Una argentina de viaje

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LANA CASTINGER

Mi madre Eliana me había recordado que nos teníamos que ir de Argentina, la verdad ya me sentía vacía de saber que tenía que abandonar el cordón de montañas que miraba todos los días al despertar, ya que para mí era una de las maravillas más hermosas del mundo; mi padre tenía un trabajo muy importante que le había encomendado su jefe y era un sacrificio que toda la familia tenía que hacer.

Mis hermanos mayores se quedarían en Mendoza, pues ellos estudiaban aquí, sin embargo, yo dejaba todo.

Nuestra última cena había sido bastante acogedora, contando anécdotas del pasado que nos traían emociones de golpe. En nuestra piel, los vellos se erizaban sin permiso y nuestro corazón chocaba con nuestra pared torácica como si quisiera salir afuera con lágrimas sangrantes de despedida. 

Me dolía, sentía mis lágrimas pelear por no salir de mis ojos, pero fue tarde cuando sentí los brazos de mis hermanos envolverme como si fuera un oso de peluche que su dueño perdió. No lo sabía o tal vez sí. ¿Tengo que dejar todo? Había sido mi decisión y no había marcha atrás, es verdad... los iba a extrañar por varios tiempos, eternos tiempos en donde las horas serán días, las semanas meses y los meses serían años. Ya no golpearía a mi hermano en su abdomen y tampoco molestaría a mi hermana mientras duerme. Admito que esta vez no entendía cuál era el propósito de Dios para mi vida, pero estaba segura de que él me ... No, mejor dicho, nos guiaría al camino que sea el correcto.

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YO V

Tal vez Lana no lo sabe, pero su familia sufre aún peor que ella. Tienen miedo de que sufra en este mundo oscuro, al igual que sus padres. Ellos estaban seguros de que ella lucharía por su vida y daría lo mejor por ser ella misma.

Aunque faltan historias por completar en su mente, te lo contaré lentamente amigo.

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LANA CASTINGER

Hoy, nos marchábamos, el aeropuerto era enorme, lleno de gente desconocida.

-Cada persona es un mundo- mi madre comentó observando los de su entorno-

Era verdad, cada uno era diferente en todos los aspectos, la forma de vestir, religión, país, pensamientos, problemas en especial, algunos lloraban sin consuelo, otros reían y el resto era indiferente.

La voz de una mujer me despertó de mis pensamientos.

-Pasajeros con destino a Corea del Sur-

La mujer continuó diciendo lo mismo, pero en diferentes idiomas, dejamos el equipaje y nos montamos en el avión.

No podía mantenerme quieta, era un viaje de 26 horas, 22 minutos, mis padres dormían, bueno, todos pasajeros lo hacían, yo estaba con los pelos de punta, nunca me había subido a un avión y tampoco quería. Me puse a leer un artículo de Seoul (Seúl), contaba que había una población que era de  51.635.000 de personas, suspiré con pesadez. Mi madre se despertó por sus piernas que estaban adormecidas.

- ¿Qué lees hija? - sus ojos cafés con lunares miraban mi revista-

-Mirá mamá, acá dice que hay una población de 51.635.000 y en nuestro pueblo, máximo hay 16.000 habitantes-realicé una mueca de asombro- Era verdad, pude jurar que mi boca se abrió mostrando un poco los brackets que tenía en mi dentadura.

Mi mamá estaba realmente nerviosa, habíamos dejado literalmente todo. Mis padres habían dejado a sus dos hijos mayores, la casa, los animales y pues, a mí me habían tenido que llevar. Estaba asustada, pues no conocía a nadie de allí. El avión estaba por aterrizar, me agarré de los apoya brazos y de la mano de mi madre, sentía mi estómago revuelto y mi boca amarga. Mi padre se dio cuenta y me pasó la bolsa de emergencia con las pastillas, estaba mareada y mis manos eran torpe al querer sujetar las pastillas; apoyé mi cabeza en el asiento mientras las azafatas me daban aire con lo que parecía ser una revista en otro idioma.

Mis pies se sintieron un poco más seguros al tocar tierra, mis padres estaban en cada lado, cuando una avalancha de periodistas comenzó con preguntas a mi papá.

-Señor Castinger, le hablamos de Periodismo Internacional ¿Qué planes van a realizar en Seúl?- un hombre alto, un poco redondito y algo sudado extendió el micrófono a mi padre que aún seguía sosteniéndome-

Mi padre lo miró con sus ojos azules y sonrió.

-Hola a todos, por ahora no me han dado autorización para dar a la luz los planes conferidos- continuó caminando-

Sin embargo, otra voz hizo que mi padre se detuviera nuevamente, mi madre suspiró con cansancio, mientras que yo intentaba dar todo mi esfuerzo por no desmayarme delante de miles de personas que estaban alrededor de mi entorno, sin contar los televidentes. Apreté la mano de mi padre.

-Señor Castinger ¿Cómo le fue en su viaje con su familia? ¿Es verdad que la señorita Lana va a inscribirse en la escuela "Castillo de ilusiones"?- la mujer de unos 35 años me observó con cierta soberbia –

La verdad que no me había dado cuenta de que la forma de vestir de ellos era muy diferente a la de Argentina.

Mis cabellos rubios estaban atados a una cola que me había realizado mi madre en improvisación cuando me descompuse en el avión; mis piernas estaban descubiertas por un short que llegaban a más debajo de los muslos, y mi musculosa que marcaba mi cuerpo aún más; mientras que la periodista era demasiado formal.

Algunas personas nos miraban un tanto raro, eso era un algo sorprendente.

-El viaje estuvo bien, muchas horas de viaje, por eso les pido consideración. Y lo del asunto de mi hija, es algo que no es necesario saber.- mi padre fue directo y respetuoso- Que tengan buenas tardes-

Unos hombres que parecían ser guardaespaldas corrieron a todos los periodistas. Nos guiaron hasta una limusina carísima, la cual nunca estábamos acostumbrados.

-Amor- mi madre llamó la atención de mi padre- ¿y esto? - señalo el interior de la limusina de cuero-

- Negra, hasta yo estoy sorprendido, mi jefe nos dijo que nos iban a tratar bien, pero nunca pensé en esto- besó a mi madre-



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Una argentina en AsiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora