Hiram me levantó del suelo, poniéndome de pie bruscamente. Su ceño se mantuvo fruncido y no soltó su agarre de mí en ningún momento, ni siquiera cuando me recompuse. Exigió impaciente y con completa premura que le explicara el motivo de mi intromisión, hablaba con los dientes entrecerrados, su ira se podía sentir incluso a la distancia.
—¿No vas a decir nada? —bufó inquisitivamente.
No me sentía preparada para ese interrogatorio, la situación súbita superaba los límites de mi cordura. Me mantuve en silencio, necesitaba tiempo para procesar los sucesos previos. Podía sentir el peso de mi cuerpo, era casi insostenible.
—No puedes quedarte aquí, ¿eres estúpida, sorda, o algo parecido? —Lo escuché decir con un tono aún más fuerte. Tomando una bocanada de aire me las arreglé para responder:
—Lo lamento mucho, yo... —suspiré— simplemente estaba huyendo, y esta fue la única puerta que logré abrir. Me iré lo antes posible —afirmé en mi ignorancia.
Me volteé nerviosa e intenté irrazonablemente abrir la puerta detrás de mí. Fue imposible, estaba trabada. Él, por su parte, dio largos pasos y se sentó en el sillón ubicado estratégicamente delante de nosotros, de forma relajada. Lo observé prender la televisión y reír, como si yo no existiera. Su cambio de estado de ánimo repentino me confundió.
—Estamos encerrados —Me mantuve inmóvil en mi lugar junto a la puerta, como si en ella mágicamente pudiera aparecer la respuesta a mis preguntas y una salida sorpresiva.
—¿Ah sí?, ¡qué novedad!, estás realmente desinformada —respondió fríamente, volteando levemente su rostro hacia mí, sus expresiones faciales evidenciaban una clara molestia para con mi presencia—. Es el aislamiento obligatorio y a mí me tocará estar encerrado con la única ignorante que no tiene idea de nada —dice para sí mismo, pero lo suficientemente fuerte como para que yo pudiera oírlo—. Mira, puedes quedarte en el sillón, pero mantente lejos de mis cosas y sobre todo de mi persona —soltó bruscamente al pararse e irse.
La angustia me consume con cada minuto que pasa y él solo disfruta de burlarse de mí. Esas fueron las únicas palabras que lo escuché decir en toda la noche. Desapareció de la habitación y sin dejar rastro alguno se instaló en su dormitorio apagando las luces, dejándome sola en penumbras.
Los sucesos avasallantes no me permiten tomar verdadera conciencia de mi paradero, estoy encerrada por tiempo indefinido con un hombre del cual tan solo conozco el nombre, y fuera las cosas van aún peor, estoy incomunicada, perdida y asustada.
Me acomodé en el moderno sillón, resignada, sin tener conciencia de lo que estaba pasando a mi alrededor. Incluso intenté, haciendo un esfuerzo sobrehumano, no cargarme con las incertidumbres que en esa noche no podría resolver. Estaba frustrada y cegada por la apabullante situación que me tocó afrontar tan solo unos minutos atrás.
Iluminé el lugar con una pequeña linterna que traigo de llavero. Todo estaba muy ordenado para mi sorpresa. Tenía una consola con varios videojuegos, una alacena gris y preciosas guitarras apoyadas en las vacías paredes. Resultaba bastante acogedor para pertenecer al, a mi parecer, frío Hiram Hannigan.
No tenía pleno conocimiento sobre su persona, aun así tenía claro que no era un alumno más de entre la multitud, era reconocido dentro del campus. Cargaba con una reputación dudosa, de la cual se comentaba mucho a través de las aulas. Me encontré con él esporádicamente hace un tiempo, en la víspera del regreso a clases, después del receso de verano...
Primer día de clases
Caminé por el pasillo abrazando con fuerza mi cuaderno. Es curiosa la forma en la que iba midiendo mis pasos, como si fuera a tropezar sin más. Las paredes grandes y las multitudes siempre me han puesto nerviosa.
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El mar en invierno
RomanceTerror, pánico y desenfreno. El mundo colapsa, las calles vacías lloran las horas y no queda ápice de la vida cotidiana. Muerte y desolación, estado de sitio, las autoridades decretan el aislamiento obligatorio y las puertas de las fronteras se cie...