Hiram
Me encontraba allí otra vez, rodeándola entre mis brazos, aferrándome a su cuerpo, el lugar más seguro y frágil en el que he estado. El olor de su cabello se impregnaba en mi nariz, relajando mágicamente mis músculos tensos, la suavidad de su piel acariciaba la mía y la cobijaba, manteniendo tibios mis fríos y desgastados huesos.
—Hiram...
Pronunció mi nombre mientras su vista se veía perdida a lo lejos, en algún lugar que el atardecer frente a nosotros ocultaba. Yo abrazaba su pequeño cuerpo por detrás sintiendo su espalda reposar sobre mi pecho.
—¿Por qué todo tiene que ser tan difícil? —Su pregunta sonó más como un suspiro cargado de impotencia—, yo realmente quiero ayudarte, ¿sabes? —preguntó volteando entre mis brazos, de modo en el que estuviéramos frente a frente, aún así, no se cruzaron nuestras miradas.
La diferencia de estatura entre nosotros hizo que ella quedara a la altura de mi pecho. Observó la tela de mi fina camiseta blanca y trazó con sus pequeños dedos los tatuajes que se reflejaban a través de la misma.
—Pero a veces no sé cómo... No sé cómo resolverlo todo —continuó después de una larga pausa, el tiempo era completamente nuestro y no importaban los espacios en el medio, yo era todo oídos y conectabamos de tal forma en la que sabía que aún no había terminado de hablar.
—No lo sé —dije posando mi mentón sobre su cabeza.
Su rostro se escondía en mi cuello y su respiración me daba cosquillas suaves y tiernas, casi agradables.
—No tener respuestas puede ser triste Gia, pero no tener preguntas es aún peor, es devastador, te hace sentir totalmente vacío y falto de propósito —Acaricié su cabello lentamente mientras hablaba, el ritmo de mi voz era mucho más pausado que el suyo—. Y tú me has devuelto las preguntas, has hecho que me replantee las cosas como no lo hacía en mucho tiempo, siento curiosidad y extraña intriga, ya no quiero solo tomar lo malo y justificarme como si fuera la última opción, quiero respuestas y cambios. Así que deja de decir que no haces nada por mí, porque lo haces todo —dije hablando mucho más de lo que acostumbraba.
—Te quiero Hiram, y creo que eres una persona muy valiosa, encantadora e inteligente, no puedo verte destruir todo de esta manera —Sus palabras calaron en lo más hondo de mi ser como una caricia penetrante y tortuosa que me recordaba lo culpable que era mi naturaleza.
— Y sé... —prosiguió, alzando su cabeza para mirarme, mientras acariciaba mi mejilla con cuidado, como si mi piel fuera un fino cristal que temía romper—, sé que jamás podré entender lo que tu sientes, la dependencia, esa extraña necesidad que te lleva a tirar tu vida por la borda. Tampoco entenderé qué causa en ti la droga, qué cosas oculta tu alma ni qué misterios esconde tu pasado. Pero, sí sé qué causa todo eso en mí, vivo en carne propia el dolor que mi alma destroza, la preocupación y el temor a tener que despedirme del hombre del que me he enamorado. La impotencia y la incertidumbre de no saber qué versión de ti me encontraré cada mañana al despertar, el terror que me da amarte para después perderte. Hiram, ¡Dios mío!, me desarma saber que te pierdes, que hay días en los que tu cuerpo no tiene alma y que tus latidos cambian su ritmo siguiendo una extraña y diabólica melodía. Yo sé lo que es extrañar a tu guitarra dulce y tus ojos verdes risueños, sé lo que es temerle a la sangre que tu mirada a veces rodea. Temerle al hombre que debería cuidarme, no quiero que tú me salves de ti mismo, quiero que tú te salves de ti mismo. Vales muchísimo, por favor ya no hagas esto, no podría soportarlo.
Sus palabras sinceras me atravesaron y la abracé uniendo nuestros cuerpos, sus lágrimas mojaban mi camisa y cada gota me recordaba mis calamitosas acciones.
