10. El tiempo avanzó rápido

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La luz del sol atravesó mis párpados cerrados, despertándome. No sabía la hora exacta, pero podía asegurar que eran pasadas las doce del mediodía. Me reincorporé girando mi cuerpo, a un lado se encontraba Hiram profundamente dormido en el suelo. Su cabello castaño estaba enmarañado y su boca levemente abierta, pero pese a eso seguía siendo atractivo. Su brazo estaba estirado hacia arriba como si quisiera aferrarse al sillón en el que yo me encontraba.

Recuerdos vagos de la noche anterior se esparcieron por mi mente. Un frío y tembloroso Hiram yaciendo a mi lado mientras acariciaba su pelo y delicadamente con un paño caliente limpiaba su frente. Preocupación e impotencia se encontraban entre el tumulto de sentimientos que se aferraban con vehemencia a mi pecho, nunca antes había visto a una persona atravesar una situación como la que él atravesaba.

Después de anoche todo tenía sentido para mi: los constantes cambios de humor, sus ojos siempre dilatados y con la mirada perdida, junto con los días enteros que pasaba aislado en su dormitorio y todas las noches que lo escuché en vela dando vueltas errantes sin poder conciliar el sueño. Como si una venda hubiera sido arrancada de mis ojos y sorpresivamente pudiera apreciar las cosas con total claridad, ahora podía entenderlo todo, como si fuese una obviedad.

Tomé una almohada y la coloqué debajo de su cabeza. No pude resistirme ante la posibilidad de acariciar su cabello, y lo hice. Recorrí con suavidad su frente quitando los mechones de cabello desordenados que sobre ella yacían. Encontraba placentero el verlo dormir tranquilo, finalmente en paz después de las tortuosas horas que enfrentó anoche. Había sentido su carga emocional electrocutar cada centímetro de mí, sentía su angustia al mencionar a su madre, sus esfuerzos por aparentar ser fuerte e insensible, y su dolor frente a los oscuros secretos que cargaba, todas esas emociones atravesaban mi interior proporcionándome fuertes puntadas.

Pese a todas las incertidumbres y los temores, creía en él. Quería sumergirme en su historia y dejarme llevar por la corriente. Estaba dispuesta a ayudarlo y entregarle todo de mí. Me sentía atraída por los matices que su personalidad podía llegar a desplegar. Mostrándose muchas veces cálido y profundo aunque a simple vista diera una impresión contraria, yo creía poder leer entre líneas.

Me desplegué por el departamento con cuidado, no quería despertarlo. Me dirigí hacia la pequeña cocina, tomé mi clásico té verde vertiendo el agua hirviendo y luego la leche fría, era un animal de costumbre. Por inercia preparé café, sabía que a Hiram le gustaba tomarlo por las mañanas y en cada momento del día. Supongo que al lado de sus otras adicciones, esta era un mal menor. Me senté en el taburete alto a un costado de la barra de la cocina, escribí en mi cuaderno sintiéndome libre de expresar con la pluma lo que mi boca no se atrevía.

Tras largas horas me decidí a despertar a mi durmiente compañero. Me sentía preocupada por los extraños movimientos de su cuerpo y temía que el dormir en el suelo perjudicara su espalda.

—Hiram —dije su nombre en una voz baja casi inaudible, no quería despertarlo bruscamente. En una suave pero tímida caricia moví su brazo.

—No —respondió involuntariamente, aún seguía dormido.

—Soy yo, despierta por favor, estás en el piso, y es tarde —insistí mientras me acercaba a su cuerpo, apoyando mis rodillas sobre la alfombra que cubría el suelo.

—¡Basta! —exclamó levantando la voz y sacudiendo su cuerpo, su reacción me tomó por sorpresa y me asustó, al parecer estaba sumido en un sueño terrorífico.

—Hiram por favor, despierta —rogué sacudiendo sus hombros, o por lo menos intentándolo, ya que el peso de su cuerpo dormido era insostenible para mí. —¡Hiram! ¡Hiram! —Su nombre despegaba con fuerza de mi lengua, mi voz era lo más potente que la naturaleza me permitía.

El mar en inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora