El tercer lugar [Terror]

capítulo XXXVIII

 

—Juan, debemos hacer una misa como algo simbólico, eres el nuevo párroco. Enviaré a un decano y otro cardenal para que oficien misa allí. 

—¿usted no irá? 

—lo siento, tengo trabajo aquí, además con el suceso que me ha pasado… perdón  no lo creo conveniente. 

—está bien, pero cambiando un poco de tema, tengo una pregunta.

—adelante.

—Ayer, después de la cita que tuvimos con usted, llegamos a la iglesia y una mujer que al parecer nos estaba esperando, me habló y me agradeció. Ella tenía a un bebé en sus brazos, lo curioso era que ella vestía como en otra época. ¿Por qué cree que me agradeció? La señora se veía felíz. 

—sos muy devoto de las almas del purgatorio ¿no? 

—si, así es. 

—Juan, eso entonces no debería sorprenderte, dime ¿bautizas a niños no nacidos? 

Juan agachó su mirada y se sonrojó un poco. 

—bueno… si, antes de dormir, tiro agua bendita y bautizo a los bebés abortados y a los que nacieron sin vida, también a los que nunca  bautizaron, pido por la conversión de ellos y sus familias. 

Berger observó con dulzura a Juan. 

—se entiende, seguramente aquella mujer te agradeció que hayas bautizado a su bebé. Cuando lo bautizaste, ella se pudo reunir con él. 

Los ojos de los cuatro hombres se inundaron en lágrimas. 

—Juan, ¿por qué no le cuentas lo que viste en la capilla Sixtina? —le recordó Berger. 

El joven Argentino suspiró y procedió a contarle a los atónitos hombres lo que había visto, a aquel “papa joven” el cual le sangraba una parte de su cabeza. Una imagen perturbadora. 

El cardenal arrugó el entrecejo y miró a Gianmarco, éste rodaba sus ojos y pensó por unos minutos. 

—dime ¿tenía puesta una tiara papal? —preguntó con dificultad en su español. 

—si, ¿tiene idea de quién es? O es que me estoy volviendo loco, no creo que haya habido un papa tan joven. Lucía como de unos veinte años. 

—si tiene sentido, creo que sé quién es ¿ese mal nacido está en el purgatorio? —se preguntó Gianmarco a si mismo. 

—¿puede hablar más claro por favor? —dijo el cardenal impaciente. 

—Octaviano

—¿quién? —dijeron los tres al unísono. 

—Octaviano, el papa Juan XII. Fue elegido a los dieciocho años, fue uno de los peores papas que jamás existió. La historia dice que vivía entre Roma y el Palacio de Letrán, donde antaño vivían los papas, lo peor era que se acostaba con muchas mujeres, practicó todo tipo de atrocidades. Se dice que murió cuando un hombre lo encontró junto a su esposa, entonces le dió con un martillo en la cabeza. Tu visión entonces confirma esta versión. 

Todos se miraron de forma extraña. 

Acordaron una vez más, que nadie diga una sola palabra. 

Todos partieron de allí absortos. 

Los jóvenes caminaban en silencio hacia la iglesia, al llegar e ingresar allí sintieron un aroma a quemado. 

Corrieron por el largo pasillo y notaron que la pared tapiada se estaba incendiando. 

Solo esa pared estaba en llamas. 

Corrieron a buscar cubos con agua, pensaban que el fuego se extendería por toda la iglesia. 

Una vez que llegaron con los cubos, el fuego extrañamente, se había extinguido, pero sus rostros demostraron horror al ver lo que se había grabado en dicha pared.