Capítulo V

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Juan se sentía felíz. 

Luego del viaje y de la escala en otro país, llegó finalmente a Roma. 

No podía dejar de observar todo su alrededor, sobre todo porque todos allí hablaban en italiano, y se sentía bastante desorientado. 

Luego de algunos trámites y notificar que se hospedaría en un hotel de Roma (mentira); salió hacia la salida, siguiendo a la multitud, ni siquiera tenía en claro donde estaba llendo.
¿Y si la persona que iría por él, no llegaba? 

Cuando ya se encontraba prácticamente a la salida del aeropuerto, pudo ver a un conjunto de personas, todas atentas buscando a alguien entre la multitud que llegaba. 

 Tenían pequeños carteles con nombres en sus manos. 

Alguien entre esas personas destacaba sobremanera. 

Una joven religiosa que vestía un habito color marrón oscuro, tenía un cartel con el nombre: Padre Juan Amable Aguirre. 

El joven vestido de sotana que le llegaba hasta los pies y el alzacuello en todo su esplendor, suspiró de alivio al verla. Ella al verlo le sonrió amablemente, parecía como si ya lo conociera de antes. 

Él no pudo creer lo hermosa que era aquella muchacha, cuyos ojos verdes embelezarían a cualquiera. 

Se regalaron la más dulce de las sonrisas, la expresión de la chica transmitía paz. 

-¡Gloria a Dios, padre Juan bienvenido!- profirió ella con su dulce voz y acento italiano. 

Él, casi en shock, sentía que no podía decir ni una palabra... Pero al fin dijo:

-Ho.. Hola... Gracias hermana, soy... Soy Juan, padre Juan  Aguirre... -. Dijo un tanto nervioso, la belleza de la joven era para él, nunca antes vista. 

-Benedicamus Domino... - dijo ella sin dejarlo de mirar. 

-Deo gratias- contestó él observándola dulcemente. Aunque le pareció extraño aquél antiguo saludo religioso, no reparó tanto en ello. 

Se tomaron de la mano a modo de saludo. 

-En nombre de la orden Franciscana y de la orden de clarisas franciscanas, tengo el honor de darte la bienvenida, soy la hermana Emilia, de la orden de clarisas franciscanas-. Profirió ella segura y sin equivocaciones. 

-el honor es todo mío hermana. 

-le estamos muy agradecidos por su presencia, ahora por favor sígame, lo conduciré hasta el sacro cuore di suffragio-. Comenzó a caminar.
Juan la siguió con su bolso y la maleta que poseía unas pequeñas ruedas. 

Afuera del aeropuerto, el frío se sentía sobremanera. Gracias a Dios, Juan ya estaba preparado para ello. 

Un taxi, cuyo modelo se veía un tanto antiguo, ya los estaba esperando.

El conductor, ayudó al padre a colocar sus valijas en el baúl del automóvil. Los dos jóvenes religiosos se sentaron en el asiento trasero, y la hermana dió la orden de que los llevara hasta la iglesia. 
El viaje sería un tanto largo, asique aprovecharon para hablar un poco. 
Por momentos, se quedaban callados y luego hablaban. 
Juan se sentía un tanto incómodo, la mirada del conductor hacia él, era un tanto extraña. 

-¿entonces... Es ahí donde voy a vivir, detrás de la iglesia hay habitaciones? 

-las habitaciones están dentro de la misma iglesia, en el pasillo trasero. Las verás enseguida, además te acompañará otro sacerdote que viene desde Alemania. Su misión será cuidar de la iglesia, ya que hace más de un año que se encuentra deshabitada. 

-¿más de un año? Pero... ¿Qué le pasó al párroco de esa iglesia?-. Preguntó Juan con extrañeza. 

-se ha marchado sin más. Verá padre, es una iglesia muy especial, que requiere cuidados... Especiales. Muy pocos sacerdotes y feligreses se atreven a ir allí. Padre, hemos escuchado de usted y de su ferviente devoción por las almas del purgatorio, Dios nos ha mostrado que usted es el indicado para cuidar de dicho templo. Padre, el sacro cuore di suffragio es la única iglesia en Roma dedicada a las almas del purgatorio, estoy segura que nunca escuchó hablar de ella y es porque en estos tiempos que corren lo más triste es que quieren ocultarla, como también ocultar la existencia del Purgatorio. Pero usted es la Esperanza padre Juan, sé que en el tiempo en que estará allí, la devolverá a la vida-. Explicó ella esperanzada. 

-si hermana, tiene razón, jamás oí de ella. Pero... ¿Cómo se enteraron de mí y de mi devoción por las benditas almas? 

La joven, que le hubiese encantado que no preguntase tanto, (aunque en el fondo lo entendía) le contestó:

-El padre Joüet, en uno de los tantos viajes que hizo por el mundo, fué años atrás a Buenos Aires, y allí escuchó hablar de usted. Él fué sacerdote del Sacro cuore di suffragio, pero luego no pudo hacerlo más, tuvo que ir a una misión y no volvió. Nunca olvidó la capilla, y siempre buscó a buenos sacerdotes, pero todos terminaron huyendo. 

-¿el padre Joüet? No lo conozco, solo hablé con él por teléfono, pero le estoy muy agradecido a él por esta misión, espero cumplir con sus expectativas. 

-¡claro que lo hará padre, no se preocupe!-. Dijo ella felíz. 

Por fín llegaron, el taxi paró en una esquina y ambos religiosos bajaron del vehículo. 

-¡per favore padre, non dimenticare di pregare per me! -. Le dijo el taxista con cara angustiada. 

Juan arrugó el entrecejo. 

-¿qué dijo?-. Le preguntó a Sor Emilia.

-él le ruega que lo ponga en sus oraciones-. Contestó con su dulce vos. 

-¡ah, si claro!- dijo Juan dirigiéndose hacia el señor- yo te bendigo en el nombre del padre del hijo y del espíritu santo- dijo levantando su mano y haciendo la señal de la cruz.

El hombre suspiró profundo y sonrió. 

-¡mille grazie padre Juan!- dijo el hombre con una gran sonrisa y luego partió de allí en su vehículo. 

Al joven le pareció extraño, pero le gustó ver la alegría con que el hombre recibió la bendición. 

Junto a la religiosa, caminó unos pasos hasta llegar a la hermosa iglesia de arquitectura gótica. No podía creer ver tanta belleza.
Y más porque aquél templo se encontraba frente al río Tiber. 
La joven sacó debajo de su habito, un manojo de llaves. 

-¡aquí tiene padre, es suya ahora!-. dijo ella entregándole las llaves. 

El portón estaba cerrado con un grueso candado. 

-¡gracias! ¿Se quedará conmigo hermana? 

-¡oh no, ahora debo partir hacia el convento, pero seguramente recibirá visitas y sabrá noticias de de mí y mis hermanas! Busque en las oficinas del templo, allí seguramente estarán los horarios en que debe dar misa... ¡Oh padre, gracias a Dios que está aquí, gracias por haber venido! En un rato seguro llegará su ayudante. 

-¡gracias a usted hermana Emilia, nunca voy a olvidar su cálida bienvenida!

Se saludaron con las manos, y se miraron dulcemente. Luego ambos, en un acto de timidez, miraron al suelo, y ella partió a pie. 

Juan observó la gruesa cadena y el viejo candado que tenía frente a él, cuya estructura se encontraba un tanto oxidada y llena de telarañas al igual que el portón. 
Suspiró y luego volvió a mirar hacia donde se suponía, iba caminando la joven, pero sorpresivamente, ella ya no estaba. 
El arrugó el entrecejo y observó a su alrededor, pero fué en vano, ella ya no estaba. 

Comenzó a buscar la llave del candado, la encontró pero estaba muy duro. Luego de hacer fuerza, al fin abrió el grueso candado. Sacó la cadena y con otra llave abrió el portón. 

Ingresó pisando la acumulación de hojas crujientes que estaban junto a la puerta de la iglesia. 
No había dudas, por afuera se veía muy hermosa. Juan ya se encontraba más que ansioso de verla y conocerla por dentro. 

El tercer lugar [Terror]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora