál era, vi que se trataba del trabajo que le encargué a Camino días atrás en el que tenía que reflejar lo que más feliz le hacía. El lienzo estaba completamente hecho añicos, pero todavía se podían distinguir nuestras manos entrelazadas.

- Maite –me dijo con un hilo de voz- ¿quién ha podido entrar aquí y haber hecho esto? –preguntó con un semblante de profundo terror.

- No lo sé –dije mirando todo el destrozo una vez más y sin soltar de entre mis manos el lienzo de Camino- Pero algo me dice que no le ha gustado lo que ha encontrado.

***

Quizá no fue lo más acertado, pero decidí enviar a Camino a casa. Tenía un estado de profunda frustración y dolor al ver que alguien había allanado mi hogar y no podía pensar con claridad. Estaba enfadada y preocupada a partes iguales. El que hubiera entrado allí y hubiera cometido aquel atentado lo había hecho ensañándose precisamente con las cosas que representaban nuestra unión. No tenía claro si la motivación principal del intruso había sido la de encontrar algo, pero, supuse que, al hallarlo, terminó tomándose la justicia por su mano. Se me agolparon mil pensamientos en la cabeza y ninguno bueno. Intenté tranquilizar a Camino para no preocuparla más de lo que ya estaba y, aunque tratamos de infundirnos ánimos mutuamente, las dos coincidíamos en tener la misma sensación de haber sido descubiertas. Una vez a solas, hice una inspección visual del lugar, ya que necesitaba saber quién había sido capaz de entrar a mi estudio y con qué finalidad.

"Cállate"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora