capítulo XXI

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Juan gritó con todas sus fuerzas, provocando un gran eco por cada rincón de la iglesia. 

Los ramos de flores cayeron al piso bruscamente. 

-¡Berger sos vos!- exclamó nervioso, del miedo que sentía se olvidó de tratarlo de "usted". Lo abrazó fuertemente. 

-¡padre Juan! ¿Qué ha ocurrido? ¿Otra aparición, era la misma? 

-no, definitivamente esta era peor… 

-¿cómo la del niño? -. Preguntó Berger preocupado y recogiendo del suelo los ramos de flores frescas, a pesar de que todavía abrazaba a un tembloroso padre Juan. 

-no… esta aparición definitivamente es muy distinta a cualquiera que hubiera visto antes. 

El joven alemán se puso nervioso. Luego de colocar las flores en el altar, se dirigieron a la cocina, donde Juan pudo calmarse y beber agua. 
Se sentaron en la mesa, y el padre argentino procedió a contarle todo con lujos de detalles.

-oí un llanto de mujer, me di cuenta que venía del coro, donde está el órgano de tubos, fuí hasta ahí y… -. Suspiró haciendo una pausa, el solo recordarlo lo inquietaba demasiado. 

-¿y qué… qué ocurrió? 

-había una joven religiosa, encorvada en un rincón, decía algo en italiano… no recuerdo si le dije algo, pero cuando ella me miró, fue espantoso, sus ojos… sus ojos estaban llenos de sangre que chorreaba, con una de sus manos se tocaba el vientre, desde ahí también le salía mucha sangre padre Berger, había un charco de sangre que crecía más y más en el suelo. ¡Que Dios me perdone! pero no soporté ver esa imagen tan fuerte y salí corriendo. 

El padre Berger junto sus manos como si estuviera por orar y apoyó sus codos sobre la mesa. Sobre sus dedos entrelazados acomodó su mentón y con semblante triste preguntó:

-¿recuerda acaso qué fue lo que decía aquella religiosa? 

-aluto o au…  no sé algo así

-¿aiuto? 

-¡sí, eso dijo! ¿Qué es? 

Berger se apenó aún más y suspiró. 

-ayuda, ella le pidió ayuda. 

-¡Dios mío, me lo imaginé! 

-padre Juan, es como cuando he visto al niño, debemos armarnos de valor, todavía no sé cómo haré para dormir esta noche, aunque el miedo venga a nosotros debemos… 

-ya lo sé Berger -lo interrumpió Juan frotando la palma de su mano derecha, por su frente -tenemos que ser fuertes yo siempre lo dije, que Dios nos ayude, esto es muy fuerte. 

Hubo un silencio. 

-así es… 

-y… ¿pudo averiguar algo sobre el antiguo párroco? 

-muy poco -. Dijo Berger apenado -lo único que dijeron es que las últimas veces que lo han visto, se veía sin fuerzas, pálido y casi sin dormir. 

Luego, un día ya no retiró nunca más las flores, nunca supieron que fué de él. 

-estoy seguro que algo tiene que ver con las apariciones que hay acá. Quizás él no soportó tanto y sé fué. Pero necesito encontrarlo igualmente. ¡Creo que ya sé! Esta medianoche le pregunto a Fray Galdino, quizás sepa algo.  

-buena idea padre Juan… 

Ambos bebieron agua, y al mirar hacia la puerta de la cocina se asustaron sobremanera. Había un hombre vestido de traje marrón claro, con un sombrero en sus manos. Su cara reflejaba una gran pena. 

Ambos padres se levantaron de sus asientos. 

El hombre miró al suelo, y habló en alemán. 

-¿qué? -dijo Juan mirando a Berger. 

-al parecer, habla alemán -dijo el rubio - dijo que vió la iglesia abierta y entró. 

-quizás quiera hablar con usted, los dejaré solos -. Dijo Juan saliendo de la cosina, haciendo una leve reverencia despidiéndose de aquel extraño visitante. 

-¡por favor, siéntese! -. Le dijo Berger en su lengua natal, señalando el asiento que dejó Juan desocupado. 

El hombre un tanto tímido, pero visiblemente apenado, procedió a sentarse y comenzó a hablar con el padre. 

Mientras tanto Juan volvió a la iglesia, y se postró ante la cruz. 
No pudo evitar sentirse muy triste y llorar con bronca, mientras oraba. 

-Señor dame la fuerza y fortaleza para no caer, no me abandones Señor Dios mío, ten piedad de las pobres almas purgantes y de éste, tu siervo Juan. 

De repente volvió a escuchar el llanto de la joven religiosa. Esta vez con todo el miedo del mundo, no fue en busca de ella, si no que comenzó a orar por el alma de aquella chica. 

A medida que oraba, el llanto iba  acercándose más y más hacia él. A pesar de eso, el joven sacerdote seguía rezando con todas sus fuerzas. 

Hasta que sintió que la presencia de ella, estaba a solo unos pasos detrás de él. 
Un escalofrío le recorría su espina dorsal. 
Juan seguía orando, a pesar de todo. 

Hasta que el llanto de ella se detuvo, en cambio, solo se podía oir unos gemidos de parte de ella. 

Juan abrió sus ojos y lentamente fue girando su cabeza para ver que tan cerca estaba ella. 

El tercer lugar [Terror]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora