LANA CASTINGER
La noche era brillante, podía observar las estrellas y la luna, estaba pasmada por tal belleza. Me hacía recordar los momentos que pasaba con Mateo, estaba cansada de pensar en ello y hasta me cuenta de contarlo.
Un suspiro se escapó de mis labios con pesadez; tenía calor, extrañaba a mis hermanos, y no fue un buen comienzo... otra vez. Hoy, en especial, hoy tenía el pesimismo dentro de mí, hasta los huesos. Me senté en el frío suelo y abracé mis piernas mientras lloraba sin consuelo, sentía arder mi pecho y mi garganta se desgarraba, se me hacían nudos, pero las lágrimas saladas salían inevitablemente como si fueran las Cataratas del Iguazú bueno no tan así, pero se asimilaba de cierta forma. Tapé mi rostro con un almohadón y gritaba con furia... furia guardada que no hacía más que lastimarme constantemente y hacer sentir mal a las personas que se querían introducir a mi burbuja.
¿Por qué era tan mala? ¿Por qué siempre tenía que embarrarla? ¿Por qué? Siempre fui descuidada con mis palabras y me lamento cuando daño. No importa si tuve la razón o no, pero me trabajaba mal la cabeza.
Alcé mi rostro al cielo y sequé mis lágrimas intentando relajarme, la verdad que los sentimientos de culpa te agotaban. Mi padre me había enseñado de pequeña, clases de artes marciales y me gustaba mucho de una manera que me gustaría experimentar clases particulares donde pueda desarrollar enseñanzas nuevas, pues entonces para poder despejar mi mente comencé a practicar. Así estuve un tiempo, tratando de no pensar en ello o en las cosas que no debía.
Finalmente, la ducha fría, algo para comer y la cama fueron mis mañas para desencadenar una larga fila de sueños.
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Mamá me despertó, no quería ir hoy a clases, pero ella insistió en que fuera. Sabía que debía de enfrentar mis problemas como persona adulta, que era o que sería. Otra vez la gente estaba con cara de mal humor, no me agradaba eso, en Argentina, en mi pueblo estábamos acostumbrados a tomar matecito con nuestros amigos e incluso con algunos que no lo eran. Por lo que me resultaba difícil de cierta forma, papá estaba trabajando, no había podido despedirme de él.
Las caras de mis compañeras se me venían en mi mente, recordaba lo sucedido anteriormente y el dolor que tenía en mis huesos. ¿Era acaso sentimiento de culpa nuevamente? Las cuchillas que abrían mi piel, la tinta roja que salía de mis venas, las vendas que cubrían mis piernas y brazos, eran recuerdos que quería borrar y heridas que sanar.
La señora que estaba a mi lado, me interrumpió de mis pensamientos, ella me informaba que el chofer me esperaba. Mamá besó mis mejillas y me abrazó con fuerza, podía sentir el perfume que ella adoraba y lo rico que era; el camino a la escuela fue muy corto, más de lo normal. Podía abrir la ventanilla de arriba, pero me despeinaba entera. La ciudad era tan linda, llena de gente que venía de distintas partes del mundo para ser turismo o negocios. Al llegar a lo que sería la escuela, el chofer me abrió la puerta entregándome mis cosas y deseándome un buen día, cosa que no estaba segura de que sucediera, sin embargo, debía de tener fe en Dios.
Caminé sin fijar mi mirada en alguien, parece que no era tan genial como pensaban los demás. El chico tímido que había "salvado" fue a mi encuentro como si fuera su superheroína o algo parecido.
-Buen día- sonrió torpemente mientras acomodaba su chaleco- Me llamo Choi Beo-Jun- realizó una inclinación-
-Hola- me acerqué y besé sus mejillas- Lo mencionaste ayer-
Este se sobresaltó de forma exagerada, pero muy exagera, lo miré sorprendida era normal en Latinoamérica.
-¿Estás bien?- miré su rostro colorado- Disculpame si te molesté, no quise molestarte-
Él nuevamente se sonrojó, miré alrededor y todos miraban cuchicheando entre ellos, blanquee los ojos y seguí mi camino. ¿Acaso otra vez había cometido un error? ¿Era acaso tan rara?
Entré al aula asignada, y allí estaban las chicas del día anterior. Ellas solo se limitaron a mirarme, lentamente me acerqué. Debía de cambiar mi modo de ser, si no nunca podría cumplir mis mentas u objetivos, siendo como era hasta ahora.
-Chicas, lamento lo sucedido, espero que no vuelvan a hablar mal de mí-sonreí algo dolida-
Ellas únicamente se reían, haciéndome confundir aún más. No entendía, estaba pidiendo disculpas y... ¿Ellas se ríen en mi propia cara? Medio desubicado.
-¿Crees que te vamos a perdonar solo porque tenés un puesto?-sonreían sarcásticamente-
Fruncí el ceño, en espera de una explicación que no llegó. ¿Un puesto? Ni que fuera CEO de la mejor empresa.
-No entiendo a qué te referís- estaba indignada- yo ya dije lo que debía decir, es asunto tuyo el querer o no aceptar mis disculpas-
Me di la vuelta y seguí mi camino, de repente sentí como me mojaban haciendo que mi cabello se arruinara, giré sobre mis pies y pude ver como se burlaban, otra vez. Una mano me empujó hacia atrás, mis ojos mojados por el líquido por un breve instante me impidió ver, sin embargo, divisé una espalda ancha y masculina, era Wen Xu.
-Ella te pidió disculpas, y la tratas así- hablaba lentamente- Debes disculparte con ella- ellas realizaron una mueca molesta- o le puedo informar al director sobre lo sucedido en este momento-ellas se inclinaron rápidamente-
-Perdónanos, por favor-
Sujeté sus hombros rápidamente.
-Por favor, no hagan esto, es un poco incómodo, perdonen mi soberbia- les sonreí-
La verdad que era una situación bastante incómoda, era tan denso. Me alejé de allí para dirigirme al baño a ordenar mi cabellera, me miré al espejo y suspiré con pesadez, miraba mi celular mientras me encaminé a la salida para encontrarme por sorpresa para mí, a Wen Xu.
-Me debes agradecer- su tono era burlesco-
Recordaba lo que me había dicho con anterioridad. Me acerqué a su rostro, él se sorprendió.
-Disculpame por ser un problema- me marché del lugar, rozando mi brazo bruscamente con el de él.
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Una argentina en Asia
RomanceSi mi vida hubiera sido dos alas, estaría volando sobre la cúspide del Aconcagua, observando la belleza natural de los árboles y el aroma dulce de la nieve al derretirse sobre las filosas rocas brillantes de la flamante cordillera de Los Andes, pero...