37. Con él

105 27 34
                                    

Mantuve el contacto fijo con sus ojos, sin importar lo firme de su agarre, sabía que también estaba asustado, verme aquí lo había sorprendido completamente. Sus labios estaban apretados y de un instante a otro palideció.

—Suéltame —grité con todas mis fuerzas mientras me soltaba de entre sus brazos—. Déjame salir ya —Mi voz tembló con mis últimas palabras e intenté atravesar la puerta delante de mí, pero su cuerpo me lo impedía.

—Gia, por favor, escúchame, déjame explicarte y te dejaré salir —habló lentamente, midiendo cada palabra.

—¿Escucharte?, ¿realmente lo dices?, no entiendo siquiera cómo te atreves a pedirme algo, ya te he escuchado lo suficiente, he creído cada una de tus mentiras, ¿quieres seguir jugando conmigo?, ¿no te basta con eso?

—Gia —susurró levemente, sobre sus ojos se pintó un manto triste, se apagaron completamente—, lo lamento, yo puedo explicarte.

—Eres increíble, me mentiste, explícame a ver, qué rayos es esto —dije tomando los recortes de las paredes y tirandolos al piso—, por qué no me lo explicaste cuando te hacía preguntas, cuando como una estúpida e ingenua me preocupaba por el exterior y tú fingías no saber nada —Seguí arrancando las hojas y tirándolas al suelo con premura y auténtica desesperación—. dime qué quieres explicarme, ¡¿cómo te reíste de mí todo el tiempo?!, ¡¿cómo pudiste manipularme y jugar con mis sentimientos?!

—Gia no eres estúpida por favor no digas eso, fue mi culpa lo siento tanto, pero no mentí todo el tiempo, mis sentimientos siempre fueron verdaderos, nunca quise tanto a nadie como te he querido a ti, te amo Gia, tú me conoces mejor que nadie —balbuceó tomando mi brazo.

—No te atrevas a tocarme nunca más —Levanté mi mano con decisión y di dos pasos hacia atrás—. Y no hables de amor, el amor es verdad, es veracidad y autenticidad, no tiene condiciones, no oculta ni lastima, has jugado conmigo, con la salud de mi abuela, con todo lo que nos rodea, no creo una palabra que haya salido de tu boca, no creo en tus besos ni en tus sentimientos, no eres más que un farsante —dije limpiando mis lagrimas—, no vuelvas a tocarme, y si acaso me respetas aunque sea un poco, me dejarás salir y me dirás toda la verdad, sin juegos, rollos o vueltas, si tienes un mínimo del cariño que afirmas y presumes lo harás y me ayudarás a salir de aquí.

—Gia por favor espera —dijo acercándose a mí, podía notar cómo se quedaba sin excusas, ya no tenía palabras, estaba mudo, petrificado.

—¿Esperar qué? ¿Esperar a que me mates como hiciste con Zac?, vi las identificaciones y los restos, eres un maldito enfermo, dale, si quieres lastimarme hacerlo físicamente es lo único que te falta, porque mi interior está destrozado —dije entre lágrimas mientras caminaba hacia atrás, chocando contra la pared,

—Jamás lo haría, jamás te lastimaría, te amo, eres lo único que alguna vez me ha importado en mi vida, sé que arruino todo lo que toco y eché mi vida a la basura hace mucho tiempo, pero realmente tú me diste esperanza, aprendí a querer, tú me salvaste y te lo diré todo con detalle, lo juro, créeme.

—¿Te salvé?, no soy tu psicóloga ni una ministra religiosa, no estaba aquí para darte esperanza ni salvarte de tus trastornos, sólo quisiste usarme, limpiar tus culpas conmigo, yo no merecía esto, siempre fui sincera, te acompañé, te apoyé y tú me ocultaste todo, abusaste de nuestra confianza, del encierro, me mentiste Hiram, me traicionaste, me enredaste en este círculo vicioso de mentiras, ¡Dios mío!, estás completamente loco, eres un asesino, controlas los pasillos, vi tus cámaras, los restos, los artículos de la clínica, lo sé todo, ya no puedes mentir, si quieres mátame o haz lo que quieras conmigo, ya no sé qué esperar, si me mantuviste aquí encerrada en el nombre de reglas que jamás existieron, yo te amaba, sólo deseaba ver a mi abuela que está enferma, nada más, ¿acaso no tienes alma?

El mar en inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora