Timothée
Ha pasado una semana desde mi último avance en la investigación. Los días transcurren rápido y el virus sigue su apresurado ritmo. Noches largas y lentas se contraponen, en las cuales sólo puedo sumirme en pensamientos y libros buscando información, aunque sea una pista que pueda ayudarme a resolver este tortuoso problema. Lucho porque mi esperanza no se pierda junto con la moribunda sociedad.
Mi padre está tomando muchos riesgos, su rostro luce agotado y rendido ante la niebla, los años le están pasando factura. No tenemos apetito y por poco no nos dirigimos la palabra, no queremos gozar de nuestros privilegios mientras hay almas en pena por los que ya no comen ni hablan.
He recogido agua de mar, la cual ya ha sido analizada, pero no han encontrado nada fuera de lo común, de manera en la que desperdicié tiempo y recursos en una conclusión apresurada. Volví en busca de los peces muertos, pero rechazaron mi idea con determinación, me ven como el más joven y atolondrado del equipo, mis ideales parecen demasiado modernos y faltos de experiencia, no quieren desperdiciar los escasos recursos que tenemos en realizar pruebas.
Una llamada me interrumpe como respuesta a mis silenciosas plegarias. Observo el nombre de mi padre en la pantalla y contesto con determinación y miedo, en estas circunstancias lo normal es siempre esperar lo peor.
—Hola Tim —habló rápidamente, su voz denotaba una emoción efusiva—, necesito que vengas rápidamente, un hombre se acercó a la central buscándote por todo el pueblo, un pescador —Al oír de quién se trataba, mis ojos se iluminaron— dice haberte buscado por días, Tim, ¡encontraron cuerpos en el mar!, me ha informado que al levantar las redes de pesca, encontraron restos de carne humana dentro de las ballenas, ¡Tim!, ¡tenías razón hijo mío!
—¿Dónde estás? —Fue lo único que pude articular— Iré para allá, necesito analizar los restos con urgencia.
—Estoy en el comedor reuniendo los fondos, pero el pescador se ha ido, le insistí para que espere, pero dice que te quiere ver en su cantina, tiene algo para enseñarte.
—Papá, prepararé unas cosas y voy directo al muelle, ve con algunos del equipo, que sean discretos, nos encontramos allí.
Dejé el teléfono en altavoz, mi padre me contaba con detalle lo que el pescador misterioso le había informado. Corrí a toda velocidad adentrándome en mi hogar con premura, preparé mis guantes de látex, mi libro sobre práctica forense y mis notas, quería ser prolijo con las pruebas, esta podría ser mi última oportunidad.
Me observé un momento en el espejo del baño, mis ojos pardos estaban rodeados de grandes círculos negros, mi rostro angulado lucía escuálido, marcándose de forma excesiva mis pómulos. Mojé mi rostro con las dos manos, necesitaba despertarme, estar en mis cinco sentidos y centrarme en esta investigación, cada paso era tan crucial como determinante. Deslicé mis dedos por mi cabello, estos días había estado tan preocupado e inmerso en la investigación que ni siquiera había notado lo largo y desarreglado que lucía. Rápidamente salí de mi ensimismamiento, recuperando el control y la diligencia corrí a la salida con la mochila en mis hombros y la esperanza recuperada.
Pedaleé la bicicleta con todas mis fuerzas, incluso sentí mis rodillas arder a través de los kilómetros, pero no me importó, necesitaba llegar a mi objetivo. Divisar el mar en mis ojos fue una oleada de placer. Dejé mi bicicleta tirada sin percatarme en dónde y corrí por el muelle, evitando los bultos y los pescadores.
Volví a entrar a la cantina, pero todo fue diferente esta vez, entré con decisión y las miradas me resultaron menos altivas, me dirigí hasta la barra y allí estaba de pie el hombre que como un héroe le había dado sentido a la investigación, salvándome de la desesperación.
ESTÁS LEYENDO
El mar en invierno
RomanceTerror, pánico y desenfreno. El mundo colapsa, las calles vacías lloran las horas y no queda ápice de la vida cotidiana. Muerte y desolación, estado de sitio, las autoridades decretan el aislamiento obligatorio y las puertas de las fronteras se cie...