Capítulo XXVIII

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En medio del gran patio, ambos hombres se miraban casi sin pestañear.

-¿sos… San Miguel Arcángel?

-el mismo querido Juan

El joven sacerdote se dejó caer de rodillas ante el muchacho

-¡oh glorioso San Miguel, yo no soy digno de ver tu rostro! -decía  mientras tocaba una de sus manos.

-de pie Juan, por favor

El chico le hizo caso.

-¿eres tú? ¿Esto es real?

-sabes que este no es mi verdadero rostro Juan, pero debes saber que aunque crees que has pasado la noche oscura de tu alma, aún no ha pasado. Oh Juan, eres uno de sus hijos más amados, jamás te arrodilles ante nadie. 

-Dile por favor a nuestro señor que me perdone, no he querido ser orgulloso de mí, si no de él y de su amor misericordioso.

-Juan, tienes la pureza de la virginidad, no dejes jamás que te la arrebaten y nunca sientas vergüenza de ella. Él puede ver tus sacrificios, tus sufrimientos, sé fuerte, vendrán tiempos difíciles.

-lo sé, lo sé… 

-ve a descansar, María te cubrirá con su manto.

El ser se hizo de una luz sumamente radiante, que solo Juan podía ver. Iluminó todo el patio y luego desapareció.

Una paz inundó el corazón del joven, y sonriendo fue a su habitación.

Descansó tan plácidamente, como nunca en su vida.

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Una semana después… 

Juan y Berger se encontraban en la cocina sentados, tomaban un desayuno que consistía en un vaso con agua y medio pan. Por aquél día, se privarían de alimentos. 

Berger sostenía una carta en sus manos. Esta estaba escrita en alemán.

-¿de que se trata? Si se puede saber -preguntó Juan

Berger suspiró de alivio, se lo veía felíz. 

-es una carta desde Alemania, es de la familia del hombre fallecido que vino a pedirme que lo ayude. Al parecer me están agradeciendo porque ya les fueron devueltas las tierras que les pertenecían, pero aún no entienden como yo tenía tanta información de ellos, parece que no creen mucho lo que les puse en la primera carta.
Ahora entiendo porque aquel hombre se me apareció radiante en mi habitación, hoy antes de la misa de las siete. 

-¡gloria a Dios! -dijo Juan 

-además, hoy será un día muy importante. 

-¿por qué? 

-ya verás en la misa de las diez…  -rió Berger. 

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Ya en plena misa de las diez de la mañana, estaban presentes solo tres personas, las cuales se encontraban sentadas alejadas entre sí. 

En el momento de la consagración, Juan comenzó a sentirse mal, pero de una manera extraña. Sus manos y muñecas, comenzaron a dolerle, se sintió cansado, sus pies y tobillos le dolían como si hubiese caminado varios kilómetros. Tuvo que apoyarse en el altar con ambos brazos, aún así siguió con la misa, junto a la ayuda de Berger. 

Al momento de entregar el Sacramento de la comunión, las personas hicieron fila, Juan y Berger tenían cada uno un cáliz. Las personas recibieron las ostias, todo normal hasta que el joven alemán levantó la vista y allí, en la entrada de la iglesia lo vió, era el niño vestido con un trajesito blanco, un libro y un rosario en sus manos. 

 

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El niño caminó el largo camino hacia el altar, Berger se emocionó. 

-¿y ese hermoso niño? -preguntó Juan

-es "El niño" -contestó Berger

 El niño llegó hasta el altar se arrodilló ante la cruz, entonces dijo con su suave voz infantil:

-Credo in Dio Padre Onnipotente, Creatore del cielo e della terra. Credo in Gesù Cristo, suo
unico Figlio, nostro Signore; che è stato concepito dall'opera e dalla grazia dello Spirito Santo, è nato
Santa Vergine Maria; subì sotto il potere di Ponzio Pilato, fu crocifisso, morto e sepolto;
Discese all'inferno, il terzo giorno risuscitò dai morti; Ascese al cielo e
È seduto alla destra di Dio, Padre Onnipotente. Da lì verrà a giudicare
i vivi e i morti. Io credo nello Spirito Santo; la Santa Chiesa cattolica, il
Comunione dei santi; perdono dei peccati, risurrezione della carne; e il
vita eterna. Amen.

El niño se puso de pie, Juan miraba todo con admiración, entendió que el niño rezó el credo. 

Luego se ubicó frente a Berger, éste emocionado, le da su primera comunión. 

-il corpo di Cristo

-Amén -contestó luego de recibir el sacramento. 

Berger llevó al niño, frente a la imagen de la Virgen María y lo consagró a ella. 

Las personas que estaban allí presentes, se miraron entre sí con total confusión. Y es que al niño, solo podían verlo los dos sacerdotes. 

Una vez terminó la misa, todos se fueron en paz, las tres personas no dejaban de voltear a ver denuevo a los sacerdotes, los cuales parecían hablar con alguien pequeño e invisible a los ojos de los feligreses. 

-Juan, él es el niño que aparecía en mi habitación, necesitaba aprender el credo, y durante varias noches, se lo enseñé. El día de su comunión, en 1948, un accidente acabó con su vida, y no pudo aprender el credo, ni comulgar hasta hoy. Todo esto lo sé, porque el me lo contó. 

-Gloria a Dios -dijo Juan jubiloso. 

Procedió a bendecir al niño, el chiquillo suspiró ante esto. 

En la puerta de la iglesia, apareció una mujer de vestido blanco, la cual miraba emocionada y con lágrimas al niño. 

El pequeño volteó y sonrió sorprendido. 

-¡mama! -gritó y corrió a los brazos de aquella mujer. 

Madre e hijo se abrazaron fuerte, entre llantos de alegría. 

La mujer junto al niño, se acercaron frente a los jóvenes sacerdotes. 
Ella les agradeció el gesto que tuvieron, y luego de que Juan los bendijo, partieron de allí, tomados de la mano y se desvanecieron al llegar a la puerta de la Iglesia. 

Ambos curas lloraron de la emoción. Estaban felices. Habían salvado a otra alma. Pero Dios aún tenía para ellos más pruebas que deberían pasar, pruebas aún más fuertes. 

El tercer lugar [Terror]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora