Capítulo 23

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LLEGABA MUSICA DE ALGUN lugar. Elysa apretó sus manos en dos puños, cerrando sus ojos. «No lo escuches».

Pero aquella música sonaba cada vez más y más fuerte. Era inquietante, estremecedora, sobrenatural.

Los sentidos de ella se pusieron en alerta, al igual que su cuerpo, casi como si estuviera a punto de saltar, una sensación instintiva que era bienvenida en su interior. Lo sentía fluyendo en sus venas, luchando contra la fuerza que quería apoderarse de ella.

La mujer misteriosa, portando de su armadura inalterable y la sonrisa furibunda cargada de ironía, dio un paso al frente.

—Creí que continuarías arrodillándote ante mí.

Soltó una risita por lo bajo. Elysa le mostró los dientes en respuesta, con veneno en su mirada.

—Jamás. —Su voz sonaba ronca.

La mujer ladeó su cabeza, con una expresión divertida que le recordó a la de Hunter.

—¿Tienes idea de quién soy yo?

—El Nigromante.

—¡Excelente! —Ella aplaudió, como si fuera una niña, con una sonrisa falsa—. Creí que no adivinarías eso, mí querida Elysa.

Movimientos detrás de ella. Elysa se volvió, resignándose a la idea de no quitar los ojos encima de la mujer. No quería perderla de vista.

De las puertas donde ella había ingresado, tres cuerpos aparecieron de golpe.

—Hunter.

Elysa jadeó. El hombre de negro forcejeó contra los Nativos del doble de tamaño de él que lo retenían con fuerza. Por la barbilla, le recorría un reguero de sangre a causa de los golpes. Tenía sus dos ojos morados y un chichón en la mejilla que le deformaba el rostro y le estiraba las cicatrices que cruzaban por su cara.

En cuanto él la vio, cambió la expresión en su rostro. Le lanzó una sonrisa despreocupada en su dirección.

—No te preocupes, princesita, saldremos de esto.

La mujer delante de ella lanzó un par de carcajadas que sobresaltaron a Elysa. Ella le devolvió una mirada de desprecio, incapaz de creer cómo podía reír tan despreocupadamente.

—Déjalo ir. Él no tiene nada que ver con esto.

El Nigromante la miró, los ojos de ella lanzando destellos.

—Por supuesto que tiene que ver. Parece que una sangre sucia puede atraer a la realeza, después de todo.

Hunter apretó la mandíbula, mirando a la mujer con odio y respeto al mismo tiempo. Elysa se estremeció cuando descubrió aquello.

—Parece que hasta la hechicera más pura llega a equivocarse de sus propias conclusiones.

El Nigromante le lanzó una sonrisa ladeada, despreocupada. Hizo un ademán con sus manos, intentando sacarle importancia al tema.

—Créeme, Kaiser, tú no eres el más importante aquí.

Hunter se quedó de piedra, poniéndose tan pálido como el papel. ¿Kaiser? ¿El nombre real de Hunter era Kaiser?

El corazón de Elysa dio un vuelco. Lo miró, de hito en hito, intentando recobrar su compostura.

Pero el Nigromante tenía razón, en ese punto. Hunter no era el más importante allí. De las puertas laterales, emergió una figura blanca como la piel de Hunter, más blanca que la luna en el cielo, mucho más brillante que el sol por las mañanas. Aquella calidez en un color tan frío como el suyo la reconoció al instante.

El Espíritu del InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora