41. Terminando completamente obnubilada

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Tomé mi cuaderno, lo sople quitándole el polvo que la tapa cubría, finalmente volvería a escribir, daría respuesta a mis dudas, callaría el ruido que las olas hacían detrás de mí.

Buscaba adornar la realidad con palabras que solo se veían bonitas en una poesía, en forma de sueños imposibles que se transformarían en fantasías inconcebibles que nunca se enfrentarían de cara al desencanto. Un corazón sano y perfecto latiendo por el peligro sin riesgo en una utopía romántica, en donde todo se lastima pero nada se rompe. Al fin y al cabo de eso se trataría, unas líneas apasionadas y dispersas donde describirlo es sencillo y el peso de la culpa no amenazaria con quebrar mi integridad.

Por esa razón respondí con la verdad, completa y personal, llena de subjetividades y en forma de metáfora, para ocultar lo fácil que él podía acercarse a mí y tomarme, escondiendo así lo indefensa que eso me hacía sentir, cargando perpleja con la duda, vacilante ante cómo él pudo enseñarme tanto llevándose lo que algún día fue lo mejor de mí. Dispuesta a ponerle letra a esta triste melodía y con ella responder aquella pregunta, dicha tan sencillamente con facilidad, pero tomada por mí con tanta dificultad; decidí describirlo, solo para mí, en el nombre del mar, el invierno y el olvido:

Hiram Hannigan. Después de varios intentos, llegué a la conclusión de que es imposible para mí describirlo, él es más que vacías palabras o simples adjetivos, él es sensaciones, abrazadoras y avasallantes sensaciones.

Conocerlo fue como entrar al mar en invierno, sentí el viento sobre la piel y el miedo invadió cada parte de mi ser, fue excitante y aterrador; al principio caminé lento, al contrario del tiempo, el cual avanzó rápido, de forma casi imperceptible.

Dar el primer paso parecía un gran error, aun así, retroceder nunca fue una opción. El agua fría golpeó mi piel y me hizo temblar. Se oscurecieron mis labios y solo pude avanzar. Pero al sumergirme... ¡Al sumergirme! Todo cambió. Un alivio pleno recorrió cada centímetro de mí, el agua fue como una suave caricia y el placer me invadió pura y vanamente.

Fue mágico. Al moverme olvidé el frío y el temor, solo pude saltar, sentir el movimiento, recorrerlo y fundirme en él.

Al salir, el mar se cobró toda su gentileza. En mis intentos de escapar con él, sus olas me golpearon. Al igual que la realidad, me sacudieron y lastimaron. Me enceguecieron al punto en el que ya no pude ver otra cosa, terminando completamente obnubilada.

Cuando finalmente estuve afuera, el viento arremetió con dureza y el frío me despertó con violencia de la fantasía. Debería haber sentido alivio al salir, pero no fue así.

Nació en mí el deseo de estar nuevamente en el interior, flotando, jamás haber salido. El mero intento de regreso sería aterrador y oscuro. Se contrapone la idea de nunca haber entrado, pero ya es tarde. Solo queda el frío entrando por cada fibra, añoranza, vacío y arrepentimiento. Enferma y atractiva adrenalina. Así fue conocer a Hiram, desolador y totalmente increíble, casi inolvidable, como meterse al mar en invierno.

Fin.

Nota: Llena de melancolía, me esfuerzo por escribir una breve nota, pero las palabras me resultan simplemente insuficientes. Me limito a dar las gracias, principalmente a mi hermana menor, quien llena de juventud y entusiasmo me motivó a emprender este camino y adentrarme en esta nueva aventura por los más recónditos mares de la pluma y el papel. En segundo lugar a mi querido editor, quien me acompañó cubriendo mis falencias y apoyándome incondicionalmente cuando el agua amenazaba con cubrir mi cuerpo y ahogarme, sacándome el aire inspiracional. En tercer lugar a mi estimada Tía María, mi profesora y confidente, quien con su ejemplo y cálidas palabras me ha motivado a sumergirme en esta experiencia, a superar mis inseguridades y a compartir lo que amo. En cuarto lugar a las personas grandiosas que conocí en este trayecto, a las amistades que hice, quienes me enseñaron y animaron: Luna, Ela, Eclipsa, Altzza, Issela y Rafaela, fantásticas lectoras y escritoras, quienes con su compañía y comentarios me han enriquecido. En quinto lugar, pero no menos importante, a ustedes, los más de cuatro mil lectores que me impulsan y me acompañan, a veces desde la oscuridad del anonimato pero muchas otras comentando y participando, estoy plenamente agradecida, espero conocerlos a todos algún día, que sigan acompañándome y compartiendo esta historia, que podamos juntos mantenerla viva. Por último agradezco a Hiram y Gia, quienes escaparon de mí, quienes han crecido a mi lado cobrando identidad propia.

Feliz y emocionada me despido, esperando que la marea pronto se levante majestuosa y que nos mueva a reencontrarnos flotando y alegres, listos para una nueva historia.

Atentamente: Élida H. Valente.

 Valente

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El mar en inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora