Capítulo XLII

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Se colocaron frente al tablero y se sentaron. 

—¿apostamos? —le dijo Ose con una sonrisa macabra. 

—No y no soy tonto, solo vamos a jugar una partida y ya está. 

—bueno, como quieras. ¿Deceas que te abra los ojos? ¿Quieres saber las grandes respuestas a todas tus dudas? 

—quiero saber que le pasa a Berger. ¿Por qué lo atormentás así? —preguntó Juan moviendo una pieza de ajedrez. 

—yo no soy, él solo se lo busca —movió otra pieza. 

—él no era así. ¿Por qué actúa de forma rara? 

—Asmodeo. Él le envió a alguien para que se saque las ganas. 

—¿Asmodeo? Pero ¿por qué todos están en contra de nosotros? 

—porque ustedes son, ¿como decir? Tienen almas tan limpias, ustedes son como un piso brillante inmaculado, y nosotros tenemos ganas de verlos manchados y llenos de suciedad —decía pensando en un nuevo movimiento. 

—¿por pura maldad? 

—digamos que sí, además son de los pocos sacerdotes vírgenes que existen en el mundo. 

—¿cuántos existen? Quiero decir sacerdotes castos, en serio —profirió moviendo una pieza. 

—doce en total, uno todavía cuenta con ocho años en este momento, pero cuando crezca lo hará. Igualmente no me preocupa, la fe en el cordero se está perdiendo. 

—¿doce? Somos tan pocos… —se lamentó. 

—doce santos, que asco, me repugna. 

—¿santos? 

—si Juan, hoy Lucifer se retorsió de dolor y fue tu culpa. —dijo moviendo otra pieza muy molesto. 

—¿por qué mi culpa? 

—porque levitaste mientras orabas. Tengo ante mí uno de los guerreros del cordero. Y no pienses que nos quedaremos de brazos cruzados, tú y los otros once van a caer con los placeres de este mundo gobernado por Satanás. 

—no te creas que la van a tener fácil, vamos a luchar. Y todas esas personas que creen que se van a llevar, las vamos a salvar. 

Ose rió a carcajadas. 

—ya nadie cree en el cordero, la gente necesita ver para creer, ustedes se están reduciendo a pasos agigantados. Y nosotros somos los dueños de este mundo —dijo moviendo otra pieza. 

—es cierto, con Dios es creer para ver, pero tengo esperanzas, sé que muchos se van a convertir al catolicismo, yo confío en que así será. 

—me das pena, tú y los tuyos. 

—jaque mate —le dijo Juan de repente. 

Ose observó el tablero indignado. 

—¿Qué? No puede ser… 

—¡Qué la mano de Dios te envíe devuelta a tu lugar, en el nombre de padre, del hijo y del espíritu Santo! —dijo levantado su mano derecha, haciendo la señal de la Cruz. 

Ose se retorsió de dolor y gritó tratando de correr, pero luego cayó, sus piernas temblaron  al querer ponerse de pie. 

—ya verás maldito sacerdote asqueroso… —dijo volteando su rostro hacia Juan. Luego corrió como pudo a la oscuridad absoluta. 

Las piezas de ajedrez habían desaparecido. 

El sacerdote se puso de pie, y caminó firmemente, con su cabeza bien en alto, sabía que se vendrían tiempos aún más difíciles, pero estaba dispuesto a amar a Dios a pesar de todo. 



El tercer lugar [Terror]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora