Una enorme caja llegó a nuestra puerta. Hiram la tomó con los recaudos necesarios y la trajo dentro. Era una mañana de invierno soleada, un regalo entre tantos días grises.
—¿Cómo te gustan los huevos? —preguntó mientras hacía el desayuno, ignorando la caja.
—Como le gusten a Richard Gere —respondí haciendo alusión a la película Novia fugitiva, la cual habíamos visto juntos hace un tiempo. Me acerqué a él y lo abracé por detrás mientras cocinaba.
—Lo imaginaba, vendida. Igual tengo la suerte de que debidas las circunstancias no te podrás escapar —bromeó mientras controlaba el desayuno cocinándose en una sartén frente a nosotros. Debido a la anchura de su espalda no podía ver con claridad lo que hacía.
—Tampoco me casaría contigo, así que no sería necesario escapar.
—Eso porque yo no te lo pediría.
—Porque eres demasiado orgulloso como para afrontar la posibilidad de ser rechazado —refuté, acercándome más a su cuerpo. Poniéndome en punta de pie dejé un beso corto en su hombro para luego alejarme.
—Esa posibilidad no existe, nena —expresó con ironía, haciendo énfasis en la última palabra—, incluso tú has caído, reina del control, no te has podido resistir.
—¿En serio piensas eso?, si crees que tienes a todas las mujeres a tus pies estás más que equivocado.
—Si, sin importar lo que digan o sus principios, la mayoría de las mujeres caen rendidas frente a un hombre con dinero y privilegios, más aún si luce así —dijo observando su cuerpo y exaltándose exageradamente. Sabía que lo decía para molestarme, pero aún así no lo podía dejar pasar.
—Eres tan pretencioso, misógino e ignorante, crees que por tu clase social todas las mujeres simplemente vamos a venerarte y seguirte por ser el estereotipo de chico rico y mimado, no quiero nada de ti, ni de tus estúpidos privilegios. Estaré abajo de la pirámide social por siempre, quizá. Pero tendré la conciencia tranquila de que no mancharé el nombre de Virginia Woolf, Taylor Swift, ni ninguna de las otras luchadoras y mujeres fuertes que hicieron historia, ¿me escuchaste? —dije casi sin respirar. Mientras, me sentaba en un taburete detrás de él, de manera en la que los dos estábamos a la misma altura. Me miró fijamente con sorpresa y empezó a reír un poco, disfrutaba debatir y verme enojar, eso era completamente exasperante.
—Claro claro, nadie es lo suficientemente perfecta cómo tú, ¿no?, señorita cultura y pureza. ¿Eres demasiado buena para la sociedad actual? —rió— Lo que realmente eres es una nerd que vive en sus libros porque en la realidad no es nadie, ningún chico jamás se acercaría a ti porque eres estirada y aburrida. Te crees tan especial, pero sé que morirías porque te preste atención. No sé qué clase de trauma de niña pobre y desclasada tienes, pero estás en mi departamento, y sé —se acercó despacio y me agarró el mentón— que no tardarás mucho en caer ante mis encantos —pude sentir su respiración cerca de mí y odie con todo mi ser que su cercanía me ponga nerviosa—. Se alejó, abrió la heladera y se dispuso a desayunar en una pequeña mesada con una banqueta frente a mí.
—¿Qué? —escupió— ¿Acaso quieres? —Me miró apuntando a su desayuno— ¿Quieres que este fuerte hombre te provea alimento? —Negó con la cabeza— ¿Por qué no te lo provee Trotsky, Eva Perón o, no sé, Taylor Swift? —rió como si hubiera dicho la oración más inteligente en el planeta Tierra.
—Eres irritante —le respondí y me agarré la cabeza. Rápidamente le robe el desayuno de su plato y le tire una rodaja de pan en la cabeza. —Lo lamento tanto, te he desarmado los rulos, ahora tendrás que bañarte y cepillarte el cabello, espero que eso no afecte tu frágil masculinidad.
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El mar en invierno
RomanceTerror, pánico y desenfreno. El mundo colapsa, las calles vacías lloran las horas y no queda ápice de la vida cotidiana. Muerte y desolación, estado de sitio, las autoridades decretan el aislamiento obligatorio y las puertas de las fronteras se cie...