Gia
Hiram ha pasado la mayor parte del día pegado al teléfono, nervioso e irradiando desesperación por los poros. Lo he visto recorrer todo el departamento caminando frenéticamente y haciendo muecas extrañas de desaprobación a la voz que le hablaba detrás del aparato.
Me acerqué un par de veces para ofrecerle algo, él simplemente me hizo un gesto que indicaba que no era necesario que me preocupe, que eran asuntos del trabajo y que hablaba con su padre.
En todo el día había bebido sólo café, y en la noche se levantó en reiteradas ocasiones, ese hecho junto con sus ojeras oscuras lograba corroborar mi teoría de que no había podido conciliar el sueño.
Lo observo a la distancia, veo sus pies descalzos, tobillos finos que dan lugar a sus piernas largas, cubiertas con un jean negro con roturas, era su marca personal, luego, podía divisar su abdomen, mis ojos podían retratar los tatuajes que su camiseta ocultaba, y al finalmente erguir la cabeza encontraba su barbilla perfecta, esculpida por los dioses, sus hoyuelos ocultos detrás de su expresión seria y algunos lunares que lo vuelven único y completamente atractivo, sus ojos verdes somnolientos no perdían el color y eran tan expresivos como el primer día, a veces pensaba que solo podía creer en ellos, que era lo único en él que no me ocultaba ningún misterio.
Al conectar nuestras miradas, pude ver su ira aplacarse para poder regalarme una sonrisa ladeada, completamente hipnotizante. Le devolví el gesto y me perdí en mi cuaderno otra vez, intentando hallar la manera de dejar plasmadas para siempre nuestras emociones.
Lo escuché gritar desde su cuarto de trabajo, luego supe que eso fue el final de la conversación acalorada. Abrió la puerta dejando ver su expresión fatigada, le hice un lugar en el sillón, se acercó deslizándose en él y lo abracé. Acaricié su cabello y besé su mejilla.
—¿Día difícil, eh? —pregunté de forma retórica, mientras lo confortaba.
—Ni que lo digas, si así es hablar por teléfono con él imagínate lo que fue mi infancia —bromeó con cierto pesar que dejaba ver la verdad detrás de sus bromas.
—Me imagino, se lo nota muy imponente, ¿y tu madre cómo era? —pregunté sin pensar, me detuve al instante y me retracté—. Lo lamento... No tienes que hablar si no te hace bien el tema.
—No, realmente creo que es bueno recordarla ya que hace mucho no hablo de ella. ¿Era? Ella no ha muerto Gia.
—Lo siento muchísimo, yo... —dije con verdadero pesar, avergonzada por mis conclusiones apresuradas.
—Tranquila, la distancia que tengo con ella pudo haberte dado esa idea, lo entiendo. Ella vive lejos y hace años que no hablamos.
—Lo siento muchísimo Hiram, si lo deseas me encantaría que me hablaras de ella y de tu hermana —dije abrazándolo con fuerza.
—Mi madre es una mujer hermosa, compartimos el color de ojos pero ella tiene el pelo más claro, es muy entrometida como tú, muy amable y dulce también, llena de amor y cariño, recuerdo que de chico huía y me quejaba de sus muestras de afecto, era demasiado pegajosa y me hacía sentir avergonzado frente a mis amigos —Una sonrisa triste y melancólica se formó en sus labios, aumenté mi agarre aferrándome a su cuerpo y cogiendo su mano.
—Siempre haciéndote el frío Hannigan, pero por dentro eres un tierno —respondí imaginando una versión pequeña e inocente de él junto a su madre.
—Ya quisieras que así fuera —dijo besando mis labios tiernamente.
—Lo es —afirmé con una sonrisa después del pequeño beso.
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El mar en invierno
RomanceTerror, pánico y desenfreno. El mundo colapsa, las calles vacías lloran las horas y no queda ápice de la vida cotidiana. Muerte y desolación, estado de sitio, las autoridades decretan el aislamiento obligatorio y las puertas de las fronteras se cie...