57. NÍSPEROS

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57. NÍSPEROS

Gusu, cuarenta años antes de la caída de Jin GuangYao

Cualquiera forastero que hubiera visto a aquel joven cultivador mientras paseaba por los puestos del mercado de la ciudad, se hubiera quedado sin habla ante aquella visión. Cualquier mujer o cualquier omega hubiera clasificado a aquel joven alfa como hermoso, guapo y atractivo. Incluso cualquier otro género lo hubiera considerado de igual manera.

La elegancia natural de la que hacía gala y su porte principesco atraían las miradas de aquellos con quienes se cruzaba e incluso algunas de las conversaciones bajaban en el tono ante su presencia. Era como si una deidad hubiera descendido a la tierra y levantara la admiración de cuantos se cruzaban con ella.

Vestía impecablemente con los omnipresente colores blanco y azul de su Secta. Y aunque en aquel lugar los lugareños estaban más que acostumbrados a la presencia de aquel uniforme por sus calles, todos, sin excepción, lo saludaban con cortesía y admiración mientras una enorme sonrisa les respondía condescendiente y amable porque todos sabían quién era y no necesitaban ver el patrón de nubes bordado en la cinta que lucía su frente y la magnificencia de sus ropas para saber de su identidad.

Un movimiento a través de la calle capturó su atención. Cuando su mirada se aposentó sobre el causante de aquella acción, se volvió del todo y lo esperó.

-¿Has vuelto a comprar nísperos?

Un jovenzuelo discípulo desgarbado, delgado y bajo de GusuLan sonrió al oírlo mientras se apresuraba para atravesar la calle cargado con una cesta de mimbre donde asomaban los naranjas frutos mencionados.

-Están dulces, ¿quieres uno, Qingheng-jun?

El joven Líder de GusuLan aceptó la oferta con un cabezazo, alargó la mano y cogió uno de los frutos. Empezó a pelarlo lentamente mientras su compañero se sentaba sobre un muro bajo próximo que hacía las veces de balaustrada de piedra a uno de los airosos y arqueados puentes que cruzaba uno de los muchos canales de la ciudad, dejaba la cesta sobre el mismo y tras apoyar su espada contra las piedras, empezó a quitar la piel de la fruta.

-¿Ya has conseguido todo lo que necesitabas, A-Cai?

-Así es, Qingheng-jun. Incluso he conseguido nísperos -acabó riéndose divertido.

-No sé porqué te consiento tanto...

-Porque estamos fuera de los Recesos de la Nube y en el fondo también te gustan los nísperos y sabes que los comparto siempre contigo. Además, llegaremos a tiempo a casa y curiosear por el mercado siempre es divertido después de una cacería nocturna. Incluso he encontrado algunas hierbas interesantes.

Qingheng-jun asintió. Cuando estaba fuera de su hogar no le importaba que sus cultivadores a veces se saltaran un poco las reglas del muro de la disciplina. Además, no estaba tan mal cuando no eran más que pequeños detalles, como disfrutar del sabor de los nísperos a medida que un suave viento del sur recorría las calles y anunciaba el verano que estallaría en unos días o pasear gozando del benigno clima de primavera.

Por otro lado, el joven Tao Cai era uno de los jóvenes discípulos más capaces de su Secta, un beta con un toque alocado y divertido que le hacía sonreír constantemente. Era bastante descarado para su edad, apenas quince años y no dejaba de actuar en ocasiones como un niño.

-¿Interesantes? -repitió.

-Sí, no son propias de Gusu. Un mercader las ha traído de Qishan. Verás, te las voy a enseñar -anunció.

-Espera, primero cómete ese níspero y luego me las muestras -lo detuvo.

Si no detenía al joven discípulo, acabaría manchando sus inmaculadas ropas, lo sabía bien. En cuanto cualquier cosa relacionada con la sanación y medicina se ponía ante los ojos de Tao Cai, el mundo dejaba de existir. Nadie dudaba en GusuLan que el muchacho sería un buen cultivador, sí; pero que también sería médico, era un hecho innegable. Era uno de los mejores y más prometedores discípulos de la Secta que se estaba especializando en aquel arte.

CortesíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora