Narra Pilar
El frío me llego a la punta de los pies, y me encogí como si fuera un bebe. Abrí los ojos y me gire para ver a Purre durmiendo tranquilamente, el estómago se lleno de nervios al recordar la noche.
Con Purre siempre tenía sentimientos encontrados, una parte de mi se sentía de una manera, y la otra se sentía totalmente contraria.
En ese momento estaba feliz como nadie, la noche había sido por lejos la mejor de todas, entendía porque las chicas caían a sus pies. Él no era solo guapo, él sabía qué hacer y cómo hacerlo. Verlo indefeso ante mis movimientos había sido una de las cosas que más había disfrutado.
Pero la fiesta se había acabado, era hora de coger mi ropa y huir.
El corazón se me encogió y me obligue a dejar de verlo, me quite las sabanas de encima y comencé a buscar mi ropa por la habitación.
Salí de ese lugar sin darle una segunda mirada. Se me detenía a verlo no iba a tener al valor de irme.
Baje las gradas de madera con las lágrimas cayendo por las mejillas, pedí a una chica que nos había atendido, ella me vio con preocupación, preguntó se todo estaba bien, no tuve ánimos ni de responder, solo le pedí algo donde escribir y una pluma.
Volví a subir las gradas pero no me atreví a entrar en la habitación, no quería que él se despertara y mi absurdo plan se fuera a la basura.
Escrevi sobre la página todas las estupideces que se veían ocurriendo desde la anoche anterior. Quizás eran estupideces pero veían de mi corazón, y casi nunca nada venía de ese lugar.
No me permití seguir llorando porque era toda mi decisión, si estaba sufriendo era mi culpa totalmente. Yo estaba huyendo una cobarde, yo estaba rindiéndome antes de intentarlo. Y claro que odie por hacerlo, pero así debía ser, yo era demasiada joven y demasiada tonta para aferrarme a una persona de es manera.
Termine la absurda carta y la tire debajo de la puerta hacia la habitación. Baje las gradas sintiendo que dejaba al alma en ese maldito lugar.
Y cuando encontré a Renata, me lancé a los brazos de mi mejor amiga llorando. Yo no sabía nem como ella estaba ahí.
Renata no preguntó nada, devolvió el abrazo y me sacó de ese lugar. No supe cómo, pero minutos después me encontraba en la parte detrás de un taxi sentada al lado de Renata y Santiago al lado de ella. Ambos se durmieron al camino aunque fuera solo diez minutos.
Renata: Puedo quedarme sí quieras. Me dijo Rena después de bostezar.
Pilar: No, Rena. La tome de los hombros. - Gracias por todo, regresen a la isla, lo ultimo que quiero es que ustedes también se metan en problemas.
Renata: Está bien. Otro bostezo.
Pilar: Duérmete en el avión, por favor. Renata me sonrío con tristeza. No iba a permitir que mi amiga me viera con ojos de lastima, sintiéndose mal por decisiones mía. Mejor yo sofria sola.El taxi se fue llevando Renata y Santiago más dormidos que vivos. Me pare frente al hotel y saque mi teléfono que Renata había devuelto. El reloj marcaba las cinco de la mañana.
Suspiré y camine con pesadez hacia el hotel, tenía fe que ellos ni hubieran notado mi ausencia, pero cuando salí del ascensor mi corazón se detuvo, ahí estaban mis queridos padres, parados frente a mí habitación. Por un segundo quise girarme y correr lejos de ahí. Pero obligue mis pies a seguir caminando rumbo a mi muerte.
Marcela: Pilar Pascual! Chillo mi madre. Papá se llevó las manos a la cabeza, era obvio que aquello le estresaba. - Esto es inaceptable Pilar! Dónde has pasado la noche?