SEGUNDA PARTE: Capítulo 17

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"Ellos no son nada más que lobos que alguna vez fueron humanos".

EL VIENTO CAMBIO de dirección.

«Venado, hierbas, humo y tierra». El bosque ahora se inclinaba ante ella para demostrarle su presencia. Todo estaba allí, en el lugar y momento correcto. El territorio que los rodeaba tenía el olor de la manada, tan fuerte y ágil como sus movimientos. El aroma de los lobos, el tufo a humedad y tierra con una mezcla dulzona del olor que desprendían los pinos y las hojas secas en el suelo, inundó las fosas nasales de Elysa.

El olor del venado despertó el hambre. Pero no le pertenecía a ella. Era el hambre de la manada. Invierno olisqueó el aire con las fauces abiertas y echó a correr con agilidad. Sus patas hicieron ruido en la tierra, los sonidos se intensificaron en sus oídos y sus sentidos agudizaron en alerta.

La última luz rojiza del sol se escondía entre las ramas. El olor del miedo ahora inundaba en sus sentidos, como si una roca se hubiera interpuesto en su camino, rogando por atención. Elysa corrió veloz detrás de Invierno, con el corazón latiente y la sangre zumbando en sus oídos.

El aire azotaba su rostro, creando un alboroto en su cabello. Saltando las colinas y los arroyos, subieron por un sendero rocoso que tenía un camino zigzagueante. El olor que desprendía el venado permanecía detrás de él como una estela de luz, esperando a ser captada por los que lo seguían.

La caza pronto fue interrumpida. Invierno se detuvo. Suka apareció detrás de Elysa, con su cola formando círculos detrás de él mientras frenaba con ayuda de las rocas. Bota, Fénix, Alaska, Cinder y Yukon mostraron los dientes después del gruñido severo de Invierno.

«Humano». Sus sentidos gritaron en alerta. Elysa se agachó a la altura de los lobos, arrastrándose por el suelo como un animal salvaje, con el zumbido en sus oídos y los gruñidos de los lobos.

No. En realidad el olor era humano, pero estaba mezclado con un aroma acre a la muerte y el olor superficial tan distinguible de la magia.

La cabeza de Elysa gritaba de preguntas y de pánico. «¿¡Desde cuando sabes todo eso!?». Pero su parte misteriosa y extraña que se centraba en sus sentidos —aquellos que ni siquiera sabía que ella tenía tan desarrollados como ahora— ignoraba su parte racional—humana.

Toda su lucha interior se esfumó cuando una figura inmensa se apareció delante de ellos como una sombra. Elysa sintió que se le helaba la sangre, y alzó la vista. Los gruñidos que crecían en la garganta de los lobos aumentaron de una manera que los pelos de su nuca se erizaron en respuesta.

Elysa observó el rostro de la figura que se erguía sobre ella. Si hubiese pasado más tiempo, tal vez ella no lo hubiese reconocido. Ella inspeccionó su rostro con atención. El tatuaje de apariencia malvada estampado a lo largo del lado izquierdo de su dura cara, las espirales de tinta negra contrastaron contra su piel besada por el sol.

El rostro del Nativo era muy común a comparación de sus compañeros, normalmente se los confundía y no se lograba diferenciarlos a menos que tuvieran alguna cicatriz a la vista bastante destacable. Pero no había otra forma para negarlo, era el mismo Nativo que la había seguido por varios meses —y de pequeña la había salvado de un interrogatorio brutal—.

Su carácter había comenzado a ser muy cambiante semanas después de ese día. Ahora lo comprendía. Era imposible que el Nativo de Sangre Azul que ofreció su mano para ayudarla a levantarse del suelo ahora tuviese sus tatuajes metamorfoseados de negro.

El destello de imágenes invadió en sus recuerdos. Ella recordaba haberlo mordido, escupiendo parte de su sangre gris—azulada. Gris azulada.

El Espíritu del InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora