Me encontraba sumida en plena vorágine de deseo, con los labios de Camino haciendo de las suyas sobre los míos y con mis manos recorriendo cada centímetro de su cuerpo. Mis instintos ya no habían encontrado razón válida para detenerme y había sucumbido al amor y a la pasión. Hacía tanto tiempo que deseaba estrecharla entre mis brazos y lo había pensado tantas veces que no podía imaginar que estuviera pasando realmente. Era increíblemente preciosa al desnudo. A diferencia de cuando la pintaba al lienzo, ahora podía tocarla de verdad y no a través del pincel. Ya no necesitaba un trozo de papel al que acariciar, porque podía tocar su piel y cerciorarme por mí misma si era tan suave como me la había imaginado.
Por un segundo, me vino a la mente la idea de que aquella sería la primera vez para Camino, al menos, la primera vez de manera consentida. Y me entraron unos temblores por el cuerpo al pensar que pudiera estar yendo todo demasiado deprisa. Sin embargo, en cuanto me llevó directamente al chaiselongue y se subió a horcajadas sobre mí, pude comprobar que la estaba subestimando nuevamente. Que la niña que yo pensaba que tendría todavía miedo a enfrentarse a la vida y a sus propios miedos había quedado atrás. Ahora estaba ante mí una mujer tan fuerte y segura que se permitía el lujo de volverme locos los sentidos.
Me excitó muchísimo ver que no titubeaba lo más mínimo y que tomaba las riendas de la situación como si fuera toda una experta en la materia. Desde luego, yo no fui tan valiente en mi primera vez. En cambio, Camino estaba dejándose llevar a las mil maravillas. Me encantaba lo desvergonzada que era a veces, como cuando me espetó aquel "Cállate". Tenía tan claro lo que quería que, en ocasiones, era yo la que se sentía toda una inexperta frente a ella. Conseguía dejarme sin palabras, literal y figuradamente.
Decidí dejar que fuera ella la que ejecutara todos sus movimientos, que hiciera lo que su corazón y su deseo le pidieran. Y debo decir que me sorprendió su gran habilidad para encontrar cada resquicio de placer en mi cuerpo. Apenas sabía cómo reaccionar ante ella, solo me dejaba guiar por mis manos y mis labios, que deseaban saborear de su piel. Mientras, ella hacía mil diabluras en mi cuerpo y provocaba en mí infinidad de estímulos que me tenían al borde del colapso. Finalmente, cuando se adentró en mi intimidad y comenzó a jugar con ella, mi mente no siguió su plan establecido y se lanzó a por ella, siempre con mucho cuidado y esperando a que ella me diera permiso para hacerlo. La miré durante un instante y sus ojos me dijeron que podía acceder a lo más profundo de su ser. Y ahí fue donde se quedó el último de mis reparos con ella, ahogado en su excitación y en la mía propia.
Me tenía en una nube de éxtasis y solamente quería que ella sintiera el mismo placer que yo estaba disfrutando. Sus pechos, tersos y turgentes, me invitaban a acariciarlos y besarlos mientras ella se deslizaba con enorme destreza sobre mi sexo. Su espalda, libre de toda prenda, me animaba a tocarla con mis yemas. Cada caricia, cada movimiento, cada mirada me hacía perder un poco más el juicio. Y en el momento en que ambas llegamos al placer, me di cuenta de que había sido una tonta por reprimirme tanto tiempo. Tenía tal sensación de felicidad que apenas era consciente de dónde estábamos, solo quería que ese momento durara para siempre. Y, aunque no pudo ser así, durante un par de horas, no hubo nadie más para nosotras. Nos dedicamos a amarnos como si no existiera nada más en el mundo: solo ella y yo, abrazadas hasta el fin de los días.
***
Perdí la noción del tiempo por completo. Mientras ella reposaba sobre mi regazo, mi mano le acariciaba los cabellos y el rostro con dulzura. Relajada como nunca la había visto, ella me devolvía las caricias sobre mi brazo. Podía sentir el aroma de su pelo y la suavidad de su piel con tal detalle que aún hoy los tengo bien presentes. Calladas, reposábamos exhaustas tras habernos amado sin tregua. Podía haber cerrado los ojos en ese instante y recordaría cada una de las caricias y los besos que nos profesamos. Camino, con su rebeldía y su amor, había derribado cada uno de los muros que yo me había empeñado en levantar para impedirlo. Y ahora, solo el silencio era testigo de lo que nosotras estábamos viviendo en aquel estudio.
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"Cállate"
Fiksi Penggemar"Cómo una sola palabra puede cambiar el curso de una vida. Un momento, un instante y una forma de actuar marcada por unas simples sílabas. La palabra 'Cállate' marcaría mi destino para siempre, pero no solo una vez. La primera, para dejarme encerra...