—Gia, te quiero tanto, eres el cielo que se mantiene estable sobre mi catastrófico océano, y sé que no puedo prometerte el no lastimarte. Tampoco puedo prometerte ser tu complemento, ya que, tú no necesitas otra mitad, tú tienes todo, estás completa. Eres inteligente y estás llena de esperanza, eres la persona más fuerte que he conocido, no necesitas a nadie. Ni siquiera, puedo ser tu caballero o tu héroe porque no lo precisas, tienes fortaleza, amor y valentía, una entereza envidiable que derrotaría a cualquier belleza vana —Sus manos continuaban acariciando mi rostro—. Pero... —Seguí hablando con la mirada fija en sus ojos y mi corazón abierto en sus manos—, prometo que seré tu compañía y tu mayor confidente, estaré allí para ti en cualquier situación. Incluso si llegáramos a alejarnos, siempre me mantendré cerca de ti, te escucharé y te acompañaré en todos tus caminos. Resolveremos todas tus dudas intelectuales y los enigmas que tu corazón guarde, seré tus oídos y compartiremos juntos la magia de la música. Te haré bailar con canciones y abrigaré tu cuerpo con mi abrazo. Quiero mostrarte el mundo que tus circunstancias no te han permitido ver, quiero cumplir todos tus deseos, apoyarte en todos tus proyectos y volver realidad las fantasías ocultas en tus libros. Sé que también te lastimaré y te confundiré, aunque es lo último que quiero. Juro hacer mi mayor esfuerzo por alimentar tus sentidos y que jamás te adentres en la angustia y lo aburrido de lo cotidiano. Haré lo posible para que el disfrute sea diario y que tu vida sea maravillosa, que el elixir sea tu respirar y el placer acompañe cada paso que des. Tengo presente que mi cariño jamás será convencional pero de una forma u otra te lo haré llegar, por favor, dame una oportunidad. No prometo no decepcionarte, pero sí prometo que, pese a eso, no te arrepentirás.
Me expresé como nunca antes lo había hecho con nadie y fue realmente liberador. Sus ojos se cristalizaron y una sonrisa se plasmó en su rostro, por primera vez, ella dio el primer paso acercándose a mí, y me besó.
Después de abrir nuestros sentimientos permanecimos en silencio, no fue necesario expresar nada más, ya lo habíamos dicho todo.
Gia
En los tiempos en los cuales era muy difícil mantener una rutina, cumplir un objetivo y aferrarse a lo cotidiano, supe que Hiram era el único hábito que ni el confinamiento ni ninguna otra cosa podría romper. Sus palabras me abrazaron y mis sentimientos, fuertes pero por el momento en calma, descansaron sobre su pecho, marchando al ritmo de los latidos constantes y tranquilos de su corazón.
Necesitaba mantener mi cabeza en alto y jamás mirar a lo lejos otra vez, mantenerme sumida en su encanto y dejarme llevar por su perfecta composición de la realidad, su falso atardecer pintado con pasión sobre mi corazón, como si él mismo fuera tan solo un lienzo en blanco.
En ese momento supe que nunca antes había sentido nada. Era una pared vacía, sin pintar. Mis emociones habían sido dibujadas por primera vez ahora, por Hiram, con un trazo mágico y luego, pintadas con precisión llenándolas de maravillosos colores.
Él podía crear una obra de arte en mí. Mi corazón era la inspiración que movía su mano haciéndola volar. Sus dedos alados llenaban de tonos despampanantes mi alma y las sombras detrás de sus dibujos cada vez se sentían más lejanas, como si nada en ellas pudiera oscurecer el resplandor de su tacto.
Con ojos cerrados y crédulos decidí confiar en él, entregando más de lo que tenía. La única verdad era que estaba indefensa como nunca antes lo había estado, pero me sentía en la cima, liviana y esperanzada, disfrutando la caída mientras con una estúpida valentía rompía mis propias reglas...
El frío cayó sin ningún aviso, junto con él, una llamada de Timothée que me despertó de ensueños y volvió de mi castillo una torre muy alta. Tomé el teléfono entre mis dedos, mi cuerpo se erizaba y con mi brazos intenté mantener el calor en él. Mis manos temblaban y se oscurecieron mis labios...
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El mar en invierno
RomanceTerror, pánico y desenfreno. El mundo colapsa, las calles vacías lloran las horas y no queda ápice de la vida cotidiana. Muerte y desolación, estado de sitio, las autoridades decretan el aislamiento obligatorio y las puertas de las fronteras se cie...