36. En mis intentos de escapar

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Me escabullí con agilidad, medí cada movimiento y cerré la puerta detrás de mí, lentamente, evitando cualquier sonido o movimiento que pudiera delatar mis acciones.

En un parpadeo lento perdí conciencia de la realidad, pude observar mi mundo entero caer frente a mí, todo en lo que había creído se desmoronó, las pruebas estaban escondidas en una habitación contigua al lugar donde mi inocencia yacía cada noche, dormida en un sueño profundo de encantos vanos y falsas promesas. Me sentí ingenua, crédula, estúpida, carente de cualquier habilidad, falta de percepción, todas esas emociones juntas se apilaron en mi pecho en tan solo una milésima de segundo.

Mi primer pensamiento, contrario de lo esperado, no se centró en él ni en sus injurias, calumnias y enormes mentiras, no me percaté de su malicia en primera instancia, sólo pude verme a mí reflejada en las pruebas, me culpé a mí misma , había sido abiertamente engañada, había caído en sus juegos, en sus expertas artimañas, en sus misterios, secretos ocultos y, lo peor de todo, en sus brazos.

Ignorando el dolor casi infantil que sentía mi corazón enamorado, me obligué a avanzar, debía recuperar mi entereza, había caído por el amor, no lo volvería a hacer por el desamor. Tenía asuntos importantes en mente, necesitaba recorrer ese lugar desconocido y cerciorarme de tener todas las respuestas, finalmente atesorar en mis manos la verdad.

Frente a mí, un escritorio largo, pegado a la pared, sobre él descansaban tubos de ensayo de diferentes formas y tamaños, era un equipamiento más profesional que el único que mis manos habían tocado antes en el colegio secundario. Al otro lado, sobre el mismo escritorio, miles de papeles, una laptop antigua y diferentes post it amarillos, relucientes, sobre ellos se dibujaban nombres extraños, escritos en lápiz, la mayoría tenía dibujada una cruz pequeña al lado, como si la idea hubiera sido desechada, deduje que eran nombres de componentes. En el suelo, al lado de mis pies, miles de los papeles amarillos, tomé uno y vi una fecha escrita, los demás eran sólo otros nombres que no lograba entender.

Lo que realmente llamó mi atención fueron las paredes, un tablero de corcho sobre ellas tenía millones de recortes impresos, con lo que después supe que era una impresora escondida a mi izquierda. Eran recortes de diarios y revistas, todas noticias sobre el virus, las sentí rodearme, taladrar mi cerebro en un curso persistente, casi delirante plasmaban: Inicia el aislamiento, 20.000 muertos, se extiende el virus, alerta contagios, muerte, focos, culpables, el presidente declara sobre el virus, zonas cerradas, pieles verdes, 40.000 muertos, todo empeora, se rebela el pueblo, cuerpos temblorosos... La cantidad de noticias eran infinitas. Era casi increíble cómo Hiram tuvo en sus manos esta información todo el tiempo y se atrevió a ocultarla de forma tan experta de mis ojos, me costaba asimilarlo, era como si todo esto fuera solo un mal sueño.

Dirigí mi vista al microscopio, y ahí realmente pude sentir al temor apoderarse de mi ser, las aguas se volvieron turbias, la marea se alzó empoderándose frente a mí y amenazando con destruir con una oleada el resto de mi calma. Dientes, muchos de ellos estaban debajo del visor, y en una caja a un costado había cabellos, uñas, sentí mi bilis recorrer mi garganta frente a la escena repugnante que tenía a mi lado, ¿de quién eran estos restos?, tenían restos de carne muerta, ¿de dónde los había sacado?

Seguí investigando y la respuesta no tardó en llegar a mis manos, encontré dos documentos de identidad, Lucas Regan y Zac Rowe, había escuchado sus nombres, en especial el segundo, tomé el documento en mis manos y detenidamente analicé la fotografía, un chico moreno de ojos grandes color avellana, ya lo había visto antes, ellos estaban inscriptos en la biblioteca, iban a nuestra universidad, tenía menos de 21 años, y de un segundo a otro lo recordé, era el chico de la fiesta, el bromista que lideraba la fila hacia el comedor en el regreso a casa, lo recordaba vivaz riendo, era tan joven y alegre, estaba con sus amigos, me detuve en seco, era amigo de Hiram, esa fue la primera vez que lo vi, ¿por qué Hiram tenía su identificación?, ¿eran estas uñas y restos de ellos?, fue fácil para mí pensarlo pero, si había ocultado tanto en este tiempo y con tal habilidad, era incluso probable que haya estado durmiendo con un asesino, había matado a su propio amigo, era eso posible, o sino por qué razón guardaría sus restos, y aunque no lo hubiera hecho, por qué los estaba analizando de esa forma, era completamente insensible.

Encendí la computadora torpemente, no fue necesario esperar a que cargue ya que se prendió rápidamente, estaba tan solo suspendida, incluso había varias pestañas abiertas, la primera era una página de youtube, toqué sin querer el click derecho y se abrió un video sonando con él una canción melosa, una melodía que volvía las cosas aún más aterradoras y las acercaba a la ficción. Bajé el volumen y luego la detuve, recé en silencio porque el ruido no hubiera sido lo suficientemente fuerte como para atravesar la pared y llegar a sus oídos. Recuperando por fin el aire contenido ingrese a la siguiente página, era un archivo pdf, un formulario con la dirección y el nombre de la clínica donde se encontraba mi abuela, leí los detalles, pero era imposible revisarlo todo, tenía poco tiempo y era un archivo largo y pesado que tardaría en cargar. Avancé, abrí la siguiente pestaña y me encontré con una filmación, se veía un corredor y unos guardias, luego en la siguiente pantalla, la biblioteca, y más allá, lo que antes fue el comedor escolar, ¡Hiram estaba vigilando cada sector de nuestra universidad! Era una transmisión en vivo, el horario al margen de la pantalla me lo confirmó.

Sabía que debía hacer algo, pero estaba inmóvil, no tenía fuerzas ni habilidades como para idear un plan, mis conocimientos de tecnología eran pocos, no sabía cómo enviar una alerta o cómo enviar estos archivos de forma instantánea y sin dejar rastros. Era demasiado repentino y arriesgado.

Comencé a temblar, a sentirme nerviosa y llena de ansiedad. Tenía miedo, no podía seguir las cosas como estaban, debía tomar otro curso, debí haber escuchado a Timothée, al pensar en él vino a mi la imagen de mi abuela y el desconsuelo se transformó en ira, si las teorías de Tim eran ciertas me había enamorado de una persona que estaba implicada en esta tragedia, que estaba detrás del virus que enfermó a mi abuela, era terrible, completamente inadmisible.

Me quedé estática, no sabía qué hacer, a dónde recurrir, no tenía teléfono y estaba encerrada en su apartamento, tenía todas las de perder. No había escapatoria, ¿qué me haría?,¿ era capaz de hacerme daño?, ¿más del que ya me hizo?, las preguntas me atormentaron, era una lluvia sobre el mar y sabía que los rayos estaban prontos a caer para terminar con lo que me quedaba de integridad.

Me sentía encerrada en una película, y sabía que el final sería horrible, a fin de cuentas era la estúpida que se enamoró del chico incorrecto, la que con ojos ciegos cayó ante sus encantos. Necesitaba un plan, una estrategia.

Algo en mí pese a todas las cosas malas que había visto sabía que él no me dañaría, recordaba la mirada dulce de sus ojos verdes al cantarme o la tristeza que emanaba al abrir su corazón ante mí y hablarme de su infancia. Detrás de todo aquello debía de existir un ápice de cariño, que impidiera lo peor. Lo ayudé en los momentos más dificultosos y me mantuve a su lado inmóvil, sus mentiras eran una puñalada sorpresiva que durante mucho tiempo se disfrazó de caricia, hasta que finalmente, de un segundo a otro, atravesó mi ser, desgarrando mi alma y quitándome la confianza, la esperanza y el amor incondicional que sentía por él.

Escuché la llave de la ducha cerrarse, el agua dejó de correr con ella, a través de la pared podía sentir los movimientos de Hiram, saliendo de la ducha relajado, secando su cuerpo, regodeándose en sus aguas mentirosas, en sus maniobras difusas. Pensando que al salir yo lo esperaría con los brazos abiertos, ilusa, rendida bajo sus alas, pensando que era mi guarda, quien velaba por mí y mi abuela, riéndose de mi agradecimiento hacia él y sus actos engañosos, pero no era así, yo estaba aquí, en el lugar donde con empeño ocultó de mis ojos la verdad, frente a las respuestas desprendiéndome de las preguntas y temiendo por el futuro incierto.

Su entrada fue sorpresiva, abrió la puerta con firmeza, y se mantuvo de pie frente a mí, su cuerpo estaba rodeado tan solo por una toalla y su pelo chorreaba gotas de agua manchando el piso, lo observé por un momento de pies a cabeza intentando buscar detrás de ese cuerpo al hombre que solía conocer, pero ya no estaba, me moví con agilidad atravesando la habitación decidida a irme pero él tomó mis brazos con firmeza sosteniéndome bloqueando mis intentos de escapar.

Su entrada fue sorpresiva, abrió la puerta con firmeza, y se mantuvo de pie frente a mí, su cuerpo estaba rodeado tan solo por una toalla y su pelo chorreaba gotas de agua manchando el piso, lo observé por un momento de pies a cabeza intentando bu...

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El mar en inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora