15. El agua fría golpeó mi piel

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Gia

Recostada sobre el sofá temblaba de miedo y rabia. El cuerpo de Hiram atravesando la puerta era un alivio traicionero, me sentía contenta de que estuviera a salvo, intacto, con sus ojos verdes expresivos, mirándome fijo con preocupación, como si yo hubiera sido la que corrió peligro. Sus manos escurridizas yaciendo tranquilas escondidas en los bolsillos de sus jeans negros. Por otro lado, estaba furiosa, los hechos previos corrían en mi cabeza frescos y desesperados, había pasado un tiempo horrible, sola y asustada, lo vi cargar un arma y salir de aquí sin saber qué sería de él.

No se tomó un segundo para pensar en mí y darme por lo menos un pequeño aviso, simplemente me dejó sola, hundiéndome bajo las escandalosas y frías aguas de la incertidumbre.

—Gia —Me llamó mientras se acercaba, se dejó caer sobre sus rodillas para estar a mi altura. Intentó tomar mis manos temblorosas alzando sus manos sobre el sofá pero las alejé bruscamente, su tacto me pinchaba y me llenaba de dolor—. Lo siento —Continuó hablando en respuesta a mi negativa a decir palabra. Su tono era apacible y sincero, me hacía sentir una culpa injusta ya que no había hecho nada malo. Mis ojos lloraban lágrimas lentas y silenciosas mientras que me esforzaba por no sostener la mirada.

—Gia, por favor, di algo, ¿qué puedo hacer?, dije que lo sentía —Continuó hablando claramente lastimado por la forma en la que rechacé su cercanía—. Dime qué te pasa —insistió.

—¿Qué me pasa? —pregunté sorprendida ante su desfachatez—, Hiram piensas que tan solo con pedir unas disculpas vacías es suficiente —Me esforcé por darle firmeza a mi quebrada voz, alejé mi cuerpo unos centímetros manteniendo mi espalda erguida y alzando mis piernas para abrazarlas cerca de mi pecho—. Te entiendo, o por lo menos siempre intenté hacerlo, respeté que no quieres abrirte ni contarme tus cosas, e incluso dejé de hacerte preguntas —hablé rápidamente, dejando mis sentimientos escurrirse detrás de cada palabra—, pero cómo esperas que confíe en ti si no demuestras nada, Hiram, ¡Dios mio!, tienes un arma, me dejaste sola aquí sin explicación —Mi respiración se cortaba con cada palabra, las ideas se escuchaban mezcladas ya que la impotencia no me permitía expresarme con claridad—, fuiste a quién sabe dónde, no pensaste en que yo estaba aquí preocupada por ti, sin respuestas, pensé que te... —No pude terminar la frase porque las lágrimas salieron de mis ojos como una cascada feroz, cortando mi respiración y rasgando mi corazón confundido.

—Gia lo siento, soy un estúpido, yo... —Cortó su oración para envolverme en un abrazo consolador, pensé en separarlo, él había sido la causa de mi estado, de mis lágrimas y desconcierto, pero no lo hice, aunque no quisiera lo necesitaba, necesitaba la calidez de sus brazos que me envolvían en el valle del olvido, desmaterializando mi cuerpo, volviéndome tan sólo en espíritu vagante en el mar de sus encantos—. Te explicaré todo luego —prometió, e incrédula me dejé poseer por ese largo abrazo.

—¿Por qué tienes esa pistola? —pregunté separándome de su cuerpo y recuperando el temor que la razón plantaba.

—Tengo permiso, está a mi nombre y es totalmente legal Gia —Su respuesta fue tranquila y en un tono experto y obvio el cual pretendía hacerme sentir su estúpida alumna, asentí sin ninguna acotación invitándolo a continuar—, es sólo para defensa personal, he tomado un curso y la tengo por las dudas de que se me presente una situación grave o me quieran robar, pasaba mucho en la ciudad donde vivía y tener una de estas era algo normal —dijo señalando la pistola sobre la mesa y un escalofrío recorrió mi espalda al verla, era un objeto totalmente desagradable para mis ojos.

—¿A dónde te fuiste y por qué te fuiste de esa manera, Hiram, no lo entiendo? —dije indagando más profundo, que su tenencia fuese legal no era una excusa para dejarme así e irse a enfrentar esa situación aparentemente desconocida sin temor alguno.

El mar en inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora