Vamos pa' la playa

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Y así comenzaba nuestro viaje anual, sólo Sebastián, yo y el paraíso. Jugamos un rato más hasta que nos dejamos caer en la arena ya sin aliento por las risas.

-¿Sabes pan?- me miró -desde que peleamos ese día no podía dejar de sentirme solo- bajó la mirada -mi vida era la de siempre pero no me sentía completo- miró al mar -busqué mil maneras de contactarte pero agotaste todas mis opciones- sonrió con nostalgia

-Siempre estuviste cerca, la verdad es que nunca te alejaste de mi vida- me miró -Rodolfo  te mencionaba cada que podía y pues vi tu pandita cuando regresé de Pachuca- recordé que lo tenía en el departamento de Liliana y esperaba encontrarlo al regresar

-Pero nunca llamaste- se recostó en la arena

-No quería, cada que lo pensaba recordaba lo que me habías dicho y me ganaba el orgullo- admití apenada -No pensé que te afectaría tanto- hice un puchero

-Tampoco yo- sonrió -dicen que no valoras lo que tienes hasta que lo pierdes y cuando se llegaban momentos difíciles y recordaba que no podía hablar contigo fue cuando me di cuenta de todo lo que hacías por estar conmigo- suspiró -es sólo que como siempre estabas ahí no creía que podías irte un día- comenzó a juguetear con la arena

-Bueno, ya ves que si puedo hacerlo- lo hice mirarme -así que más te vale que me cuides- advertí burlona y él sonrió

-Si bueno, trataré- bromeó y ambos reímos

El primer día se pasó volando, algo que me encantaba de nuestros viajes es que realmente éramos sólo nosotros, una vez que llegábamos al lugar y avisábamos a nuestra familia los teléfonos y las redes sociales pasaban a segundo plano.

Nos quedamos en la playa hasta tarde, disfrutando de las estrellas y recordando nuestros viajes anteriores. Cuando regresamos a la cabaña hicimos un tendido con los colchones y dormimos en la misma habitación, algo que no me incomodaba y tampoco me hacía sentir que le faltara el respeto a mi relación puesto que había distancia de por medio, ademas de que nuestra amistad tenía los límites muy marcados.

Cuando desperté vi que tenía mensajes de Rodolfo avisando que ya iba rumbo a Cancún y que me avisaría en cuanto aterrizara, le hice saber que yo me encontraba bien y le deseé un buen viaje y le dije que estaría esperando su mensaje de que estaba sano y salvo en Cancún.

Salí de la habitación y Sebastián ya tenía servido el desayuno, se acercó a mí y besó mi frente.

-Buenos días pan, ¿qué tal dormiste?- nos sentamos a desayunar

-Super bien, últimamente estoy durmiendo mejor- dije contenta

-Necesitabas relajarte- sonrió -creo que elegimos un buen lugar- miró el bello paisaje

-¿Tú y Rodolfo?- me burlé

-Yo y tus papás- lo miré seria -tuve que contarles todo, desde que peleamos ellos se volvieron un contacto, aunque casi no te comunicaras con ellos- me sonrojé

-No me comunicaba mucho con nadie, ya sabes, sigo siendo...-

-Solitaria- terminó por mí -no digo que esté mal pero necesitas conocer a más personas, dejar de lado ese miedo a confiar y crear lazos- tomó mi mano -debes dejar ir-

-Lo sé- intenté sonreír -trabajó en ello-

-Descuida, voy a ayudarte- sonrió

En esa hermosa playa había cientos de actividades por hacer y aunque si había señal para mensajear sólo intercambiaba uno que otro mensaje con Rodolfo y me dedicaba a disfrutar con Sebastián.

Amor a manos llenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora