Agridulce

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Capítulo XXIV: Agridulce.

Connor

Despierto al medio día, reviso mi celular y sonrío al ver que está todo listo con Nikki. Dan duerme aún, me gusta verla dormir pero aun más cuando abre de a poco sus ojos, los cuales brillan como estrellas nuevas en el cielo.

Beso su mejilla y me dirijo al baño, llamo a recepción para que nos suban el desayuno. Al llegar Dan duerme plácidamente pero no quiero despertarla aún. Me debato entre hacerlo o no pero es tarde y tiene que comer algo.

Subo a la cama y me pongo encima de ella con mis piernas a cada uno de los lados de sus caderas, esta boca arriba con sus labios ligeramente abiertos, perfectos para un beso corto matutino.

—Nena, despierta —le susurro, la beso de nuevo y se remueve—. Cariño, es tarde. Princesa. Dan, bebé, Dana.

—No quiero —dice a regañadientes.

—Es tarde —la beso nuevamente.

—Cinco minutos más.

Sonrío.

—Bebé, despierta y te doy un regalo.

Abre sus ojos despacio y estira sus brazos, está muy somnolienta pero sonríe perezosamente, le doy un beso casto en los labios.

—Buenos días ¿Qué regalo?

—Son buenas tardes y no seas ansiosa.

Abre los ojos por lo sorprendida.

—¿Me llamaste bebé?

—Te dije muchas cosas para que despertarás —respondo sonriendo, besando su nariz.

Me separo de ella pero las medallas se juntan como imanes. Dan la toma y sonríe mucho más que antes y amo esa sonrisa.

—Esto es lindo.

—Son de plata pero están cargadas, por eso se juntan. Algo de que se buscan, se atraen, se unen, se complementan.

—Se necesitan y ¿se quieren?

—Se aman, esa es la idea —digo besándola profundamente hasta quedar sin aliento—. Me la dio Dakota.

—¿En serio? —me pregunta cariñosamente.

—Aja... Estaba convencida que un solecito algún día, derretiría este corazón de hielo.

—Y ese solecito ¿soy yo?

Sonreímos.

—Yo diría que sí —susurro mordiéndole el labio—. Me hizo prometer que se la daría a la chica que lo hiciera.

Dan sonríe y en este momento me doy cuenta de que estoy cerrando ese capítulo de mi vida, cumpliendo esa promesa que le hice, a mi niña, a mi hermana.

—¿Esta todo bien?

—Si, vamos, levanta ese culito lindo para comer que muero de hambre. Pedí lo que te gusta.

—También muero de hambre.

Va corriendo al baño antes de sentarse en la mesa de la sala donde hay de todo para comer. Vuelve con un albornoz puesto, una pequeña pizca de desilusión pasa por mi mente. Aunque no demoraré mucho en desvestirla.

Comemos mientras conversamos y reímos. Acerco su silla a la mía y hago que se siente en mis piernas, quito la correa de su cintura. Pasó mis manos por su cintura, finalmente quito por completo el albornoz, se queda con la ropa interior. Trago saliva y muerdo mi labio mientras recorro su cuerpo con mis manos.

EL PRIMER LATIDO © | #SagaLatiendo (Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora