—HABIAN MUJERES —LE DIJO Elysa por lo bajo.
La respiración de Hunter le golpeó en la nuca.
—Lo sé. En mi opinión, ellas se ven más intimidantes que los hombres.
—¿Por qué?
—Porque, querida muchacha —respondió Hunter seriamente—, las mujeres están subestimadas. Es normal ver a un hombre fuerte y musculoso. Pero dime, ¿es normal ver a una mujer con aquel aspecto?
—No —contestó Elysa, con el ceño fruncido.
—A eso me refiero. —Hunter chasqueó la lengua, dando golpecitos con sus botas en los costados del caballo—. Cuando se dan cuenta de que ellas son mujeres, se hacen encima.
Algo parecido a una carcajada brotó de la garganta de Elysa.
—Oye. —Hunter se inclinó hacia el costado. El calor que emanaba del cuerpo de él, por su cercanía, no le resultaba incómodo. ¿Por qué no le resultaba incómodo? —. ¿Nunca has pensado montarte sobre tu lobito blanco? Ese, el que te adora. Es bastante grande para llevarte en su lomo, ¿no crees? Tiene diez veces tu tamaño.
Elysa miró a Invierno, que galopaba junto al caballo de Hunter con la lengua fuera. Como si ella lo hubiese llamado en voz alta, el lobo alzó la cabeza para mirarla directamente a los ojos. ¿Por qué no se le había ocurrido antes?
—No lo había pensado —confesó Elysa en voz alta—. Me habría ahorrado de varias carreras.
Hunter no respondió. Si ella hubiese volteado, tal vez lo encontraría con aquella molesta e irritante sonrisa burlona. Prefería mantener aquel ambiente tranquilo entre ellos dos. No quería dar ningún paso en falso. Todavía no conocía a aquel hombre, ni tampoco sabía hacia dónde la llevaba. Pero mientras sus lobos la siguieran y ella permaneciera atenta, no habría peligro por correr.
Además, si los Nativos volvían a aparecer, ella aprovecharía a él como una distracción para poder escapar.
Elysa sonrió en silencio. Si el hombre hubiese leído su mente, tal vez habría protestado. O la habría abandonado. ¿Quién se reía burlonamente ahora?
Hunter lanzó una carcajada que la hizo sobresaltarse.
—Todavía no olvido la expresión de ese chico —dijo él entre carcajadas.
—¿De qué estás hablando? —le preguntó Elysa con el corazón en la boca.
—De ese muchacho, Donovan.
—¿Cómo diablos sabes sobre eso?
Elysa se estaba preparando para clavar su codo en el estómago del hombre, saltar del caballo y caer sobre el lomo de Invierno. «Gracias por ese dato», pensó en silencio.
—Te he estado siguiendo hace un par de días —le respondió él como si estuviese contando las estrellas.
Ella se puso rígida en el lugar. Hunter lo notó y lanzó otra carcajada.
¿Qué es lo que le parecía malditamente gracioso?
—Me he sorprendido gratamente cuando tus lobitos no me atacaron. Era como si me conocieran. Al parecer, la Vidente Tala hizo bien con perfumarme ese hedor a perro en todo el cuerpo.
—¿Quién es Tala? ¿Cómo sabías sobre Donovan?
—Tala es la Vidente de Eros Dart. Está con la Reina. ¿Nunca has oído sobre ella?
—Jamás.
—De todas formas —respondió Hunter, encogiéndose de hombros—, eso es lo de menos. Ya tendrás la oportunidad de conocerla.