22. RESPUESTA

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22. RESPUESTA

Gusu

Jiang Cheng estaba hecho un lío. Mientras recorría a paso ligero el camino que lo devolvería a los Recesos de la Nube, alternaba los insultos más soeces con gruñidos de furia y extraños gemidos de incertidumbre.

En buena hora había abierto aquellas dos cartas.

En buena hora había leído aquellas dos cartas.

En buena hora había salido del Muelle del Loto y encaminado sus pasos hacia los Recesos de la Nube.

Le dio una patada a una piedra, que salió rodando en pleno camino hasta detenerse. Estaba furioso... y confundido. Muy confundido.

Nie HuaiSang lo había confundido. Maldita sea. Él era un alfa. No. Era el alfa de Yunmeng Jiang, con todos sus significados. Él debía proteger a su gente, dirigir sus vidas, defenderlos. Procurar su bienestar, que se sintieran seguros en su día a día. Y ahora, el que se sentía indefenso y con la cabeza a punto de estallar, era él.

No puede ser. Es imposible. Zewu-jun no puede hacer eso. De ninguna de las maneras. Lo estoy malinterpretando.

Se detuvo. Aún faltaba un buen trecho para llegar a su destino. Y aún no entendía porque había salido de la taberna como una furia desatada y en vez de desenvainar a Sandu y volar hasta los Recesos de la Nube, estaba caminando.

Y todo porque a Nie HuaiSang se le había metido en la cabeza que Zewu-jun había encontrado una pareja y quería saber quién era.

Claro que estaba en todo su derecho de encontrar una pareja. Todo el mundo tenía ese derecho, incluso él mismo. Otra cosa era encontrarla, precisamente. Él se había focalizado durante tantos años en conseguir el renacimiento de su Secta, en consolidarla y en criar a su sobrino Jin Ling, que había olvidado en algún momento del camino que tenía corazón y que también podía encontrarla.

Porque sin haber llegado a los veinte años había visto su mundo destruido, sus padres asesinados, su forma de vida hecha añicos. Porque había perdido a su hermana... y por qué no reconocerlo, por el camino había perdido también al idiota de Wei WuXian. Sin llegar a los veinte, él, Jiang Cheng, de cortesía Jiang Wanyin, había tenido que soportar la destrucción de su hogar, de su Secta, de lo que amaba, mancharse las manos con sangre, luchar hasta la extenuación, reconstruir una Secta y su hogar y encontrarse que un buen día, toda su vida se enfocaba hacia los demás y nada para sí.

Por supuesto que en Yunmeng Jiang algunos osados discípulos de vez en cuando le reclamaban que buscara una pareja... él gruñía y había accedido a diversas citas, que todo el mundo sabía habían acabado en desastre. Nadie cumplía sus famosos parámetros de los que hablaba Nie HuaiSang.

Además, ¿acaso no estaba harto de ver matrimonios creados a conveniencia? Sin ir más lejos, el de sus padres no había dejado de ser un pacto entre Meishan Yu y Yunmeng Jiang en su origen. Por mucho que todo el mundo hablara del famosísimo lazo que unía a un alfa y a un omega indisolublemente, estaba cansado de ver uniones de todo tipo que no se habían formado siguiendo ese mítico criterio y ni siquiera sus integrantes habían aspirado a formarlo. ¿Acaso Jin GuangShan, un alfa casado con una omega, la Señora Jin, no se había dedicado a esparcir su semilla por todos los lados y así habían salido sus hijos tan dispares? Jin ZiXuan era su único hijo legítimo; el traidor Jin GuangYao o el loco Mo XuanYu eran productos de sus escarceos amorosos. Y en su concepción no había intervenido para nada ni había impedido nada, el supuesto lazo indisoluble entre alfa y omega.

Tal vez la cuestión en el fondo, era esa. Conocía muy pocas parejas que llegaran a formar ese lazo. Por supuesto que había visto alfas posesivos con sus parejas que marcaban a cualquier posible rival para que no se acercara. Lan WangJi era uno de los ejemplos más notorios. Pero también conocía alfas que nunca marcarían a su pareja... tal vez porque en el fondo, no hacerlo implicaba que ese mítico lazo no se había creado realmente.

CortesíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora