34. El mar

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Gia

Las cosas seguían su curso, me había adaptado a mi nueva rutina, mi día simplemente sucedía por tres llamadas, eran lo único que me mantenía expectante: una a mi abuela, otra con los doctores y una última en la que hablaba con Timothée, esas eran las razones para mantenerme en pie.

La imagen de mi abuela estaba pintada con claridad en mis pensamientos, cada día que pasaba su piel tomaba un tono aún más verdoso, e incluso a la distancia podía llegar a percibir un cambio en su textura, como si adquiriera escamas. Esta mañana la llamé y le leí un poema corto de Neruda, estaba demasiado cansada para hablar, pero disfrutaba escuchar poesía. A mí me gustaba leerle, tener una tarea y articular palabras ya escritas, era demasiado cobarde como para hablar por mí misma, ya había perdido toda mi fortaleza y sabía que al hablar sería difícil ocultarlo.

Hiram yacía a mi lado, sus dedos estaban entrelazados con los míos, el contacto era tan acogedor y familiar que incluso no podía sentir la diferencia entre su piel y la mía, éramos uno. Últimamente sus muestras de afecto eran constantes y pasaba más tiempo a mi lado, me acompañaba en todo momento y era más demostrativo. Estaba muy pendiente de todo lo que pasaba en la clínica, incluso hacía muchos llamados él mismo, su ayuda tan directa y especial era sorpresiva y fantástica. Incluso hacía todos los trámites de pago y orden de papeleo por mí, se estaba portando muy atento y comprometido.

—Timothée, estamos pasando por un momento muy difícil y Hiram no ha hecho más que ayudarnos, no entiendo cómo puedes dejar que los celos se interpongan de esta forma entre nosotros más aún en estos momentos ¡dios mío!, ahora pretendes culparlo hasta del virus, ¿qué te pasa?, te volviste completamente loco, ya no quiero escucharte, no estoy para tus calumnias o tus intentos de ser el detective supremo que lo resuelve todo —dije para luego cortar el teléfono con enojo.

Nunca antes me había peleado con Tim de esta forma, pero esta llamada me hizo perder los estribos por completo. No me llamó para hablarme de mi abuela, sino más bien para hablarme de Hiram, está completamente obsesionado con él, da a entender que su padre es dueño de la clínica, que hacen estudios corruptos, que hay cuerpos asesinados por ellos en el mar, ni siquiera puedo unir todo lo que me dijo. Está perdiendo la cordura por completo. Le agradezco eternamente su apoyo, el cariño que tiene para conmigo y mi abuela y su aporte a la comunidad, pero no puedo permitir que invente tales cosas. No me atrevería ni a mencionarle esto a Hiram, son ideas dementes e injuriosas.

El nombre de Tim figuraba en la pantalla vez tras vez pero yo cortaba, no quería escuchar de él, por lo menos por un tiempo, sus palabras eran crudas e inadmisibles. Entendía que él quisiera interpretar el papel de detective, pero sus juegos y análisis psicológicos se le estaban yendo de las manos, estaba viviendo en una ficción, una película futurista o de gangsters, incluso no rechazo la idea de que esté afrontando un ataque severo de paranoia.

Lo quería demasiado y confiaba en él plenamente, sus palabras, su actitud me dejaban completamente desorbitada. Pensaba que quizá sus sentimientos hacia mí estuvieran influyendo en su juicio, sumado a eso el estrés extremo que afrontaba llevándolo a sacar conclusiones totalmente equivocadas.

Mis sentimientos y emociones terminaron revolucionados en un mar de confusión, en el momento más susceptible de mi vida no podía ver a los que amo enfrentados, no quería ni estaba preparada para dividirme en bandos y estar al filo de otra pérdida que congelara mi corazón.

Timothée

Tras el incidente con Gia, mi mente no hallaba quietud. Me había sincerado con ella y siquiera se dignó a escucharme, fue dura y cruel como nunca antes lo había sido. Temía que estuviera manipulada por ese hombre que ocultaba tantos secretos y en sus manos tenía poder para dominarnos a todos.

El mar en inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora