Capítulo XLVI

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Dos semanas después:

Juan acompañaba a fray Galdino hacia el patio, ambos hablaban animados, ya que el monje se sentía muy felíz, por fin veía que el altar brillaba como antes. Juan lo despidió y el joven se ocultó tras el túnel de la gruta.

Volvía rápidamente a la iglesia, quería descansar antes de la misa de las  3 am. 
Sentía una gran pena, ya que durante el día, ningún feligrés asistía a misa, ni siquiera las ancianas que parecían fieles al lugar, no aparecían desde hacía meses. 

Sintió que alguien lo chistó por detrás. 
Ya se imaginaba quien era. 
Volteó con una ceja levantada y miró hacia la mesa de ajedrez. 

Era un poco más de la medianoche, el diablo estaba sentado junto a la mesa, listo para una nueva partida en la que ya sabía que perdería. Al ver a Juan ir a su encuentro, lo llamó levantando su dedo índice. 
El joven se sentó junto a él y observó el tablero. 

—¿Otra partida? Vamos dime tus dudas, estoy dispuesto a contestarte todo lo que quieras saber —decía Ose fingiendo ser amable. 

—¿sabes lo que me gustaría saber? Sobre los protestantes. 

El diablo largó una carcajada. 

—¡ah sí, ellos... Pobres Diablos... ! 

—pero creen en Dios, ¿no irían al cielo? 

El diablo rió nuevamente. 

—mira Juan, imagina esto. Hay una gran montaña, en ella hay muchos caminos que supuestamente llevan hacia tu Dios, el camino que llevan tú y los tuyos es el peor, lleno de excremento, humedad, barro, pantanos. Recorrerlo sería muy pero muy difícil. Luego hay otros caminos menos difíciles, algunos llenos de luz, lindas flores y paz. La mayoría elige esos caminos más fáciles porque piensan que al final llegarán a ver el rostro del cordero, pero ¿sabes una cosa? Al llegar a la cima de la gran montaña, esos caminos que parecían fáciles se quedarán ahí, en la cima donde al final encontrarán un abismo de fuego, creerán que iban por el camino correcto, pero esos caminos conducían directamente hacia nosotros, en cambio tu asqueroso camino, lleno de horribles cosas... Ese camino conduce directamente hacia el cielo, ese único y repugnante camino, que para mi alegría, pocos toman, conduce directamente al cordero. ¿Haz entendido? Esta gentuza toma el camino más fácil, y no los conducirá a nada. Jugamos mucho con ellos, sobre todo cuando piensan que pueden expulsarnos —. El demonio largó otra carcajada—, nada más alejado de la realidad. 

—si, he entendido —profirió Juan luego de un suspiro, su mirada se tornó triste—. ¿Pero si al final ellos se arrepienten? 

—ahí es cuando aparecen las pocas oraciones de los católicos, muy pocos son los que los ayudarán a llegar al cielo, muy pocos Juan, y tú eres uno de esos imbéciles que les prestan ayuda. Hay millones de almas que están a punto de caer al abismo, y las oraciones son como cuerdas atadas a ellos las cuales les impiden caer. 

—¿y qué pasa con los ateos? ¿Los de las demás religiones? ¿Si al final se arrepienten? 

—lo mismo para todos, recuerda que tenemos muchos disfraces —dijo Ose haciendo un movimiento en el tablero. 

—¿y si no se arrepienten? 

—cada vez que gritan de dolor, muchos tenemos orgasmos... 

—¡ya basta, no quiero saber más, ya me lo imagino! —lo interrumpió Juan, haciendo otro movimiento en el tablero.

—no creas que ganarás infelíz sacerdote, este juego lo tengo ganado, siempre ganamos. 

—¿ganamos? ¿Te referís a vos y todos los seres del inframundo? 

—¿Inframundo? —rió—, prácticamente vivimos en este mundo. 

—como sea, estás muy animado hoy, ¿por algo en especial? 

—que estoy por ganar… 

—Jaque mate —le dijo Juan sonriendo. 

—¿Qué? ¡Pero… no puede ser! —protestó Ose. Se puso de pie y lanzó las piezas al césped. 

—parece que no sabes jugar. 

El demonio lanzó un golpe sobre el rostro de Juan, pero luego se quejó de un dolor en la mano con la que había lastimado al joven sacerdote. 

—¡Que Dios te reprenda transgresor, te ordeno que vuelvas de donde viniste, en el nombre del padre, del hijo y del espíritu Santo! —le gritó Juan mientras parte de su rostro sangraba. 

Ose gritó y miró su mano. 

—¡él no me dió permiso para esto! —exclamó y corrió como un tonto cayéndose, luego se desvaneció en una espesa oscuridad. 

El joven argentino suspiró, volvió a su habitación y curó la herida que tenía en su rostro. 

Trató de dormir un poco, hasta la próxima misa. 

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Mientras tanto Berger se encontraba soñando en su tibia cama, se movía de un lado al otro. 

En su sueño o más bien pesadilla, un joven muy apuesto y desnudo totalmente, se acercaba a él. 

La pesadilla parecía muy real, una vez más el rubio no podía moverse, sentía una especie de parálisis del sueño.

El joven desnudo se montó sobre él gimiendo. 

—¡vamos , tócame, yo sé que quieres y yo también lo quiero, hazme el amor, te necesito! —le decía con voz sensual. 

Berger no pudo pensar en otra cosa que en una oración, no podía mover sus labios, pero en su mente comenzó a orar el "Padre Nuestro".
Al instante la figura del joven apuesto desapareció y él despertó. 
No se quedó de brazos cruzados, tomó su rosario y comenzó a rezar justamente el Santo Rosario. 

Sabía que él, siendo virgen, sería blanco de constantes ataques de íncubos, pero resistiría, hasta las últimas consecuencias.

El tercer lugar [Terror]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora