Otra vez aquí, en mi rincón al aire libre, testigo de mis pasiones y decepciones, del amor y la soledad profunda, de las llamadas lejanas a lo que era y la cercanía repentina a lo que soy.
El balcón se ha convertido en más que un espacio, es mi libertad en medio del más restrictivo aislamiento, pese a que mis pasos son acortados se sienten libres y de igual manera mis piernas como si pudiera correr por los prados, con el aire puro en mi rostro y una bandera que declara mi total independencia espiritual.
Es increíble cómo han cambiado las cosas y la capacidad de adaptación que tenemos ante los cambios de circunstancias, mutando con el presente sin perder un ápice del pasado.
Tomé el dispositivo nuevo, regalo que valía por su gesto, lleno de gracia y detallismo, así como lo era Hiram cuando se lo propone. Desde que lo conocí, la música cobró sentido, he podido comprender y a la vez superar la barrera del disfrute superfluo, era más que un simple pasatiempo, era lo que conectaba a Hiram con el mundo sentimental y ahora a mí también, podía leerlo en cada letra y vivir sus sentimientos con cada melodía.
Deslicé mi dedo sobre la pantalla, prestando atención a cada título dibujado allí: Heart like yours, Sparks, Cherry wine, Take on me, Holocene, Navy Blue, Who says, Inbetween Days, Santa Monica Dream, estos eran algunos de los títulos escogidos, su elección me sorprendió, eran canciones diferentes a las clásicas románticas y alegres que solíamos escuchar juntos, estaban cargadas de una triste melancolía dulce, eran las que tocaba esas noches oscuras, las que yo escuchaba en la lejanía. Una extraña angustia invadió mis pensamientos, algo en el fondo de mí sabía que no duraría para siempre, quería comprenderlo y aceptarlo, fundirme en él y ser juntos un material nuevo y renovado, una pieza maestra, y temía que fuera todo tan solo un agonizante sueño.
Me preguntaba dónde estaba él realmente, si estábamos en la misma página, si en este mismo instante también se preguntaba por mí y deseaba fervientemente mantenerme a su lado. Si alguna fuerza superior podía conectar nuestros sentimientos y nuestros sentidos de manera en la que él oyera conmigo el grito del amor detrás de nosotros, el grito de los amantes tristes y sumidos en el mayor de los desconsuelos, el ruego de la tragedia y la incertidumbre que en este instante advierte y amenaza con destruir nuestra historia.
Esperaría que las dudas no se asomen en su mente turbada, que la necesidad le de esperanza y la fantasía cubra cualquier ápice de realidad para que su corazón descanse en la seguridad y en la inocencia, sabiendo que nunca me perdería, y que nuestro inestable día es infinito y más que una extraña posibilidad, más que una fusión extraordinaria de polos opuestos.
Tomando los restos de mi compostura, me vestí con un manto de paciencia y alegría, respiré hondo y entré dispuesta a dejar de lado los mensajes encriptados que creí ver en las canciones y, por una vez en mi vida, no analizarlo todo y simplemente disfrutar. Crucé el umbral de la puerta y allí lo vi, de pie tomando café, sus rizos, su camiseta blanca y sus piernas largas, era una imagen que quería guardar para siempre en mi.
—Gracias —dije abrazándolo por detrás, uní mis manos sobre su abdomen y descansé mi rostro en su espalda. Se limitó a sonreír y acariciar la unión de mis dedos. —Gracias, te quiero —Mantuve mi cuerpo pegado al suyo, necesitaba sentir su calor y su aroma.
—Y yo a ti Gia —pronunció mi nombre con una dulzura que derritió todos mis temores, al menos por un momento.
Soltó mis brazos de delante de sí y con movimientos expertos me atrajo cerca de su cuerpo, de forma en la que estábamos frente a frente. Mantuvo su agarre fuerte en mi cintura, fue mi pleno sostén, ya que sentía que podía desmoronarme en cualquier momento, dio unos pasos pequeños y mi cuerpo chocó contra la pared, allí acarició mi rostro, observó mis labios, los recorrió con sus dedos, trazándolos, me regaló una sonrisa apasionada y me besó.
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El mar en invierno
RomanceTerror, pánico y desenfreno. El mundo colapsa, las calles vacías lloran las horas y no queda ápice de la vida cotidiana. Muerte y desolación, estado de sitio, las autoridades decretan el aislamiento obligatorio y las puertas de las fronteras se cie...