Narra Pilar
"Bienvenidos a París" rezaba el letrero encima de mí cabeza.
Rodé los ojos mientras seguía caminando, no tenía idea de cómo iba a funcionar. Había alguien esperando por mí? Mamá, papa? Los tendría que enfrentar tan pronto?
Antes de subir al avión hacia cerrado todas la mis redes sociales. Nadia más iba a hablar de mi, o cualquier cosa.
Estaba segura que Purre me odiaba por ser una estupida. Y él tiene toda la razón. Tuve más de un impulso para llamarlo, de pedirle perdón, de decirle que fuera tras de mí, de decirle que lo quería. Y casi lo hice, muchas veces. Pero no pasó.
Tenía un hombre en traje sosteniendo un cartel y mi nombre, a la salida del aeropuerto. El hotel que me llevó era aburrido, extremadamente lujoso pero muy aburrido.
Me tire sobre lá cama, parecía un algodón, era lo más suave del mundo. Un par de lagrimas se me escaparon mientras miraba el techo, pocas veces me había sentido tan mal como en ese momento
Decidi que era hora de aceptarlo y dejarlo ir. Purre me había calado hasta los huesos y yo lo había arruinado todo. Y ahora tenía que superarlo.
Suspire. No tenía nada más que hacer que quedarme encerrada ahí hasta esperar la llamada de mis padres y luego el fin de mi vida.
Bueno, quizás eso era una exageración.
El sol se había ocultado. Mi teléfono comenzó a vibrar y yo atendí la llamada sin ver antes quien se trababa.
Pilar: Alô? Murmure, mi voz sono mas apagada de lo que me hubiera gustado que sonara.
Renata: De casualidad estás hospedada en un hotel de nombre pretencioso? Mi corazón salto al escuchar su voz.
Pilar: Rena? Pergunte con una pequeña sonrisa en mis labios.
Renata: Pensé que necesitarías un poco de apoyo.
Pilar: No sabes cuánto lo agradezco
Renata: Lo sé, ahora necesito que vayas a la entrada del aburrido hotel en donde te hospedas.
Pilar: Vaya, como sabes que me hospedo en un hotel aburrido? Fruncí el ceño.
Renata: Pilar esto es urgente, es para hoy, sal ya.
Y dicho aquello corto la llamada. Así que cogí una sudadera y salí al pasillo. Dentro de las pocas cosas que había escuchado del hombre que me había dejado en ese hotel, una había sido " No salir de la habitación hasta que los señores Pascual se lo indiquen".
Y bueno, que mierda importaba yaBaje el ascensor intentado que nadie me viera, como se fuera una película de espías, como si mis padres fueran tan obsesionados para contatar a un vigilante para mí.
El frío de la ciudad de París me invadió en cuanto puse mi pie afuera del hotel. Sin embargo, eso no fue lo que me hizo abrir la boca y templar.
Ahí parado frente a mí y probablemente congelándose porque solo llevaba una camiseta blanca. Sus ojos estaban oscuros, se conectaron con los míos. Tenía la cara triste, las ojeras rojas y los labios quebradizos el cabello despeinado. Recordé como había deseado verlo en el aeropuerto, y en ese momento parecía más irreal que nunca.
Di un paso hacia él y esta vez no se alejó. Necesitaba tocarlo, necesitaba saber si era real. Viéndolo ahí con al alma rota, lo único que quería era abrazarlo y quedarme en sus brazos toda la vida.
Di un paso. Y otro. Más otro. Hasta que estuve frente a él. Nuestras miradas no se desviaron ningún momento. Acerqué mi mano a su mejilla y él cerró los ojos. Era real.